Manuel del Cabral. Huésped solo

 

Presentamos algunos textos del reconocido autor dominicano.

 

 

 

Manuel del Cabral

 

 

HUÉSPED SOLO

Todo lo encuentro, pero no en su sitio.
Veo allí unos objetos que me hacen recordar mi penoso camino;
los toco, los siento como pegados a mis preguntas,
son los de siempre,
pero al contacto de mis manos toman otra estatura;
tienen la edad que tienen mis cosas físicas
pero si de repente le cae a la yerba rocío,
pero si de súbito cae un poco del día en la fresca herida,
los pequeños objetos toman de pronto edades increíbles:
ellos mismos se toman el derecho a la voz,
se levantan como un día con anchura de madre.
Porque también es madre la tiniebla
de donde sale un poco la historia de la sangre.

 

 

HUÉSPED DE FONDO

Luego llega su rostro de mañana que huye.
Pero huye. No llega. Dibuja sus temblores.
Se queda del tamaño de la esencia. Se queda
donde debió quedarse la primera Primavera,
donde debió quedarse
aquel retozo limpio del agua con el día.
Los niños de aquel patio que juegan, no lo saben,
pero ya me enseñaron a hacer blanda la tarde;
tú vienes mientras tanto con tu rostro de agua,
tú tomas como el agua cualquier forma del hueco;
la lluvia me comprende, por eso viene a veces
a escribirme tu nombre con hilachas de fuga.
Si tal vez hablo un poco de mi manía, y cuento
que aquella simple gota que se cayó del párpado
tomó estatura grave, pues mirar se podía,
dentro de su caliente cristal que meditaba,
los gusanos pulidos de tus dedos de hembra,
tus moluscos que aún viven en el agua salada
de una gota que tiene de caída en la tierra
la edad del primer diente…
Pero,
si tal vez no hablo nada de mi manía, duerme,
que así estarás más cerca,
porque cuando me callo, es cuando estoy cantando,
Y cuando estoy cantando cometo siempre el crimen
de inventarles a los hombres las cosas que me duelen;
cometo siempre el crimen
de decir algo nuevo diciendo cosas viejas…
¡Sólo el dolor inventa!

 

 

HUÉSPED EN TRANCE

Todo aquí tiene sitio. Pero las cosas cuando yo las toco,
¿se parecen a ellas?
Yo vengo ahora mismo de un móvil pero fijo
territorio sin fecha. Puede el árbol nombrarme,
darme estatura el viento. Puedo decir también
que todas las cosas me esperaban.
Mi trato es el del río con el del día que lo besa.
Un pájaro que vuela comprende mi llegada.
El barquero
que espera los viajeros para llenarles los ojos
de otra ribera, sabe perfectamente
por qué he venido desde remotas tinieblas
a esperar a los hombres.
Quizá junto a los ojos que se van hacia adentro
para mirar las cosas de los ciegos, quizá junto al latido
del material que tiembla y habla sólo temblando;
quizá junto a la herida que se llena de hormigas
como si con la muerte fabricaran la vida;
quizá junto al soldado que se va por el agua
que no tiene regreso y abrió la puñalada, quizá junto al soldado
que en vez de ver su herida se pone a ver la noche con estrellas,
como si por las altas rendijas de los astros
ve que hay algo más grande que está herido, y sonríe.
La muerte, su muerte, levanta la mañana.

 

 

HUÉSPED DE LA SALIVA

Madre saliva, beso derretido.
Mi jugo pensativo de la fruta sagrada.
Agua de los idiomas, sudor de la palabra.
En ti que hay la estatura primera de la vida
y te mueve un molusco de blandura temible.
Espuma transitoria pero siempre presente,
allí donde es fecundo el ocio de la lengua,
en el preciso instante cuando yo te pregunto
si está en tu paraíso resbaloso la tierra.
Te gastan las comadres en pequeños detalles,
tú que a veces te pones en tu más alto oficio,
allí donde el ilustre caer de tu llovizna
es polvo sacudido del libro de los labios.
Mas yo te vi de pronto salir como una piedra
y caer en lo puro de la cara humillada.
Madre saliva: un día, escupieron la cara
de Dios, y, desde entonces, la tierra no está quieta.
Desde entonces hay alguien que mueve las entrañas
del viento y de las aguas;
porque hace tiempo, oh tierra, que el mar sube saliva;
¡la de todos los náufragos que escupieron a Dios!

 

 

EGO DE HUÉSPED

Entonces…
¿Quién es que aquí me dice: —mira esta niebla, ven
a recordar tu forma primitiva? ¿No sientes
que andan peces antiguos por tus venas recientes?
¿ Quién el útero virgen del pensamiento preña?
Algo que vaga, crea, si es un ocio que sueña…
Ven a mirar tu origen que es casi amorfo, ven.
No ves que hay un solemne misterioso vaivén:
una onda que viene de no terrestres puntos
y alimenta con hondo e inefable alimento
los más sutiles filtros que hay en el pensamiento.
Barro y alma ¿qué han hecho? ¿Quién los ha puesto juntos
en este espacio ardiendo que va en el cuerpo mío?
¿Hay acaso un sentido no propio que trabaja
desde un remoto aliento tercamente en mis cosas?
¿Si he sido yo otras veces, si tal vez soy el río
que desde alguna oculta montaña siempre baja,
puedo yo estar tranquilo de este andar que no es mío?
Aire puro, a ti solo puedo decirte algo;
si vengo de las nieblas, ¿quién me ha puesto de galgo
en esta caza oscura donde una voz escucho,
una voz que me empuja, una voz que me manda
a recoger, aún viva, la codiciada presa…?
Pero, aire puro, dime: ¿por qué con ella lucho,
y entre mis dientes sangra sólo luz que se agranda,
como si entre mi boca mordiera la belleza?
¿Dime, aire puro, dime, qué voz es la que escucho
que ya no me detengo y es con la luz que lucho?
¿Es que ya entre la sangre que va en el cuerpo mío
lo más distante tiembla con mi nombre,
igual que aquella altura que tiembla bajo el río?