Volví a leer sus versos memorables
Volví a leer sus versos memorables
premiados por origenistas
jueces de manos tiznadas.
Fui en busca de una pista
indagué en las profundidades de sus libros
me sumergí
dejé que el sargazo de pueblo polvoriento
me asfixiara.
Disequé la lombriz
me disequé a mí mismo
introduje el bisturí
sin temblarme la mano.
Debo pretender que todo ha sido una pesadilla
el resultado del Zoloft
mezclado con el vino.
Me he convertido en minero
excavador en busca de evidencias.
Recolecté las historias que iban llegando de:
Isla de Pinos
Shenandoah
Pinar del Río
devoradas por el comején de una isla.
El altar ha colapsado.
Su grandeza ante mis ojos.
Lo peor de ver a un hombre sin máscara
no es su verdad.
La verdad es circunstancial
se manipula
se le puede aplicar una pátina
ese verde gris
de las ánforas griegas
la nostalgia de un objeto hallado a la entrada
del cementerio
o una canción de un trovador oportunista
“huracán no atormentes mi sol/suficientes celajes oscuros
soporta el amor.”
Escuchar planes de guerra
falsedades para reubicarse
puede causarle a uno
mínimo…
un huracán interior.
Ves desfilar los episodios combatientes
desoladoras imágenes recibidas con el cuerpo desnudo
con el fusil erecto
vistiendo cierto antifaz
intentando hacerte sucumbir
ante un nuevo plan despiadado.
Lo peor de ver a un hombre sin máscara
es no poder recuperar ni un solo verso
única posesión suya
de valentía
herramienta efectiva para la seducción.
Vuelve el sablazo de la madrugada
se oye el silbido de un pájaro
que no lo es
más bien un hombre herido
vacunado con lo que ha podido pagar.
Nunca aprendí a silbar.
He cambiado caricias
por paseos
por un ostensorio
que ahora brilla en espera
de ser comprado
por otro falso religioso.
Se confunden mis pesadillas
con la música del drogadicto.
Él busca un respiro
debajo de las escaleras
y yo me mantengo
escondido
detrás de las persianas
espiándolo.
No he superado las madrugadas.
No he logrado tomar café en la mañana
con otro que lo quiera hacer conmigo.
No miro a este hombre repulsivo a los ojos
por temor a parecérmele.
Desprenderse
pisar el abismo.
Sí pisarlo.
Tocar su pared con la yema de los dedos.
Es rocosa
áspera
color berenjena.
Te hacen un recibimiento de alfombra roja
esperan paciente
a la primera arcada.
Han ido aplicándote el veneno
microscópicamente
gotas agridulces
para que no te enteres del plan.
Eres un adicto
y este es tu proceso de desintoxicación.
O lo rebasas
o te quedas en la ceremonia de premios
que han inventado
los de capuchas marrón
los de sonrisas ahuecadas.
Esos que te persiguen
desde la niñez.
Le han preguntado si escribe poemas de amor.
Permaneció en silencio lo que pudo.
Todos han sido destinados al querer
a la falta de pasión
a la escasez de una mano detenida
sobre su pecho.
Recuerda un poema tardío
desde Ellwood.
Ese que lo despertó
del letargo
del ostracismo de caricias
para luego saborear
la carnada
amago de caramelo al infante.
Brisa otoñal
advirtiendo
del aislamiento
invernal.
La soga está encima de la cama
reposa
esperando que la tomen
que se llenen de valentía
y la dobleguen a su cuello
mordido
por el joven de Arizona
con olor a miel
y azufre.
Ha vestido la habitación
con baratijas
lucen esplendorosas
antes los ojos inocentes.
Se muestra sin tapujos
no apaga la luz
¡esto es lo que hay!
o lo gozas
o te marchas.
El joven de Arizona
prometía
escudriñaba cada rincón de su cuerpo
usaba la lengua como brújula
transitaba por la espalda con destreza.
Conquistador de aridez
lobo de desierto.
El idilio duró dos semanas y una noche de embriaguez.
En esta habitación solo quedan el muerto y la soga
esperando por alguien que salve a la gata.
Alga marina
estridente sargazo
seductora fiel de su generación.
Mujer creada por la escasez.
No tiene tampones.
Usa a una hormiga
del mismo modo que lo hace con un rinoceronte.
Es experta en subirse encima.
Alga podrida
con tinajón de escribana a cuesta
con la navaja estratégicamente
ubicada entre sus piernas.
Es domingo y uno debe barrer los pisos de madera
lustrarlos
aunque es imposible de borrar la evidencia.
Aquí han vivido asesinos.
Dentro de estas cuatro paredes
salpicadas por la angustia
han masacrado sueños.
Es evidente del derrumbe que ha existido.
Apuntalados han permanecido.
Esta casa es una carnicería de barrio
las moscas se amontonan
sobre los muslos rollizos
sobre los pies deformes
entre las grietas que ha ido creando
la decepción.
(Los poemas pertenecen al libro inédito El abismo en los dedos, finalista en Premio Paralelo Cero, 2017)