Malú Urriola

Nuestra Madre

 

 

 

 

 

Nuestra Madre

 

 

Nuestra madre, como nosotras, tiene dos polos. Uno alegre y otro más depresivo.

Uno que dice que sí a todo, y otro que le contesta que no.

Nuestra madre cocina, lava, plancha. La otra lee, va a la peluquería y mientras le arreglan el pelo, se lo lavan, se lo peinan, cierra los ojos y se abandona a unas manos desconocidas, que de vez en cuando porque el trabajo que realizan, se confunde con una caricia. Entonces mi madre cierra los ojos y su boca se destensa y una lágrima desciende de su ojo cerrado por su mejilla hasta quedar colgando de su rostro, temblorosa, tomándose el tiempo necesario para soltarse y caer hasta las baldosas negras y blancas cubiertas de pelos.

Nuestra madre va siempre a la misma peluquería porque tienen sillas Triumph de Barcelona… donde alguna vez decía nuestra madre, ella se iría.

El dueño del corazón de nuestra madre tal vez vive en Barcelona. Y por eso ella quisiera irse allí. De él guarda unas viejas y amarillentas cartas que relee cuando atardece. Así no siente que sea un peso vivir la vida de nuestra madre.

 

 

*

 

 

Nuestra madre escribe cartas que se lleva el padre de Tres Piernas a algún lugar y que jamás nadie responde.

Nuestra madre espera una respuesta, pero la persona a quien le escribe no quiere dárselas o ha muerto.

Nuestra madre se sienta al atardecer al lado de lo cardenales. Y cuando pasa el tren sus ojos se van detrás braceando como lo hacen las mariposas. Como Tres Piernas, sólo que Tres Piernas casi siempre logra ganarle al tren.

La tristeza en los ojos de nuestra madre es luminosa. Porque alberga la certeza que algún día nuestra madre abandone a nuestro padre, y entonces ella dejará el pueblo. Aunque nuestra madre sabe que nada de eso ocurrirá, su extravagante fantasía la mantiene viva.

Nuestra madre habla en tonos bajos y pasivos. Y cuando nuestra madre le pregunta algo mientras desgranan los porotos. Nuestra madre vuelve en sí.

Nuestra madre se molesta con Nuestra madre porque dice que no le presta atención.

Nuestra madre responde que lo único que verdaderamente tiene para ella son sus pensamientos.

 

 

*

 

 

Nuestra madre escribe las cartas en una máquina Oliver, que es su único y poderoso tesoro.

Y mientras escribe, nuestra madre reclama apelando directo a la culpa, la pérdida infructuosa del tiempo. Nuestra madre cubre entonces la Oliver con una tela donde ella misma bordó la palabra Oliver.

Nuestra madre se sienta luego a pelar papas en silencio, mientras Nuestra madre escucha en la radio los desastres de la ciudad. Nuestra madre dice que no cree en los desastres. Son una manera desastrosa de ver las cosas –dice- y sigue pelando papas. Claro -responde nuestra madre- tal es el sentido de la renuncia.

 

 

*

 

 

Mi mente piensa cosas para allá y para acá.

Como los atrapanieblas este corazón destila rocío.

Hace frío a esta hora. Un extraño y conocido hielo cala los huesos a las 6

El sol comienza a cubrir de bordes lilas y anaranjados las piernas de la dama.

Las piernas de la dama es la conjunción de montañas que se ven desde acá…

¿lo ves?

Ahora mi mente está hablando de acá

como si se hubiese marchado a alguna parte.

Cantan los grillos, aunque yo sé que no cantan,

y la luz del sol comienza a succionar una a una a las estrellas hasta que no queda ninguna.

 

Pasa braceando una mariposa y mi alma se va detrás ella hasta que desaparece… ¿Lo ves?

Todo acontecimiento es fugaz. Ni bien llega, ya se ha marchado…el tiempo es cosa de cómo se cuentan las horas, contar es tarea de buitres y mercaderes.

Sí madre, -contesto-, mientras la cabeza de mi hermana cae adormilada sobre mi hombro.

 

Malú Urriola (1967-2023). Reconocida poeta chilena. Publicó Piedras Rodantes, 1988; Dame tu sucio amor, 1994; Hija de ... LEER MÁS DEL AUTOR