Mariluz Escribano Pueo

Nace en  Granada en diciembre de 1935.  Su padre, Agustín Escribano, fue Director de la Escuela Normal de Maestros y bajo su mandato, siendo ministro su amigo Fernando de los Ríos, se consiguió que se trasladara al edificio que se construyó al efecto en la Gran Vía para alojar dicha escuela. Escribano lideró el proyecto y, junto a Hermenegildo Lanz, diseñó y reivindicó un edificio que es ya un emblema de Granada. Asimismo, tomó la decisión que el desarrollo de la obra estuviese a cargo de granadinos. Desde el diseño hasta el último detalle de albañilería.  Por su talante de hombre de republicano y de izquierdas, nada más iniciada la Guerra Civil, el 11 de septiembre de 1936, fue vilmente asesinado en las tapias del Cementerio de Granada, pocos días después de que sufrieran un destino similar otros intelectuales como Federico García Lorca o el rector Salvador Vila, con quienes participó años antes en la organización del I Concurso del Cante Jondo.

La madre de Mariluz Escribano fue Luisa Pueo y Costa (sobrina del librepensador Joaquín Costa), profesora de la Escuela Normal y directora de la Residencia de Señoritas Normalistas de Granada, una institución que realizó una función paralela a la Residencia que en Madrid dirigía María de Maeztu para acoger a estudiantes valiosas pero con pocos recursos y formarlas desde los parámetros ideológicos de la Institución Libre de Enseñanza.

Luisa Pueo, tras el fusilamiento de su marido, fue represaliada y depurada (se le enajenaron todos sus bienes y cuentas bancarias), expulsada de Granada con una niña de diez meses (Mariluz Escribano) y trasladada forzosamente a Palencia, donde permaneció tres años. Tras ese tiempo, se le permitió regresar a Granada con su hija y volver a ejercer en la Escuela Normal de Granada, enajenados todos sus bienes y  bajo la estricta vigilancia de las autoridades académicas nombradas desde la dictadura franquista.

A pesar de todas estas dificultades vitales Mariluz cursó simultáneamente estudios de Filosofía y Letras y Magisterio con brillantes calificaciones, trasladándose posteriormente durante un tiempo a  Estados Unidos, en concreto a Ohio, donde impartió clase en uno de los college más prestigiosos y reputados del país, el Antioch College.

Tras su retorno inició su andadura como docente y se doctoró en Filología Hispánica por la Universidad de Granada, en la que ha ejercido como Catedrática de Didáctica de Lengua y Literatura, primero en la Escuela Normal (1967-1987) y posteriormente en la Facultad de Ciencias de la Educación (1987-2015).

A la par de su compromiso docente universitario, Mariluz Escribano  ha venido desarrollando un claro compromiso social y cultural con Granada, ejerciendo  como una de sus figuras más destacadas. Fundó, en tiempos de la dictadura, el colectivo “Mujeres Universitarias”, desde el que se defendió que no se talasen los árboles de la avenida de la Constitución y que no se convirtiese en un hotel el Carmen de los Mártires. El primero objetivo tristemente no se consiguió, pero el segundo sí, gracias al esfuerzo de Escribano y a los constantes artículos publicados en prensa, mayoritariamente elaborados por Mariluz Escribano como queda constancia en la prensa de la época y en obras publicadas recordando aquel momento. Tras ese primer colectivo, posteriormente, ya en los años noventa funda “Mujeres por Granada”, centrado en la defensa  patrimonial de la ciudad y en su proyección como ciudad de la cultura.

A la par, la escritora granadina ha desarrollado una larga trayectoria como columnista de opinión (una de las pocas voces femeninas de la época), que inaugura en 1958 desde las páginas de Patria pasando en 1973 a IDEAL, donde ha seguido colaborando hasta que su salud se lo ha permitido. Es decir, que tiene una proyección como columnista de prensa que en 2018 cumple sesenta años y en los que destacan sus textos siempre en defensa del patrimonio, de la libertad de la mujer y la cultura de Granada.

En su deseo de proyectar las letras y el arte granadinos, lideró, tras la muerte de su primer director, José Espada, la revista Extramuros durante diez años y dirige, desde su fundación en enero de 2005, la revista EntreRíos, que ya tiene 32 números publicados y es una de las cuatro revistas de creación más importantes de España, según la crítica especializada. De hecho, por su labor al frente de EntreRíos recibió de la Diputación Provincial de Granada la “Granada Coronada”, por unanimidad de la Comisión de Honores y Distinciones de la institución supramunicipal.

Igualmente, Mariluz Escribano ha desarrollado una fecunda carrera como escritora, tanto en verso como en prosa.  Entre sus obras destacan Sonetos del alba, (1991), Desde un mar de silencio (Cuadernos del Tamarit, Granada, 1993), Canciones de la tarde (1995), Cartas de Praga (prólogo de Luis García Montero, 1999), Sopas de ajo (2001, 2ª ed.), Memoria de azúcar (2002), Ventanas al jardín (2002), El ojo de cristal (2004), Sonetos del alba (2ª ed. con prólogo de Gregorio Salvador [RAE] y Estudio Preliminar de Remedios Sánchez García, 2005), Jardines pájaros (2007), Los caballos ciegos (Estudio Preliminar de Remedios Sánchez, Devenir, 2008) y Escuela en libertad (2009); en colaboración con Tadea Fuentes ha publicado, Diálogos en Granada (1995) y Papeles del diario de doña Isabel Muley (2º ed. 2008).

Con su poemario  Umbrales de otoño (Estudio Preliminar de Remedios Sánchez, Hiperión, 2013), se convirtió en la primera mujer granadina ganadora del Premio Andalucía de la Crítica, uno de los galardones más importantes de España. Posteriormente ha publicado El corazón de la gacela (Valparaíso, 2015) y Geografía del silencio (Calambur, 2018). Azul melancolía (2016) es una antología de su poesía realizada por la autora en colaboración con Remedios Sánchez, máxima especialista en su obra.

La calidad de su poesía ha propiciado que haya sido escogida como una de las 82 voces femeninas más fundamentales de la poesía en español  nacidas entre 1886 y 1960 (se recogen las mejores autoras de la poesía que se ha escrito en los 21 países de habla castellana)  en la antología realizada por las profesoras Ana Merino y Raquel Lanseros bajo el título de Poesía soy yo. Poetas en español del siglo XX (1886-1960).

En 2015 se le ha concedió la Medalla al Mérito de la Ciudad de Granada por su trayectoria de honestidad y compromiso con la ciudad de la Alhambra, en la defensa de su historia, su cultura, su patrimonio, su memoria, su presente y su futuro.

Como culminación a esta carrera tardía pero tan brillante en lo literario, se le acaba de otorgar el Premio Elio Antonio de Nebrija de las Letras Andaluzas, el máximo galardón concedido en nuestra comunidad que antes han ganado otras personalidades de las letras como Antonio Gala, Josefina Molina, María Victoria Atencia o Pablo García Baena entre otros nombres capitales de nuestra literatura.