Margaret Randall. Carta abierta en el día de la mujer

Queridos amigos:

La mayoría de los que me conocen saben que esta es mi feriado preferido y esperan recibir esta carta que escribo cada 8 de marzo para celebrar las luchas de las mujeres y decir lo privilegiada que soy de ser mujer en esta tercera década del siglo XXI. Este año he estado pensando especialmente en las complejidades del feminismo, tanto en la práctica como en la filosofía.

Hace unos días, mientras trataba de registrarme en un programa en línea al que esperaba asistir, advertí un texto inusual en letra chica en la parte inferior de la página. Me pedían que aceptara la causa de la organización anfitriona o no se me permitiría registrarme. Como no estaba de acuerdo con esa causa, que excluye de sus eventos a los hombres, decidí no inscribirme. Una pena, porque el evento es sobre el edificio de mujeres de la Calle 5, en la ciudad de Nueva York. En la víspera de Año Nuevo de 1970, un grupo diverso de mujeres tomó el edificio, propiedad de la ciudad, y lo ocupó durante 12 días. Durante ese tiempo, arreglaron la estructura abandonada y crearon talleres, guardería y una cocina colectiva. Al final la policía irrumpió en el edificio y arrestó a muchas de las mujeres. No creo que la mayoría de las que participaron de esa acción quisieran que solamente las mujeres conocieran su historia.

El feminismo, en su sentido más profundo, no puede excluir a los hombres. Se trata de una redistribución del poder en la que hombres y mujeres, personas de todas las razas y culturas e identidades de género y creencias se unen en verdadera igualdad. Hace cuarenta o cincuenta años, cuando las mujeres apenas comenzaban a asumir roles en las instituciones y organizaciones dominadas por hombres, eran importantes los espacios exclusivos para mujeres. Eran lugares donde podíamos ejercer nuestros derechos sin tener que sortear obstáculos patriarcales. Hoy, al menos en los EE. UU., hemos ido más allá. Y lo hicimos gracias al esfuerzo heroico de varias generaciones de mujeres y de nuestros aliados masculinos.

Hoy pienso en las mujeres presas de Nicaragua, mujeres como Dora María Téllez, heroína de la revolución sandinista y modelo para hombres y mujeres de todas partes. Y pensar en Dora María invariablemente me lleva a pensar en Rosario Murillo, la mitad del dúo dictatorial de Nicaragua. Ella también es una mujer, pero que elige abusar y reprimir en lugar de mostrar compasión y liberar. Es importante que consideremos ambos lados de la ecuación, porque hacerlo demuestra que los valores feministas no son exclusivos de las mujeres, sino que los practican personas de todos los géneros.

Hoy pienso en las madres polacas que dejan carritos y cochecitos de bebé en los andenes de las estaciones de tren fronterizas para que las madres ucranianas que huyen de la guerra con sus hijos no tengan que llevarlos en brazos.

Celebremos a las mujeres en nuestras vidas y tomémonos también un momento para pensar críticamente acerca de los desafíos enormes que enfrentamos y en cómo el verdadero reparto del poder ofrece la mejor oportunidad de enfrentar esos desafíos.

¡Por las mujeres, hoy y siempre!

 

(Traducción al español de Sandra Toro)