María Baranda

Teoría de las niñas

 

 

 

 

Teoría de las niñas

 

I

 

Entra mi padre.

Se pone una cuchara de metal en el ojo

para mirar lo súbito, el tiempo

en la superficie de todas las raíces. Llora,

llora un poco.

Se apaga el agua de tan llovida.

Se mezclan los gritos de las niñas.

Mira a lo lejos,

ve sílabas de alumbre, los ojos

de un sol que ya declina.

Piensa en una línea de fuego

que se extiende por el cielo,

lo que se nombra a solas:

la dicha.

 

 

II

 

La dicha estalla en un lugar preciso y repetido.

No siempre fue así,

antes todo se cimbraba en el recuerdo.

Los hombres buscaban el tiempo,

la noche

los ahogaba en un hueco.

Todo era lento como la meditación de la palabra,

lo que se oía

eran finas gotas invisibles de silencio.

Cualquier niño lo sabe.

Materia de sombra,

–abejas del pensamiento–

el poema era distancia,

grito de piedra, filo de un abismo destronado,

víspera de un tiburón en una playa sola y metálica,

espejeando, espejeando

un medusario empantanado de palabras sueltas.

 

 

III

 

Lo que ilumina el día es parte de otro sacrificio.

La total apertura entre la sístole y la diástole

de un campo de cuervos.

Los cuervos son los dedos de sus manos invisibles,

sonido líquido y agrio

que revienta duro en sus oídos.

 

Mi padre, en su dibujo, camina lentamente en otro siglo.

 

 

IV

 

El texto cede su fuerza.

Hay un impacto en la luz:

materia bífida,

visión repentina en las paredes que son lienzo

que son libro

que son páginas a corazón abierto,

lengua en estado sólido.

Todo lo que se habla se lee en sus líneas:

la rosa de suave cuerpo,

la turbulencia del árbol metafísico,

las partes propias en que reposa el mundo,

en que se asienta.

Los cuervos levantan vuelo y las niñas lloran.

(No las tolero.)

 

 

V

 

Hay nubes amarillas, pájaros de sal,

flores hechas con vinagre. Lo que resiste el mal,

se guarda en un pequeño bote de plomo.

Nunca hay estrellas.

Las niñas bajan la colina

pulsando música en la tribuna del poema.

Denuncian breves cicatrices en los brazos

y hablan de la experiencia:

el límite de ver la realidad en términos intercambiables.

 

Mi padre, que es un dibujante, simplemente, imagina.

 

-Del libro Teoría de las niñas, Vaso Roto Ediciones, 2018.

 

 

 

Edad

 

I

 

Un escorpión me acecha en el verano.

Un escorpión terrestre en la balandra.

Es el sutil principio de mi vida. Es la

ira de Dios la que me quiebra. Es su

veneno sin límite en mis días. Me

quiero ver morir en este cuerpo, pero

no sé pedir perdón como los niños.

 

 

II

 

Hace frío en el pabellón. Los ojos de los

niños no me miran. Sus brazos son los

mástiles del sueño de mi muerte. No quiero

que me toquen. No su luz detrás del monte ni

su gracia me devoren. No sus rostros ni sus

sombras me acompañen.

 

Paz para aquellos que no saben morir.

 

 

III

 

Ratas sobre tu pecho. No mires el ardor

en tu destino. Una mujer mitiga su aspereza

bajo tu lengua. Recuerda su dolor entre las

sábanas.

No tengas miedo.

Es la tierra delante de ti la que la nombra.

 

 

IV

 

Tu muerte: el resplandor de una palabra

en el olvido.

 

-Del libro Nadie, los ojos, 1999

 

María Baranda (Ciudad de México, 1962). Es autora de numerosos libros de poesía, el último Teoría de las niñas en Ediciones Vaso Roto traduc ... LEER MÁS DEL AUTOR