Árbol sin raíz
GRAVEYARD SHIFT
De noche todas las ciudades son ilusorias, excepto
para los que cavan tumbas o abren surcos con lápices
y pinceles con tenaz devoción. Ah, el tamaño real de
sus frágiles corazones, vibran todos al ritmo de la única
canción del lugar: la que dice que se está siempre
a merced de poderes invisibles, perceptibles sólo
si se camina a tientas con pie sigiloso sobre ese hilo
hecho de babas de diablo y en la más densa oscuridad.
LA INSTANCIA
¿Qué otra cosa puede hacer un hombre con su
árbol derribado que dormir junto a él esa noche?
Es el pasaje perfecto de la vigilia hacia el sueño,
justo en el momento en que una luna menguante
se ordena con Júpiter y Marte y las estrellas del
sextante para crear la ilusión de un crucero sin fin.
Navegar hacia la instancia así, en la que espacio y
tiempo no tienen sustancia, el futuro es un parco
enunciado, el presente puro pasado sin devenir.
HARMONIA MUNDI
Eso que a veces percibís como una nueva
aurora, eso que llega a su fin aún poniendo
todos los relojes de la casa en hora, me lo
sé de memoria. No al polvo sino al caos se
retorna, con esa fruta macilenta en el plato
como verdad oscura, en forma de cruz los
brazos abiertos, en línea recta como por
un antiguo camino romano, y en los dientes
toda la arena de los mares de la luna.
REPETICIÓN E INDIFERENCIA
A cierta edad -casi siempre cuando es ya demasiado
tarde- uno descubre que es solo una imagen; que antes
de eso fuera quizá también un destello, una fugacidad,
un espejismo del desierto, portando en la piel el aroma
picante de espíritus luminosos por quienes se creyó
alguna vez conocer el oquedal de la nada, la ruidosa
materialidad del ser, la festiva agonía del instante.
Cosa bien diferente es la propia sombra, parecida
acaso a un fluido todavía sin nombre, que hace a
veces de golondrina o alondra, elevándose a los
cuatro cielos de un día soleado, para dejarse caer
luego como en picada y quedarse dormida junto
a nuestros pies.
LA MÚSICA DE LOS INTÉRPRETES
Ya no se recoge la cosecha al alba, se podría hoy decir.
Un día quizá nos dormiremos también para siempre con
ese ruido agudo de la finitud – todas las cosas unísonas
como trompetas de una victoria final y fallida. Sabido
es que desde siempre ha existido un puñado de hombres
equidistantes entre sí -las geografías aquí poco importan
pero es siempre una hora liminar del mediodía- que leían
un solo libro, como teólogos, todos a la vez. No es para
nada de extrañar que hoy los imaginemos tras las ventanas
sin abrir, tratando aún de descifrar el número de lo incierto
de toda colección impar, y que aquello que no leen quizá
determine también lo que sus ojos hoy recorren sobre
la página ya amarilla, sin otro rumor de fondo como un
arrullo amable o el del acúfeno de nuestro oído izquierdo
que nunca fue tan real.
NORTHERN LIGHTS
Esos rododendros morados que hoy vimos cuando
eran podados, fueron traídos dos décadas atrás en
un tiempo que nos parece irreal. Provienen del Himalaya,
dice el jardinero; en cambio los robles quizá fueran jóvenes
de no más de un metro y medio para el tiempo de Queen Ann.
Es extraño pensar en que todo haya sucedido sin nosotros hasta
que un día estamos aquí: de un instante a otro las cosas deciden
por sí solas justificarse, ocupar su exacto lugar – se vuelven de
repente el único idioma del mundo que hablamos, nos dice que
ya no hay peligro, que se han disipado los efectos de una noche
imposible, que está lista la luz macerada en estuches y cofres
para la primerísima aurora boreal.
ÁRBOL SIN RAÍZ
Mucho depende de lo que otros en nuestra
más profunda piel con sus dedos indaguen.
De allí que el encuentro de dos mundos tan
distantes entre sí produzca un chispazo, una
minúscula llamarada, y se desprenda una astilla
encendida de tiempo, que vuela por los aires
quizá como las ascuas de la primera fragua,
olvidando su origen, como un árbol sin raíz;
que luego con el frío de la noche se va disipando
al punto de desaparecer, como si no hubiera
existido jamás, en un cielo de biblias negras,
de señales ilegibles, de estrellas paganas que
una tras otra vemos desaparecer.