Luis García Montero

No puedes ser así

 

 

 

 

II

 

En este duelo están todos los duelos

como en su nombre pueden estar todos mis nombres,

los de mis hijos antes de encerrarse en su cuarto.

Bienvenido a la plaza una vez más,

nos lo dice el verano o el otoño a deshora,

la vieja lentitud de un dolor sin palabras.

Bienvenidos a un resto de silencio.

 

Es el deber de las autoridades,

enterrar a los muertos y convocar la muerte.

con la lengua de fuego de un avión,

con los tambores del patíbulo,

con el desahucio en la memoria

y la oración del atentado,

convocar a la muerte y enterrar a los muertos.

 

Ya lo hemos visto todo, pero escucha…

De nuevo están ahí

los cascos del caballo, las casas incendiadas,

la violación y las banderas

y los crucificados.

Hoy han sido cien víctimas,

tal vez tú y yo, nosotros,

vivos en el ayer de las ciudades,

rodeados de mar, de sangre antigua,

con palabras mal puestas en la cola

de una conversación interrumpida.

 

Claro que tengo miedo.

Dora la luz el rostro de un cadáver

todavía caliente,

el zapato de un niño todavía dormido

y el cálculo preciso de un misil:

los sesenta segundos mal contados

que tienen los minutos de silencio.

claro que estoy aquí, en esta plaza

donde la historia abre los balcones

para reconocer su duelo y su catástrofe.

Están aquí mis nombres,

las sílabas heridas con las que llamaré

esta noche a mis hijos:

que la cena está puesta,

que es la última cena como todas las cenas,

que duele la campana del reloj en la plaza,

el principio del fin,

la sábana de olvidos para tapar un rostro.

 

Y, claro está, la sombra me persigue.

Duele también la buena muerte,

lo que se llama y firma la muerte natural.

Lo saben los doctores de la nada,

lo saben de verdad,

como lo saben las mentiras,

como lo saben todas las lápidas sin nombre.

 

En este duelo pueden estar todos los duelos.

 

 

 

 

V

 

Esta ventana sin cristales

me pide una paloma. Va la luna

redonda y amarilla a detenerse

encima del tejado. La ventana

quiere también un gato.

La luz nocturna baña las paredes,

ilumina las grietas y juega con las sombras

para llamar al perro, la vaca y el caballo,

la oveja sin pastor y el escorpión.

con los cables eléctricos que cruzan la fachada,

la luna ha dibujado una jirafa,

una cita de amor y una arboleda.

cuando voy al encuentro de tu nombre,

llegan las nubes negras y se pone a llover.

Es la estación de los diluvios.

 

La casa se levanta, empieza a navegar

una vez más, despacio, los postigos cerrados,

dispuesta a resistir con sus arañas,

su hiedra y sus poetas.

Me salvo en la unidad de esta melancolía

optimista que vuelve a la navegación,

aquí, junto al Nosotros

de la cita lluviosa en las ciudades,

de la mirada inquieta en las orillas,

mientras el mundo choca con el mundo

en las rocas del mar, en el árbol del viento

y en la cuneta del accidentado.

Recorremos caminos de madera

entre la cruz y el arca.

 

Todo lo que no fue es ahora presente,

una vez más, despacio, mientras cesa la lluvia

sobre un amanecer sin dioses ni profetas

cargado de recuerdos. No es un cero, es el sol

que ilumina la casa para cambiar de siglo.

Lo afirman las palomas y los gatos

que saltan a la calle. Hay otro siglo XX,

como hay otro siglo XIX,

como está por hacerse el siglo XXI.

Todo está por hacer y deshacer,

caminos de madera,

los pronombres, el duelo y el abrazo.

Puestos a enumerar lugares propios

en la historia indecisa,

deja el amanecer al descubierto

catástrofes, incendios corrosivos,

pero también hogueras para sentarse a hablar

con la noticia de la rebeldía

y las navegaciones de buen puerto.

Es una rebeldía sentada, ¿lo comprendes?

¿O lo vuelvo a escribir?

 

Entre el fuego y el aire, entre el agua y la tierra,

vuelve a cruzar la gente. Su sombra es la poesía.

 

No cerraré los ojos al mirar la crueldad.

No ocultaré el dolor con el estilo.

Pero el beso me llama en su naturaleza

 

para intentarlo una vez más

sin esperanza y con convencimiento.

 

 

 

 

No puedes ser así

 

Que no,

no puedes ser así,

sabor de cáliz

en la sala de urgencia del espejo,

una vez más herido

de mirarte a los ojos en ruinas,

noche oscura con manos de Caín,

escandalosa huella

en carne y hueso del pasado.

 

De ti sale despacio,

igual que de una historia con cajones,

toda tu condición

mientras los acontecimientos se suceden.

El crimen, los traidores, la copa envenenada,

el verdugo, los sueños

afilando su espada de matar,

que se llama Satán, Caudillo o Bruto,

salen de ti, te miran,

Judas del bien y el mal,

están donde hace siglos

en la letra que escribe

tu sonrisa, tu beso, tus abrazos…

No puedes ser así.

 

Pero, cambiando de conversación,

recuerda

otro camino que también es tuyo.

Desde la roca alta y soleada,

mira la paz del campo,

escucha el mar, recoge

como una red la historia entre tus manos.

convivir con la muerte fue también

la única manera de celebrar la vida.

Por los olivos suben

seres que no son cifras sino cuerpos.

también sale de ti

otra huella de siglos

que resiste a su mal porque tiene zapatos

muy cansados, muy hechos

a levantarse y regresar

después de cada fecha

por amor a la vida y a los sueños descalzos.

 

Estás aquí, has recibido el fuego.

quizá todo consiste en mantener

la llama sin quemar y sin quemarte.

 

No puedes ser así.

tampoco puedes ser de otra manera.

 

 

 

 

Pasa la vida

 

Un tiempo que no fue del todo nuestro.
Antonio Jiménez Millán

 

Cumplida cierta edad, y me permito

hablar del mundo y de mis años,

el corazón parece un bar de carretera.

Llega un viajero, busca

un lugar libre, pide cualquier cosa,

se acomoda al murmullo de la tarde.

Sus maneras correctas o sus antipatías

llueven sobre mojado.

 

En una mesa, al fondo,

está sentada y sola la memoria

de un tiempo que no fue del todo mío.

 

Pero yo soy de él, así que reconozco

el cenicero, el humo de sus días,

los labios en la copa,

la mano descansada en otra mano ausente.

Su vacío es la piel

en la que puede acariciarse

aquello que no existe.

 

Y el mundo vulnerable permanece

en un amor de arena.

 

A veces un viajero se acerca hasta el rincón,

se sienta a conversar. Es una suerte extraña.

Después de su café y de sus quimeras,

lo normal es que, frágiles o fuertes,

se vayan pronto los recién llegados.

 

Cuando el bar se despuebla,

la memoria camina hasta la barra,

dice mi nombre, pone

dos copas y salimos a la calle

para mirar la carretera.

 

Los coches y las sombras

saben su dirección, van a lo suyo.

Nosotros esperamos que alguno se detenga.

Pero ese es otro asunto, por ser otro vacío:

lo que sigue pasando en esta vida.

 

 

 

 

En otra caverna
(Habitación 5427)

 

Una mujer extraña me sonríe.

Yo la estaba mirando

porque su edad discute con su ropa

y quiebra la penumbra del café.

En las paredes de cristal se mezclan

la calle, mi silencio y las conversaciones

como ascuas lejanas.

Mundos habituales de este mundo

se despliegan delante del que mira

a sus sombras pasar entre la gente.

tampoco falta un perro abandonado,

el reloj de una iglesia y la tranquilidad

del tiempo que envejece.

De manera importuna, después de la noticia,

viajé muy de mañana

para caerme del avión

lejos de mí,

en una tarde de domingo.

 

Es verdad que son muchos los poemas

de amor que suelo dedicarte.

Pero en estas palabras

la cicatriz devuelve su retórica

y se deja de versos.

 

El amor hace sombras de mi vida,

descarnado egoísmo,

todo lo que yo soy

cada día mezclado con mi nombre.

 

Hablo solo de mí, de lo que nunca

puede tener sentido si me faltas.

 

 

 

 

-Luis García Montero
No puedes ser así
Colección Palabra de Honor
Visor Poesía
España, 2021

 

De momento sin hacer Cub. No puedes ser asi (Camisa).indd

 

 

Luis García Montero (Granada, España, 1958). Ha publicado libros como Habitaciones separadas (1994), Completamente viernes (1998), Vista ... LEER MÁS DEL AUTOR