Lo siento por las mariposas
Por Omar Lara
Marin Sorescu, un poeta rumano para todos
En su casa de madera, inimaginablemente repleta de libros, desde la cocina hasta el cuarto de baño, y a la que llegan continuamente escritores y gente de teatro de todo el mundo, visité por primera vez a Marin Sorescu. En esa ocasión coincidí con una directora danesa que preparaba el estreno de una obra suya en Copenhage donde, por otra parte, se había presentado ya alguna muestra del trabajo dramático del autor rumano.
Entre los libros, bellísimas ediciones de su poesía en distintos idiomas, selectas antologías de poesía universal que lo incluyen destacadamente, fotografías con sus amigos Octavio Paz, Eugene Guillevic, Vasco Popa. Decenas, decenas de íconos. En ese tiempo yo estaba comenzando la traducción de Jonás, una obra de teatro que me sobrecoge. “Jonás –medita Marin, nervioso y rápido, mientras bebemos un vinillo nuevo, campesino, parecido al pipeño chileno- es el profeta que huyó de la Palabra y entró en el vientre de la ballena como una carta en la caja postal. Encontré, tal vez por equivocación, la carta. La leí estremecido y me ha parecido entenderla. He intentado transcribirla. Eso ha sido todo”.
El encuentro era para hablar de poesía pero insisto en Jonás. Hablar de Jonás, en fin, no es irse de la poesía. La obra toda de Marin Sorescu, poesía, ensayo, teatro, novela, es una sola madeja con densa desenvoltura. Siempre bajo el signo de la poesía. “Mi teatro es eminentemente poético”, ha declarado en alguna ocasión. Insisto en Jonás. “Sé solamente que he querido escribir algo sobre un hombre , un hombre extraordinariamente solo. Creo que el momento más pavoroso de la pieza es cuando Jonás pierde el eco. Jonás estaba solo, pero su eco se le daba entero. Grita: Jonás, y el eco contestaba: Jo-nás. Después no ha quedado sino con la mitad del eco. Grita Jo-nás y no se escucha sino Jo. Jo (Io en rumano) en alguna lengua antigua significa yo”.
En 1983 Marin Sorescu obtuvo el Premio Mundial de Poesía Mística Fernando Rielo, en Madrid, que concede la Fundación del mismo nombre, con su libro El Ecuador y los Polos. El libro, publicado por la Editorial Hiperión es su segunda obra en traducción española por quien firma estas líneas, luego de La juventud de Don Quijote, publicada por la Colección Visor de Poesía, en 1981. A raíz de este premio Sorescu declaró a una revista española: “El argumento del libro es el yo poético a la búsqueda del espíritu que se halla en algún lugar, entre el Ecuador y los Polos”. Para Sorescu, “cada hombre es un pequeño globo terrestre, en el sentido de universalidad, perfección y fragilidad”. Y también ha dicho: “En mis escritos siempre trato de identificarme, pues no sé quién soy. El descubrimiento lo voy haciendo según crece mi obra. Y cuanto más conozco, más me inquieta todo”. Y ya antes, este poeta de 48 años, traducido al alemán nada menos que por su desgarrado compatriota y amigo Paul Celan, nos había dicho: “La función de la poesía es sobre todo una función de conocimiento. Ella debe incluir la filosofía. El poeta o es un pensador o no es nada. Incluso el folklore es, en última instancia, pensamiento, meditación. El poeta auténtico es un filósofo y mucho más que eso: el posee también la intuición. Sus pensamientos, sus terrores, sus tristezas son transformados en un instrumento de investigación”.
Considero a Marin Sorescu un provocador. Se lo he dicho y de eso hablamos cuando se reunió en Bucarest con un grupo de chilenos para celebrar la traducción al rumano de una antología de Jorge Teillier que hiciéramos Marin y yo con la colaboración decisiva de Sebastián Teillier, hijo de Jorge y a la sazón viviendo su exilio rumano, junto a gran parte de su familia.. Nos había invitado a la puesta en escena de una de sus obras de teatro y le pregunté por qué esa indagación tan bestial en sus personajes, por qué tanta implacabilidad detrás de la ironía, la dulzura, la humanidad honda y la “poesía” que transmite siempre la dramaturgia soresciana. “Mis héroes son hombres que se acechan…Cada hombre es un ser único, es decir, poseedor de ciertos secretos que solo a él le pertenecen y que los curiosos, más allá de toda medida, desean conocer. Este secreto íntimo, una vez divulgado, ya no tiene importancia, como el mar escurrido entre los dedos. La acción de la pieza sería así una caza trágica de pensamientos, banalidades, esperanzas, miserias, rasgos sublimes y, en general, todo lo que forma nuestro fondo más oculto y más verdadero…En una atmósfera asediada por la sospecha mutua y la agresividad, una pregunta tan simple como…”¿Y qué tal estás?”, puede sonar tan perturbadora como “ser o no ser”…En fin, he dejado a mis personajes la más amplia libertad. ¡Por sadismo! He sido el primero en admirarme de sus extrañas réplicas y te confieso, avergonzado, que llegué a sonreír”.
Digo que considero a Marin Sorescu un provocador, en el sentido que lo es todo creador verdadero. En su obsesión de verdad, en la indagación hasta las últimas consecuencias. “La poesía es algo que se dirige al alma, el último reducto de la comunicación, en el que se puede vivir sin pan, pero no sin poesía”. Esta afirmación dejó perplejos a unos cuantos críticos españoles cuando la formuló hace unos años. Yo le dije, en broma, que él puede prescindir del pan puesto que siempre queda la mamaliga, una masa de harina de maíz que en la cocina rumana reemplaza habitualmente al pan. Bromas aparte, la observación de Sorescu es inquietantemente seria. Por varias razones él no se juega con las palabras, menos con esas palabras. Él es un poeta y además es un campesino, es decir, sabe muy bien qué significa la poesía y el pan. Recordemos, además, que, nacido en 1936, su infancia transcurrió en los desolados y conflictivos años de la posguerra. Si traducimos la palabra poesía como dignidad, libertad (que Marin reivindica intransablemente), solidaridad, la frase se acomoda en su profundo sentido. Por otra parte, el poeta conoce bien esos “torvos provocadores equivocados o a los ruines mediocres que no provocan sino provocan…pena”, como podría expresar alguno de sus personajes.
Marin Sorescu es un enamorado de Latinoamérica y de su poesía. Ha participado en más de alguna ocasión en encuentros poéticos en México y no pierde la esperanza de visitar Chile. Conoció bien a Neruda en Paris y frecuentó a Octavio Paz. Se “entiende” perfectamente con Jorge Teillier, Humberto Díaz Casanueva o Jaime Sabines. La revista que dirige, Ramuri, publica frecuentemente traducciones de poesía hispanoamericana. La última vez que nos vimos se despidió diciéndome en rumañol: “Ya nos veremos, aquí o en la quebrada del ají”.
Hasta pronto, Marin.
-Esta nota fue escrita para presentar un libro de Marin Sorescu, Alma para todo servicio, en enero de 1985. El poeta falleció en 1996.
Poemas de Marin Sorescu
(Traducción al español de Omar Lara)
Capricho
Cada atardecer
recojo entre los vecinos
todas las sillas disponibles
y leo versos para ellas.
Las sillas son extremadamente receptivas
a la poesía
si uno sabe ordenarlas.
Todo esto me emociona
y durante varias horas
les cuento
cuán bellamente murió mi alma
durante el día.
Nuestras citas
son generalmente sobrias,
sin entusiasmos
inútiles.
De cualquier modo
significa que cada uno
ha cumplido con su deber
y podemos seguir
adelante.
Ajedrez
Yo juego un día blanco,
él juega un día negro.
Yo avanzo con un sueño,
él me lleva a la guerra.
El me ataca los pulmones,
yo pienso un año en el hospital,
Hago una combinación brillante
y le gano un día negro.
Él juega una desgracia
y me amenaza con el cáncer
(que por ahora anda en forma de cruz),
mas yo le pongo por delante un libro
y lo obligo a una retirada.
Le gano otras cuantas piezas,
pero ya ves, la mitad de mi vida
está fuera de juego.
-Oh, le daré jaque a tu rey y perderás el optimismo,
me dice él.
-No es nada, bromeo yo.
Pues hago el enroque de los sentimientos.
Detrás de mí la esposa, los hijos,
el sol, la luna y los otros mirones
tiemblan ante cualquier jugada mía.
Yo enciendo un cigarrillo
y sigo la partida.
Bolas y aros
El malabarista del circo es mi padre.
Lo llamaron urgente de noche
y me ha dejado a mí
en su reemplazo.
Todo lo que ves alrededor
no son sino bolas y aros,
me dijo, recuérdalo bien:
bolas y aros.
Los árboles son aros verdes,
debes girarlos en la mano rápido, rápido,
para que no pierdan de golpe
todas las hojas.
Las nubes son aros azules,
las giras con la punta del pie
y con un movimiento del corazón.
También las mujeres son aros,
debes intercalarlas con cuidado
entre nubes y humo.
En cuanto a las bolas, cuidado:
que no se escape la roja.
Ladrones
Tenía un poema que no me dejaba dormir
y lo mandé al campo
donde un abuelo.
Después escribí otro
y se lo envié a mi madre
para que lo guarde en el desván.
Volví a escribir después unos cuántos
y con el dolor de mi corazón se los confié a mis parientes,
los que me prometieron cuidarlos bajo palabra de honor.
Y así siempre, para cada nuevo poema,
se halló también un nombre que lo recibiera,
pues cada amigo mío
tiene a la vez un amigo,
tan bueno como para confiarle el secreto.
Así que ni siquiera yo mismo sé ahora
dónde se encuentra cierto verso
y en caso que me atraquen los ladrones,
por más que me torturen,
igual no puedo decirles gran cosa, sino
que ellos están en un sitio seguro,
en este país.
Lo siento por las mariposas
Lo siento por las mariposas
cuando apago la luz,
y por los murciélagos
cuando la enciendo…
¿Es que no puedo dar un paso
sin agraviar a alguien?
Suceden tantas cosas misteriosas,
que siempre estoy tentado de llevarme la mano
a las sienes,
pero un ancla arrojada del cielo
me tira hacia abajo…
No ha llegado aún el tiempo
de quemar las naves,
basta ya.
-Marin Sorescu
Alma para todo servicio
Círculo de poesía ediciones
México, 2018
https://circulodepoesia.com/2018/04/alma-para-todo-servicio-antologia-de-marin-sorescu/