

Presentamos tres textos claves del reconocido poeta y ensayista mexicano.
Marco Antonio Campos
Se escribe
a Michael Rossner
Se escribe contra toda inocencia
del clavel o el lirio, contra el aire
inane del jardín, contra palabras
que hacen juegos vacíos, contra una estética
de vals vienés o parnasianas nubes.
Se escribe abriéndose las venas
hasta que el grito calla, con llanto ácido
que nace de pronto pues imposible
nos era contenerlo, con luz dura
como rabia azul, quemado el rostro,
destrozada el alma, desde una rama
frágil al borde del precipicio,
Se escribe.
Contradictio
El ajedrez de la muerte
se quedó en una pieza
Arrojo los naipes, trémulo, incendiado
y no dicen mi suerte
Y tuve una bestia de orgullo
que arrastró mi bestia
Moribunda,
una mujer pasea triste, descalza en la calle
Y es tarde para ser otro hombre
Salgo de mi casa, pontífice, ajeno,
con el crucifijo -una mujer-
colgado en mi tristeza
Si regreso, Señor
quiero ser otro pero no Campos
¿Para qué vivir agarrado como loco al reloj?
Ya la gula de vivir se detuvo en mi garganta
Y mísera mi perra más odiada fue la angustia
Pero, Señor, yo converso en voz alta,
en voz baja converso, sí,
cosa distinta es que no oigas
Antes, en otro océano,
arrepentí, modifiqué el pasado
Y tus ojos caminaron tristes, inmensos,
en las páginas de mis libros
Mañana partiré, me iré del todo
Aunque hoy puedo decir:
tengo amigos, no amo a mujer alguna,
el tétano del sol duerme en la ciudad de México.
La estudiante de 1966
…So sahst du sie im flohen Tanze walten
Die lieblichste del lieblichsten Gestalten.
Goethe, “Elegie von Marienbad”
Tendría mi edad si no fuera por el frío.
Era ligera y sus piernas tocaban los dedos
al solo tocarla. Al erguirse en el patio de abajo,
desde su falda tableada sobre las rodillas,
el mundo comenzaba a parecerse a sus piernas
y las cinco letras de la palabra mundo
se alteraban por las cinco letras de la palabra deseo.
¡Qué cintura, qué música lineal, qué rítmicas
las piernas al salir de clases!
Callada, era callada como un pasillo negro,
y al dejarla dejaba en el corazón
algo como una duda, como culpa o niebla.
Acabó por dolerme en todo el cuerpo
y cada centímetro del cuerpo era de su arco
una flecha atravesada.
¿Cuántas veces desde entonces, cuántas,
ha atravesado el corazón como una flecha,
como una luz que sangra el corazón?
Y cuando pasa eso, cuando la flecha cruza,
cuando la luz sangrienta cruza el corazón
(lo deja en cruz), algo en mí íntimo
protesta y grita por una adolescencia
sin guía y sin objetivo,
por equivocaciones y torpezas del comediante
de la obra, quien actuó de un modo
explicable en esa edad, pero que al evocarla
duele como una pérdida, como un cuento
de noche árabe que la vulgaridad rebaja
burlándose de, exageración o de invención.
Y algo en mí íntimo protesta y grita
por algo que debió ser y sólo fue como
canción de época, como canción que dice
y repite hasta rayar el disco
que ésos fueron los días, que ésos fueron.
Y sangro y me doblo y me arqueo
y la reina permanece y parte,
igual al tren de antaño que verifica el recorrido
pero no sabemos en dónde ni hacia dónde.