Marian Drăghici

En otro tiempo, en otra época poética

 

 

(Traducción al español de George Nina Elian)

 

 

UNA  SENSACIÓN  DE  VERDE 
EN  INVIERNO

ciertamente el poeta no es un Eutico de la inutilidad
un oficiante suyo
ciertamente él no dice un pájaro negro
glorifica mi amor en el cielo
ciertamente él no cree lo que dice.

pero en un callejón lleno de huecos camina
a pasos grandes el hombre como empujado por un resorte, por una tormenta
que comenzó lejos en los campos vacíos.

oh, campos de lejos, campos vacíos
el hombre es una jaula a través de la cual crece una rama
golpeada por el viento bajo la luna,
el pájaro humano se posa sobre una rama golpeada por el viento
y siempre agita su ala,
el pobre pájaro solitario allí bajo la luna.

en cuanto al poeta, después de una noche de insomnio él escribe:
lo que persiste es una sensación de verde en invierno —
la sensación del invierno.
y: estoy feliz, Dios me dio un trabajo
Dios, no el hombre.

él escribe y realmente cree en lo que escribe
la jaula permanece vacía en el suelo
permanece la rama golpeada por el viento
permanece la noche de luna
y ese pájaro que siempre agita sus alas
allí arriba.

 

 

 

ALGO  MÁS  REAL  QUE  LA  NADA

aunque tal vez haya
algo más real que la nada señor Beckett
el amor de una mujer que ya no existe
(la muerte no nos separó, ni el olvido)
y que de repente extrañas, en el sentido de que
quieres dejar la tierra

quieres dejar la tierra
pero aún no es el momento.
basta decir, quizás vea tu cara pronto, cariño,
como he mirado tantas veces la muerte a los ojos
o, en fin, de perfil
en los días acribillados a proyectiles dum-dum de la revuelta, vagando por las calles
con la esperanza de reencontrarte
sí, te reencontraré
en algún lugar lejano la noche después de la muerte
cerca de un pequeño fuego de leña, cerca del manantial

absolutamente protegida de las personas
absolutamente protegida de las bestias
solo con el centelleo de las estrellas arriba y con la gracia
de la desnudez originaria en tus movimientos

 

 

 

HARRUM

alejaos de mí tocando fuerte
una armónica roja entre colinas rojas
festejando.

alejaos de mí tanto como necesito para poder llorar
tocando silenciosamente
una armónica roja.

alejaos de mí tanto como necesito para poder llorar
todas las lágrimas de la negra
que no caen al suelo
sino que suben al Señor
a través del fuelle de la armónica.

amigos alejaos de mí
como yo muriendo me alejé de vosotros
tanto como necesitabais para poder llorar —
cada uno en su África con armónica roja.

pues los tiempos de nuestra promiscuidad
— ya sea que lo reconozcamos o no —
se han ido
y el sonido de la armónica roja

apenas se escucha.

 

 

 

MIENTRAS  OSCURECÍA

mientras oscurecía, oscurecía.
miré la página blanca, vacía
con creciente desesperación:
en un campo brillante brillante
¿qué eclipsó de hecho
mi talento poético: las últimas telarañas o
la blancura de tus dientes, mujer oriental?
mirado desde lejos, creo que estaba tan asombrado
como un anciano que ya no puede llevar la iglesia de los últimos creyentes
desde el escritorio hasta el borde de la cama,
desde el borde de la cama hasta el escritorio

y comienza a llorar lentamente
y llora todo el tiempo —
en los escalones de esa iglesia de los últimos creyentes

donde soñaba con volver a ser
joven y libre,
aunque de todos estos
lo que más amaba al anochecer
era el aire del crepúsculo, embriagado de idealidad.

 

 

 

ESTE  FAVOR
ES  SUFICIENTE  PARA  EL  DIABLO

manzana partida, aquí está mi vida.
bisturí en la mano del cirujano,
esa rubor auroral
de su rostro después de hacer el amor
¿cómo podría olvidarla?

este fue mi destino:
encontrar en un cierto mes de septiembre
la causa de mi muerte
y estar en paz con ella como el álamo con el susurro
de sus hojas.

pero yo cumplí con mi deber, llegué
al final de la desesperación sin que nadie lo sepa
y vi lo impotente e inútil que era
la caída de la luz de una mente poética
sobre una cama fría que alguna vez estuvo caliente.

no seré más explícito que eso.
este favor es suficiente para el diablo.
 

 

 

EN  OTRO  TIEMPO,
EN  OTRA  ÉPOCA  POÉTICA

no había escrito nada en mucho tiempo.
todo esto ya estaba escrito.
la muerte de   e l l a   después de una década de sufrimiento.
ni rastro de poesía en mi cabeza.

el 5 de noviembre ’93 hacia la tarde,
somos yo, la tumba fresca, la cruz simple, de madera.
el parpadeo de las primeras velas.
un arbusto a dos pasos de la tumba.
pensar que en primavera tendrá flores de este arbusto.
hasta entonces las miserias del invierno    a b e t o   f i e l   la nevisca de marzo.
enciendo velas.
fumo un cigarrillo. eso es todo.

llegado a casa muerto de cansancio, incapaz de hacer nada más que dormir,
me acosté en la habitación de los niños, en la cama todavía hecha.
y fue entonces cuando comencé a soñar.
no había soñado con nada, en mucho tiempo.
todo esto fue soñado, incluso ya vivido.
como realmente es: soñado, vivido.

así que soñé — dormido instantáneamente por la noche —
con un poema divino.
el texto, escrito en el aria, en cursiva dorado,
se desplazaba rígida, lenta e implacablemente,
de arriba hacia abajo, del cielo a la tierra,

la sensación de que a partir de ahora este texto me pertenece
era fuerte, abrumadora y estática.

al despertar, este estado incomparable   s e   d i s i p ó   c o m o   v a p o r.
ningún verso en la memoria, ninguna palabra.
como después de un orgasmo,
una sensación de vacío   d o l o r o s a m e n t e   d u l c e   en las entrañas.
y la fulgurancia de esa imagen del texto que se desplazaba lentamente,
espantosamente lento,
del cielo a la tierra.

fumo. eso es todo.

en otro tiempo, en otra época poética, por Dios,
mientras vivía dentro de la poesía como en un halo místico,
a menudo soñaba con poemas.
poemas extraordinarios y divinos.

al despertar, la imagen mental de ellos se desvanecía con los últimos
restos del sueño.
la elaboración del poema — el cigarrillo, el café, la página en blanco, vacía —
se llevaba a cabo mediante sucesivos intentos (manoseos)
de reescribir el poema soñado, “ideal”.
ni siquiera el carpintero tiene
una existencia más comprometida, más plena.
ni siquiera el astronauta.
ni siquiera la comadrona de la aldea alguna vez la tuvo.

los poemas escritos en sueño, que lee el espíritu
como si se bañara clandestinamente en la luz de otro mundo,
son los más terribles, extraños, simplemente bellos,
de todos los que leí.

en comparación con ellos, estos que escribí/ reescribí e imprimí aquí
tienen las deficiencias (para que no los llame defectos)
de las personas en comparación con la supuesta, asombrosa
perfección de los dioses.

en resumen, una simple tumba humana, de mujer.
cruz simple, de madera.
un arbusto de lilas a dos pasos de la tumba.
en la tumba, bajo el parpadeo de las primeras velas
(¿estrellado/a de ahora en adelante?)
la voz con la que escribí/ reescribí
todo esto en mi cabeza.

Marian Drăghici Nació el 25 de febrero de 1953 en Osica de Sus, condado de Olt, Rumanía. Miembro de la Unión de Escritores de Rumanía a partir de enero ... LEER MÁS DEL AUTOR