Mariángeles Comesaña

Si el viento es Dios

 

 

 

DUERMEVELA

Desde el columpio,
los ojos de las cosas
miran el desbalance.

Una bola de estambre se desliza en el piso,
corre la vida entre las manos de mi madre,
el aire cala.

Hay un camión destartalado,
una ruta que se detiene en las esquinas,
la ciudad es pequeña,
el camellón es territorio de palmeras.

-Habitar una casa
Un barrio lejos-

El norte de la ciudad de México
huele a tierra mojada,
los indios verdes abren la carretera,
se pueblan los montes secos,
casas de lámina,
cartones para el frío,
polvo, terracería.

Venimos de la guerra,
mi padre preso en la historia que oímos
cárceles, barcos, muertos en las cunetas
armas que abren fuego en los sueños.

Somos niños,
abuela vive en un pueblo pequeño
junto a la carretera.

Galicia es una historia de humedades,
de telas, de calles empedradas,
de mujeres devanando madejas,
calcetando,
de niñas que comulgan,
de establos,
de Iglesias maldecidas,
tíos y tías que abren paso,
primos que prenden luz en las tinieblas.

Galicia huele a leña,
es una mesa camilla,
un atardecer jugando Brisca,
una meiga buscando hiervas,
Galicia es un misterio
sentado en la lareira

Galicia es una brisa, un río
dando de beber a los árboles
campos de verdes diferentes,
aldeas que desaparecen dentro de la niebla.

Galicia es una huerta llena de parras
y castaños y hortensias,
un pozo de agua transparente,
una casa de piedra,
una escalera pequeña que acomodó las horas de la infancia.

Los retratos nos miran
desde los ojos
del tiempo que se fue.

Vamos a regresar,
como regresa el viento
a su guarida,
al sueño que late en la espera de todos.

 

  

EL VIAJE

Presiento un mar azul,
oigo su voz de sal dentro de un sueño

En el sueño hay un barco
a la orilla del  muelle,
tristes viajeros que suben por la rampa,
pañuelos que ondean su desventura
en el silencio

Se inicia el viaje en el azul profundo
atrás queda la huida,la sangre en las cunetas,
la aldea, el monte,
la leña

Se abren las cartas
se dividen las voces y las lágrimas
la vida se reparte en papeles y tinta
se inventan los recuerdos

Se habla de cárceles
presos políticos, torturas,
llegan noticias clandestinas,
fotografías,  dibujos

La sombra entra al destierro
en el balcón vacío de la noche
pasan los días, el viento,
los relámpagos
Mar adentro, piel adentro
la memoria deshila las batallas,
la lejanía que llueve en las raíces,
la soledad que habita en las entrañas

 

 

SI EL VIENTO ES DIOS

 A mi padre Francisco Comesaña

Carcelero, carcelero
ábreme esta ventanita
que quiero hablar con el cielo.
(Copla Tradicional)

Desde la cárcel
mi padre miraba el horizonte,
imaginaba el mar,
la lluvia caía sobre su memoria,
aquella lluvia de la infancia
sentado en la portiña.

Desde la cárcel salían los relámpagos,
los paredones esperaban
la sangre de los fusilamientos.
Hay un silencio que afila
su cuchillo en tiempo oscuro.

Es el escondite de un niño
que juega a desaparecer,
las sirenas se cruzan
los pies fríos congelan los minutos,
y las manos aprietan
sus puños de hambre.

Mi padre me advirtió que Dios no existe
cómo pensar que Dios está mirando
el siniestro rincón de sus 20 años
en el pozo de una cárcel llena de rejas
y de ratas.

Voces que cruzan el andamio del miedo
me dijo
no, no está Dios en el centro del mundo,
llega la muerte,
y las cenizas de nosotros
se pierden en el aire.

Si el viento es Dios
si el duelo es
ese manto que lo cubre,
si Dios es esa herida
que sangra y se desgaja
en cada gota de lluvia
que cae en su memoria.

Por qué nunca lo vimos atravesar el muro
ni sentarse a los pies del frío
que cala hasta los huesos
ni romper los grilletes atados al garrote

Dios no estuvo, me dijo,
no lloró con nosotros
no estuvo en las lágrimas de madre,
ni en la zozobra de la espera,
ni viajó en ese tren
que llevaba nuestros cuerpos
desgarrados y sucios
hacia el final del pozo.

 

 

UNA PIEZA DE TELA POR FAVOR

Necesito una tela,
metros de tela blanca,
hilazas, hilos de seda blanca
una tela de donde cortar

Necesito llegar
al final de la tela
remendar las heridas
que el dolor invisible
se quede en el revés.

Necesito una rosa del jardín,
el dedal de una lágrima,
las manos de una monja
Para zurcir las horas que se escapan

Se escucha una canción,
es el amanecer que canta,
huyen los ecos.
La espesura de instantes
se guarda en el silencio

Necesito hilvanar
deshilar los minutos
calar el sinsentido
dejar el corazón
en el punto de cruz
enhebrar este verso
en la tela, en su encaje
en su trama,
y vestirme con él

 

 

AYOTZINAPA

El viento sopla, las piedras escuchan sigilosas 
“Nos rafaguearon,” declara un sobreviviente.
Flores bajo la lluvia, 
guillotina de luz en el atardecer, charcos de sangre en las playas, en la costera de todos,
 en los ojos que no ven.
Septiembre es una fosa que se abre en el corazón de la tierra. Aparece el carbón de las fogatas
que incendiaron el miedo;
 los zapatos, las botas, la ropa desgarrada entre huesos sin nombre ni reclamo.
Se anuncia una tormenta,
 salen los estudiantes a las calles de Iguala y de Cocula.
La carretera vieja, las palmeras, los árboles, 
las llantas de los coches que pasan, los retenes,
 nudos de pánico.
Hedor a muerte en los cerros de Iguala afirman los periódicos.
 Detener la violencia ya es un lugar común, un juego siniestro en el reloj.
Con qué madeja se recompone el miedo, en el telar de cuál de las fosas perdidas se remienda la urdimbre del horror.
Un relámpago amargo atravesó el destino de Ayotzinapa, 
un puntito pequeño marcado en el mapa de Guerrero, en el mapa de México,
 en el municipio de Tixtla de Guerrero, 
a mil trescientos metros sobre el nivel del mar.
Ayotzinapa
río de las calabazas, 
un puntito pequeño, nueve montañas,
 sólo a cinco Kilómetros de Tixtla,
 cabecera del municipio del mismo nombre, antes Cerro Grande, hoy Lomas de Zapatero.
Ahí su antigua escuela rural Raúl Isidro Burgos:
 sus caminos, sus mesas de madera, sus paredes llenas de dibujos y grietas, la humedad de sus muros.
Ahí cerca, la carretera federal 93,
 muy cerca de Chilapa, Tlapa y Chilpancingo, Loma de Zapatero, Cerro Grande,
pueblo guerrerense lleno de fruta.
Ahí donde las iguanas hacen sus nidos. Tierra Caliente, montes llenos de espinas, desconocidos huecos que derraman miseria, árboles de la vida en sus entrañas.
Cerca de Zihuatlán (lugar junto a las mujeres), Ñuu Ra en mixteco,
 lugar de refugio, 
lugar de canciones y de hamacas, cueva encantada,
 hombre Jaguar Olmeca en sus entrañas.
Lloran las milpas, lloran los surcos
 y sus semillas lloran, 
las manos, las palabras, los objetos,
 lloran en la espesura de las sombras,
 en el voraz infierno de las incertidumbres, 
en el silencio oscuro y doloroso de las sombras.

¡VIVOS SE LOS LLEVARON
VIVOS LOS QUEREMOS!!!

Mariángeles Comesaña Nació en la ciudad de México. Tras realizar estudios de maestría en Antropología Social, ha dedicado su labor profesional a la investiga ... LEER MÁS DEL AUTOR