Con Joan Margarit en el café de La Ópera
CON JOAN MARGARIT EN EL CAFÉ DE LA ÓPERA
“A lugares hermosos, donde fuiste feliz,
si anochecen los años, si demora el reloj,
si por nada o por Cristo, es mejor no volver”,
oía a Joan Margarit en el Café de la Ópera.
Veía la Rambla, el Teatro del Liceo.
El tigre del otoño, con uñas feroces,
desgarraba el follaje de los plátanos.
“No te equivoques. Deja que
lo bello, si fue, mude al corazón y al alma”.
Y con furiosa luz me volvieron
días azules y ocasos amarillos
del mayo del 1971 en la bahía de Acapulco,
con amigos joviales y jóvenes soleadas, o
en largos litorales de arena fogosa, o al lado
de piscinas donde el deseo quemaba a la mujer, o
en la fuga de coches velocísimos en la ancha costera, o
bailando en la pista -con música de estrépito-,
del círculo del Boccaccio o del Tequila a Go Go.
“Yo tenía 22 años, y todo el ímpetu ciclónico
en las aguas ribereñas y en la tierra firme.
¿Sabes, Joan? Desde aquel lejano entonces
no volví a Acapulco. Desde aquel entonces
no he querido estropear lo que hubo entonces”.