El momento final
(Traducción al español de George Nina Elian)
UNA ESPECIE DE POÉTICA
Y de los muslos ensangrentados
que salga de repente una mujer alta y hermosa,
dispuesta a abrir las piernas
para que emergiera otra mujer, aún más perfecta
Ah, eso no es posible. La palabra tendrá que esperar,
pasar por innumerables estrechos y escarpadas aberturas
hasta ser purificada; crecerá
lentamente, escondida, dolorosamente,
como un carbón ciego y al rojo vivo, en algún lugar del infierno de la tierra,
soñando con estrellas imposibles, transformándose, embarazosamente,
en un diamante
O, con más suerte,
encerrada en una envoltura de grasa, huesos y carne,
como en un ataúd caliente,
para explotar, sólo cuando ya sea muy tarde,
como una mariposa de colores vivos,
atraída por otro tipo de iluminación
De lo contrario, alma mía, no es posible
tener que nacer, crecer y morir
millones de veces
para ver
un día
la Realidad.
POETISA
No seré la poetisa más grande del mundo
no cantaré más revoluciones, no oficiaré en los altares
no incendiaré barricadas con mis pechos desnudos
no salvaré pueblos pequeños con mi virginidad;
los jóvenes ya no se matarán por mí
ni los esclavos extranjeros serán echados en jaula de bestias;
no se me dedicarán odas, epopeyas y sonetos
no se reproducirá mi rostro en millones de lienzos,
fotografías, sellos postales;
nunca más naceré de una costilla de hombre ni de la espuma del mar
ni mi sombra se agazapará en secreto, pequeña Lilith,
detrás de una oscura santísima trinidad;
ya no me encontraré en libros con imágenes, tomos con nombres,
en revistas de moda, en periódicos.
Tengo 40 años, pasé la edad fatal
he recibido algunos golpes de personas
¿y aún me resulta extraño que existo?
¿no he mirado realmente la realidad a la cara todavía?
¿todavía no me acostumbré a mi sexo
al uniforme de la carne?
Miro mi cuerpo desnudo, esta caja con senos y remolinos
desde la cual a partir de hoy
solo hablaré de mí
solo puedo hablar de mí
solo sé hablar de mí
como me veo a mí misma, reproducida en millones de fragmentos similares
que fluyen continuamente por la calle
sin recordar nada.
Volveré a aprender a coser, a hilar, a remendar
a criar hijos, a lavar, a cocinar
a hacer lo que cada uno quiera, a callar y olvidar
que tuve que digerir la existencia de la tierra
reconciliar montañas y valles, unir por matrimonio islas y océanos
mejorar agujeros negros y constelaciones
unir continentes
conectar Oriente con Occidente
educar delfines, robles, panteras, lirios
de tal manera que nos perdonaran, dejaran de tener miedo, nos amaran,
tuve que hacer de las ilusiones, de la confusión, del caos
una nueva droga, fácil, cómoda
imaginar el pasado, describir el futuro
tuve que recordar todo lo que olvidasteis,
lo que nunca supisteis
restaurar en mí lo que está roto y descompuesto en vosotros
sacar los dinosaurios y las ballenas de los sótanos y recovecos
para proyectarlos en la bóveda estrellada de nuestros cerebros
todavía arcaicos
tuve que concebir y dar a luz a una mejor forma
futura
de nosotros.
Yo también lo olvidaré todo. Os dejaré sin mí.
EL MOMENTO FINAL
Mirando rojizo-azul el crepúsculo, preguntó: ¿cómo voy a morir?
Según el momento. ¿Qué prefieres: la cuerda, el veneno, la pistola?
La alegría, por supuesto.
Contemplando la perfección de la puesta del sol: el vasto momento, la tarde interminable
que comenzaba tan humildemente, ella preguntó:
¿Salvará realmente la belleza este gran declive, este ocaso sin límites?
¿Seremos pues curados del deseo?
¿Se reunirán y unirán de nuevo los fragmentos
de la vasija blanca que hemos roto? ¿No se verá el quiebre?
¿Qué lo eliminará exactamente?
La alegría, por supuesto.
Ella es una con la luz, con la muerte, esa extraña flor blanca
que irrumpe en el cielo y crece y crece y se deshace lentamente como una rosa gigante final.
Ella nos llenará y nos saciará. Con luz. Por supuesto.
Crepúsculo perfecto. Tarde auroral. Se le contestó:
¡Inténtalo! ¡Atrévete! Aquí, creo que ha llegado el momento!
La alegría, por supuesto.
AUTORRETRATO DE UNA MUJER
Había muchas cortinas y velos revoloteando allí
algunos asiáticos, norteños, otros desconocidos,
cayendo, todavía cayendo,
como una nieve de plumas largas y dispersas,
y sin embargo no podía verme.
Más allá, en la otra habitación, luego en la otra habitación
exactamente la misma historia se repetía, velos de colores y cortinas ondeantes cayendo,
todavía cayendo, alrededor de una mujer con mi nombre.
Y entonces, de repente y estando en otro lugar
me encontré: estaba en un círculo iluminado, rodeado de mucha oscuridad,
de madres ancianas, tías agazapadas
observándome, juzgándome
en un silencio más profundo que la Vía Láctea;
y, no sé cómo, me sacaron del medio,
un extraño viento, vivo y fuerte, se arremolinaba alrededor,
y entrando, junto con las otras mujeres, en el gran círculo
me vi desde arriba, desde lejos:
una diminuta hembra entre innumerables hembras,
una canal ciega de hueso en un campo interminable de canales abandonadas,
una célula desesperada en el tejido humano vivo, cubriendo espasmódicamente el planeta.
Y en el centro del círculo vi a una niña
y en el interior transparente de ella vi a una niña pequeña,
y dentro de ella otra pequeña niña,
y dentro de ella — otras niñitas, niñitas, niñitas.
Oh, velos y cortinas de colores cayendo cayendo todavía
ante un sorbo infinito
en el que sumergiéndome me encontraré de algún modo al otro lado:
este mundo es una muñeca matryoshka gigante
dentro de una mujer lejana:
ella no se conoce a sí misma, pero algún día aparecerá.
Y la sabiduría tiene imágenes, no ideas.
PEQUEÑA VIDA
Este pequeño mundo cantado por una fina aguja de diamante
en el disco de ebonita negra de este universo cósmico
vida, vida, vida
semilla de amapola caída de vagones de tren
entre durmientes negros y viejos
chorrito de saliva salada que salta a la arena
de una boca que sin saberlo pronuncia
la sílaba sagrada o m, o m*
risa gorgoteando en una garganta invisible
alucinando sobre manantiales de montaña y manchas de sangre
nubes de lluvia y metrópolis iluminadas
corcho y pescado y lechos y pasión
y mareas y mamíferos y muerte
y libro y arco iris y pesadilla
chorritos de saliva salada, risas en la nada, pequeñas sílabas sagradas
todo cabe en una boquita roja de una niña dormida:
ella no sueña nada
pero entre los suspiros de su sueño
caben todos nuestros mundos.
* La palabra con la que comienza el mantra “Om mani padme hum!”. En rumano, “om” significa “hombre”, “ser humano” (N. del T.)
¡OH MADRE!
Oh madre, dulce amarga omnipresente madre,
ay como me miras desde tu cielo uterino
cuando resbalo, cuando caigo en las calles asfaltadas, en las alfombras,
como una gorgona, como una medusa me miras desde el crepúsculo, fría y fija,
con la cara enorme y roja
Estaba en el jardín, entre escarabajos y termitas
entre polvo de oro y bacterias entre
leche y miel hablaba con vibraciones y alas
luego llegaste tú cálido y suave paquidermo sombra alta
hasta las estrellas llenaste el jardín con un rugido
te detuviste en mi longitud de onda
para llenar tu canasta, saciar tu vientre,
gorgona, para desnudar tus pechos me sonreíste encantadora y dulcemente
me recogiste y me comiste plantándome en de ti
en tu canastita blanda en el lodo caliente
sarcófago verde gruta sagrada muerte cálida y roja.
¿Por qué has venido? ¿por qué me sacaste del jardín?
¿por qué me mostraste otras hermanas, mujeres, espejos, espejitos?
¿por qué me expulsaste de esa perfección
donde yacía como una gota de rocío temblorosa
sobre un rostro de hoja verde?
Entonces vi un estrecho túnel gris
como una larga vena hacia las estrellas
a través del cual algo alado dejaba mi cabeza
elevándose triste y lentamente en la niebla
y un frío cósmico que me asaltaba
haciéndome caer, deslizarme
como una piedra, como una larva, como una semilla
abajo, en las calles, en el asfalto, en las alfombras
Oh madre, gorgona, medusa, dulce amarga,
me acechas desde tu cielo sepulcral.
Oscura agua de mar, canasta de mimbre en la que una vez caí:
¿por qué no te vas? ¿por qué todavía te quedas en casa?
Mujer extranjera, bolsa de papel seca y vacía,
me apareces desde los espejos, me esperas en el último cuarto,
donde entro a buscar, temblando,
la puerta que conduce al jardín.
LO INCONSCIENTE SIN IMAGINACIÓN
Estoy durmiendo. Duermo un poco más. Todavía estoy durmiendo.
Mi joven inconsciente sueña en mí
bestias fosforescentes cruzando profundos ríos negros,
veo enormes dioses de colores revoloteando sobre bosques sin límites,
desciendo a laberintos concéntricos donde encuentro un libro sagrado de oro,
cazo el unicornio, en la oscuridad paso delgados puentes colgantes,
rodeada de rebaños y demonios, atravieso grutas húmedas y casas desiertas,
por la mañana voy al trabajo, cruzo Calea Victoriei**,
me aventuro contigo en la Biblioteca de la Academia,
en la sección de grabados y manuscritos raros nos amamos en secreto
entre la imagen de un archaeopteryx y los dioses en un grabado indio,
estamos en el bosque, en el laberinto, recorriendo calles negras y profundas,
buscando dinero, caminando sobre cuerpos, con jefes buenos y jefes malos,
recorremos carreras y planes, oficinas y continentes,
algunos mueren, algunos proliferan, otros rápidamente toman su lugar,
descienden al laberinto, cruzan Calea Victoriei,
cazan bestias salvajes y rubias, elegantes diosas,
descifran libros con bordes dorados, exploran las grutas del mundo,
duermen y sueñan, aún sueñan
bajo un cielo lleno de cometas y estrellas, bajo una bóveda de fuego,
de un inconsciente mucho más amplio,
más viejo,
más imaginativo,
soñado por un inconsciente aún más vasto,
sin edad,
más sorprendente aún,
soñado por un inconsciente sin límites,
sin centro
y sin imaginación
** una de las avenidas más importantes de Bucarest (N. del T.)
EN LA MEDIANA EDAD
En esta carrera extraña y sin salida,
a veces recibimos golpes inesperados y repentinos,
cuando, de repente, el cronómetro en el bolsillo, haciendo clic, se detiene
y vemos diferente, pero d i f e r e n t e,
la silla y la mesa donde estamos sentados, mudos, abrumados.
Poco a poco, los objetos adquieren una claridad fosforescente,
una especie de cortina alta se aparta un poco
frente a una niebla antigua, una penumbra dolorosa.
El tiempo se detiene, nada fluye.
Nos paramos. Estamos esperando.
Encerrados en un presente vivo e intenso.
Algo vibra alrededor: una especie de tensión, un miedo.
Como si un pequeño apocalipsis, pero terrible,
esta vida nuestra
pudiera caer repentinamente ante nosotros
como un agua afilada, como una cascada que hace justicia.
Una película quedaría atascada en una enorme máquina de proyección
y de repente nos encontraríamos en medio del cliché,
en el interior de la secuencia. En el vasto río de imágenes que es el mundo.
La luz de la ilusión se apagó, se enfrió.
Todo está en silencio; adentro está vacío; un silencio cósmico.
La mente se abre, por un instante como un relámpago, un momento poderoso,
a misterios olvidados, jamás sospechados.
Algo pesado dentro de nosotros gime, se lamenta; cae en un abismo sin forma.
Algo más en nosotros se eleva suavemente a un sorbo de luz,
vislumbrando con asombro su propia inocencia.
Y en la nueva claridad de la visión interior
vislumbramos vagamente, como una película más sutil, un pensamiento tembloroso,
unos dioses maduros, sentados en una mesa arriba,
discretamente haciéndonos señas,
sonriendo,
esperándonos.
EN EL ANIVERSARIO
Para los amigos que ya han ido más allá
No sabemos cómo ni por qué empieza a oscurecer fácilmente
la luz se volvió inclinada y más fría
un vapor púrpura se eleva lentamente de las personas, el follaje y las cosas
El caos y el ruido del mundo parecen alejarse un poco
nuestra lucha se detuvo por un momento — una punzada en el corazón, un pánico
frena nuestros movimientos, suspende nuestra avalancha de pensamientos
Nos sentamos solos en un banco del parque o en casa en una mesa con invitados
buscamos significado en palabras y gestos, pero todo se repite extraña, mecánicamente
ya no entendemos nada, ya no queda nada por entender
Nos refugiamos en los hábitos; son más duraderos que nosotros
dejamos que el espíritu de la vida nos abandone lenta, discretamente
y vuelva a la nube vital que envuelve la Tierra
Nos quedamos un momento en el parque, en un banco
miramos el mundo con desapego, admiramos sin deseo
su belleza tranquila, vasta y deslumbrante
Tal vez eso es todo lo que necesitamos entender en esta vida:
somos conciencia pura y universal
y ya no tememos a la muerte…
TODO
Todo roba al hombre de sí mismo,
lo usa para sentir, para vivir
y luego lo devuelve, vaciado cientos y miles de veces,
como un espejo roto en pequeños pedazos,
a la naturaleza
Todo roba al hombre de sí mismo:
la luna llena, las gotas de lluvia, los claros lagos de montaña,
el cielo auroral, los cielos teológicos
(espejos en los que puedes perderte, puedes disolverte),
los espectros musicales de radiación o las locas corolas de flores,
los millones de especies cantoras, trepadoras y voladoras,
cada una con su diminuta y astuta inteligencia,
queriendo ver el dibujo en sus alas, los colores de sus plumas,
teniendo una sed ardiente de entender las letras y números en sus pieles,
la enigmática belleza de los plumajes, pezuñas y trompas
Por no hablar de la curiosa exaltación del arcoíris tras la lluvia
ni de la gracia de la circulación del agua entre el cielo y la tierra,
ni de la humilde gloria de la clorofila ni de la tenacidad de las células sanguíneas.
lo que se ve y lo que no se ve
lo que subsiste y lo que solo aparece a veces
lo que todavía se puede crear o imaginar
Todo, todo le roba al hombre de sí mismo,
lo arranca de su abstraída placenta mental,
de su precioso capullo narcisista
lo saca por los sentidos
lo usa como un ojo de nácar con pedúnculo
como un dedo infinitamente delicado, una papila gustativa infinitamente paciente,
lo despliega
lo rompe en pedazos, lo esparce
para ser visto, tocado, sentido,
para amar y odiar,
para ser hombre, para ser mujer, para ser como un niño,
para reflejarse en sí mismo y salvarse en el pensamiento.
Todo utiliza al hombre,
lo disuelve como un suero raro y precioso en tejidos y follajes y rocas,
lo inyecta en estructuras y reinos y formas de agregación,
un fuerte suero lisérgico que mata y devuelve la vida,
quema y revela y deja el universo transparente como una lupa,
como una vasta célula ovalada diseccionada al microscopio,
súbitamente permeable al terror y a la trascendencia,
a la adoración y a la nada —
un droga que hace renacer la materia.
El hombre, con su imagen ante él, fantasma humeante,
patético holograma
proyectado sobre constelaciones entrópicas y verdes enjambres de langostas
sobre la pequeña tierra ptolemaica y el vasto lastre no euclidiano
que abraza soñadoramente su propia circunferencia —
una esfera clara y vaga, todavía lejana,
en la que se podía ver, como en el acuario,
todo el universo, todo el mundo
Todo roba al hombre, lo sorbe, lo mastica y lo traga
en metabolismos y circulaciones, en metástasis y metamorfosis,
lo proyecta en sí mismo, lo usa como una droga, se emborracha con él,
sueña que es un feto, luego un bebé y un niño, luego un joven y un anciano
así muere y revive
y se salva en el Pensamiento.
Y finalmente, después de los saltos sobre niveles y mundos,
después de la pérdida de sí y la lucidez sideral,
en los éxtasis de las galaxias, en el eufórico caos de las partículas satisfechas,
de los fotones felices con el juego de las encarnaciones y las desintegraciones,
harto de espejismos y existencias, de sufrimientos, odios y amores,
lo devuelve a la naturaleza.
Cansado, vaciado como después de un sueño demasiado intenso, una pesadilla grandiosa,
en la que soportó un largo viaje cósmico,
en el que fue a la vez el big bang y la muerte,
el hombre se encuentra de nuevo consigo mismo.
Solo consigo mismo, encerrado de nuevo en su apretado capullo de necesidades y sensaciones,
en el trozo de carne que lo separa y protege de nada y de todo,
cansado del horror de una revelación continua
que, como la luz, fluye dentro y fuera de sí mismo
y obnubila sus esferas de pensamiento,
el Hombre vuelve a deambular, como al principio, entre hierbas calientes
e insectos de verano, entre pájaros cantores y animales salvajes,
atravesando con raros pasos la densa selva de los símbolos
que deja de ser un misterio
para convertirse en pura identidad.
UN CEREBRO APOCALÍPTICO
Hasta
que veo, ¿con qué ojo?, ¿con qué vista?,
la coagulación de gelatinas y sales del polluelo del gorrión en el huevo moteado
las células liberadas que se desintegran frenéticamente
en el cadáver del joven suicida bajo la capa de violetas
o el ascenso y descenso manométrico de la santidad en la virgen
el acoplamiento de los polos celeste y terrestre en la novia y el novio
su amor metamorfoseándose terriblemente en el feto
Hasta
que oiga, ¿con qué oído?, ¿con qué escucha?,
los lamentos y los himnos de las células de mi cuerpo muriendo y resucitando
construyéndome con avidez felices de proliferar rechazando la
procreación asustadas de la resurrección
en la armonía dodecafónica de mi civilización en transformación
finalmente comenzando a percibir lentamente el rugido de la alarma final
la música de una fuerte explosión acercándose
el grave acorde de la octava de oro con el que terminará el universo
Pero hay objetos que no se ven, colores que aún no percibimos
y que no podemos soportar, criaturas que escapan a nuestra observación, estados que no podemos soportar;
hay sonidos que aún no queremos escuchar, hay olores que aún no nos embriagan,
hay formas, lugares y mundos en los que aún no hemos vivido, reinos en los que aún no hemos navegado,
estados plasmáticos o planetarios en los que no nos hemos disuelto.
Todavía hay tanta materia sola, un universo solitario ajeno a sí mismo,
sin amor, ignorándose a sí mismo.
Hasta entonces
¿cómo puedo aceptar mi oído y mis ojos
cómo puedo soportar que mi cerebro estrecho se mantenga en la prisión de los huesos
y admitir este mundo pagano?
¿Qué tipo de ojos, qué otros sentidos podrían soportar
la descomposición del niño en el hombre adulto
la degradación de la Vía Láctea en alguna metrópoli
la transformación del intestino grueso de la diosa en este universo?
¿Qué pensamiento apocalíptico debo tener
para que él ame la quintaesencia excrementaria de nuestro mundo mágico,
qué vasta imaginación debo desarrollar para que él acepte
esta espléndida mierda divina
donde sólo puedo amar violando
conocer sólo devorando
y comprender sólo poseyendo, fusionándome con el otro?
¡Mundo! ¡Universo!
Flor de ciruelo blanca, carne blanda de cordero,
para que pueda conocerte, ¡te c o m o!