Luis Eduardo Aute

El corazón y el pie de sus palabras

 

Por Xavier Oquendo Troncoso

 

Conocí a Luis Eduardo Aute cuando más lo necesitaba.
Estaba allí, sentado en el andamio de su música.
Cuando quiero oírlo me acerco quedito y él me dicta
el contenido de su portafolio de almas
-envidiable milagro de la música-.

Se suele decir que las cosas llegan cuando deben llegar.
No antes ni después.

Así me llegó Aute, directo al músculo solar del corazón.
Así se fue haciendo mi radio-hipotálamo,
como si fuera una fosa común
donde guardar sus canciones
en medio de mi álgida rutina de todos los días.

Lo fui queriendo como se quieren los chocolates en la niñez,
los zapatos en la adolescencia y los amigos en la vida.
Lo fui haciendo parte de mi banda sonora,
de mi filosofía exaltante, de mi comida musical.
Lo fui naciendo en pintura de mis días
en horas de mis relojes
en altura de mis rascacielos.
Lo fui reconociendo en la nube de lluvia
en el sol del verano
en el espacio para las rosas en la primavera
el otoño también fue en algunos días.

Aute fue mi compañero en muchos momentos de decaimiento.
Allí estaba su voz para protegerme contra la enfermedad de la costumbre
contra el vacío
contra la mentira
contra las canciones feas
contra los cantantes fofos
contra la historia mediática de los que siempre ganan y nos hacen perder a todos.

Recuerdo haberlo escuchado en directo, por primera vez,
en aquel emblemático encuentro de cantautores que marcó mi generación:
“Todas las voces, todas”.
Su voz llegó y dictó con su música las rutas más salvables
para poder escribir un poema erótico
Sin morirse en el papel en blanco
Con dolores de cursilería eficaz.
Él sabe que hay dos opciones:
o se erotiza por medio de la filosofía empírica
o mejor se escribe un panfleto.
Sabe dónde está ese punto entre canción y poema.
El punto exacto donde mueren los inviernos de lo común.
El punto G, el punto débil de una canción que suena como poema
Y un poema que puede sonar como canción.
Es increíble ver cómo la gente canta en vozarrón popular:
“es el alma que se encela con instinto criminal,/ es amar, hasta que duela/como un
golpe de puñal…/ay, amor, ay, dolor…/yo te quiero con alevosía…”
Sin saber, acaso que la furia de amar no es un canto de autoayuda
Ni una cancioncilla de letrita plástica
Ni un ronroneo simple de canción de radio
La palabra es poder
Y ésta le hizo super poderoso a Aute.
Le hizo visionario de su impresionismo calculador
en la pintura.

De su pensamiento cinético,
De su corazón de sable de goma, de su humanidad volátil
De su transformación en cientos de torcazas
Que traen y traen y traen, en lugar de paja, imágenes
A todo lo que él interviene en arte. Todo lo que él transforma en arte,
Todo lo que él vincula al arte.
Su modo supuestamente simple a la hora de jugar con las palabras.
Sus palíndromos, sus jugarretas idiomáticas,
En mezcla con esa especie de curvatura de la ternura,
Con esa especie de dulzura de caña, con esa especie de oro líquido
Que es su voz y su potente equilibro entre lo lingüístico y conceptual.
Aquí, en la obra de Aute luchan por igual los conceptos y los sonidos.
Luchan por igual las formas y los sentidos.
Luchan por igual el poeta con la canción.
Se hace como sol en las heladas llanuras del Ártico
Se hace como lluvia en los desiertos y en las habitaciones sin ventanas.
Se hace como de equilibrio en un manicomio legítimo y creativo
Se hace como las flores en las bodegas olvidadas.

Qué será de hacer para describir como el objeto receptor: sensible y recatado
Se siente cuando se lee y escucha la poesía de Luis Eduardo Aute:
Es como sentir esa sensación entre el agua y el pie seco
a punto de infiltrarse en la piel del agua,
como que ya uno va a sentir todo el escalofrío en el cuerpo,
esa piel gallinosa,
esa piel que comienza a doler y que pronto va a escalofriarse.
Así, más o menos.
O también como un Dios de esos caprichosos
Que no saben qué hacer cuando el mundo se mueve,
Luego de haber inventado el movimiento.

Es tan sin palabras. Es solo su palabra la que se explica a sí misma.

Gracias maestro, por mover tus palabras en tu mundo/música
Y en la piel de tus lectores.

Quien no ha hecho ese ritual casi oriental de mirar su propio pie sobre el agua,
Entonces que escuche una canción de Luis Eduardo, o lea uno de sus poemas.
Puede estar calzando botas, pero el agua correrá por entre los dedos de su pie.
Déjese alcanzar por ello.

Ni más ni menos.

 

 

 

 

Poesía

 

De un tiempo a esta parte

De un tiempo a esta parte
se vigila los pies sin disimulo
convencido de su incierta trayectoria
y alguna vez se los quita
ante el estupor de los transeúntes
no sin antes haberse disculpado

en otros momentos en su dormitorio
cuando la soledad es más intensa
les da un giro de ciento ochenta grados
y se pone a rezar un padrenuestro
a los pies de su cama.

 

 

 

El dolor cumplido

Y al fin
el más inhóspito de los habitantes
te morará como un feto maduro
y se consumará
el lógico parto último
sin la más mínima mutilación umbilical

después
el ritual de abrocharte
a modo de cicatriz o medalla al valor
y con la serenidad fatua del dolor cumplido  dejarás de convivirte

 

 

 

Cuarteto elemental

Uno

En su ley de ecuaciones,
no consuela que soliciten
la combustión determinados grados
de temperatura
ni que dieciséis sea el peso atómico del oxígeno
ni que la lluvia sea la relación entre dos gases
ni que sean, salvo el mercurio
que sangra planetas de metal, sólidos  todos los minerales si
el quinto elemento se halla, por decreto,
fuera de la ley.

 

 

 

El verbo se hizo carne

Disuelto en tus entrañas
de líquidos secretos,
desentrañaba el nudo
de Dios y su Misterio.
De la canción El universo

El Verbo se hizo
carne tuya
y
carne
mía

y conjugó entre nosotros.

 

 

 

Volver al agua

Y después
de los fuegos ahogados
por las matemáticas del
espejo, las liturgias del
desorden
y otros templos
de mundos, demonios y
carne, cuando ya el
crepúsculo
es oro que baña los restos
heroicos de naufragios por venir
y la noche de hielo se presiente
próxima, me apresura la inaplazable
sed
de volver al agua,
al origen mismo donde se
fraguara el hierro de la vida,
con la irreductible intención de revivir
desde las húmedas pavesas de lo
vivido, tiernos incendios de olas
en tus
sueños, y en
los míos,
feroces océanos de luz
entre humos de espumas
olvidadas, con el soplo apenas
de mi latido mas ávido a ti.

Pero antes,
tendré que quemar con
lágrimas todas las fotografías.

 

 

 

 

 

Canciones

 

De paso

Decir espera es un crimen,
decir mañana es igual que matar,
ayer de nada nos sirve,
las cicatrices no curan jamás.

Sólo morir permanece
como la más inmutable razón,
vivir es un accidente,
un ejercicio de gozo y dolor.

Que no, que no, que el pensamiento
no puede tomar asiento,
que el pensamiento es estar
siempre de paso, de paso, de paso…

Quien pone reglas al juego
se engaña si dice que es jugador,
lo que le mueve es el miedo
de que se sepa que nunca jugó.

La ciencia es una estrategia,
es una forma de atar la verdad
que es algo más que materia,
pues el misterio se oculta detrás.

Hay demasiados profetas,
profesionales de la libertad
que hacen del aire, bandera,
pretexto inútil para respirar

en una noche infinita
que va meciendo este gran ataúd
donde olvidamos que el día
sólo es un punto, un punto de luz.

 

 

 

Querencia

Que duro es quererte así
contigo pero sin ti,
amando tu cuerpo pero tú a años luz de mí.
No quiero saber por qué,
para que arriesgarme a que me respondas
<<no lo sé>>…
Prefiero sospecharte en otros brazos
y partirme en mil pedazos
a seguir muerto de pie.

Cómo romper
con tu indiferencia,
cómo vencer
esta mala querencia por ti,
carencia de ti…
querencia por ti…

Te miro pero no estás,
Y veo un puñal detrás,
dispuesto a asestarme el golpe de un <<nunca jamás>>…
Tu tibio dejarte de hacer
no es más que una forma lenta
de desaparecer…
una manera de emprender la huida
a través de este suicida
simulacro de placer.

Si te adivinara un <<no>>
sería que algo pasó,
Cualquier tontería, incluso un crimen, qué se yo…
Y así sería capaz
de poner fin a la guerra infinita
de esta paz…
Qué duro ver el rostro de la muerte
cada vez que intento verte
más allá de tu antifaz.

 

 

 

El tiempo, el viento

No se trata de hallar un culpable,
las historias no acaban porque alguien
escriba la palabra <<fin>>.
No siempre hay un asesino,
algunas veces toca morir…
lo que viene se va
como suele pasar
el viento, el viento.

Márchate si ha llegado la hora,
date prisa que, como ya sabes,
es muy impaciente el amor…
No malgastes ni un segundo
después de darle cuerda al reloj,
que un cumplido de más
no te vaya a robar
el tiempo, el tiempo.

Y no queda nada,
las espinas, las rosas
se las llevó
el viento, el tiempo…

Ahora sólo la vida te espera
con los brazos abiertos y el firme deseo
de hacerte feliz.
Puedes irte cuando quieras,
no hay muros que te impidan salir…
y no mires atrás
que te va a despeinar el
viento, el viento.

Qué difícil decirte <<hasta
luego>> cuando no es el terror de
perderte este miedo a no verte
jamás.
Ya no hay puntos suspensivos,
llegó el rotundo punto final…
cuando la soledad
sólo espera matar
el tiempo, el tiempo.

 

 

 

De alguna manera

De alguna manera
tendré que olvidarte
y aunque lo pretenda
no es fácil, ya sabes
me faltan las fuerzas
ha sido muy tarde
y nada más, y nada más
apenas nada más.

Las noches te acercan
y enredas el aire
mis labios se secan
e intento besarte
que fría es la cera
de un beso de nadie
y nada más, y nada más
apenas nada más.

Las horas de piedra
parecen cansarse
y el tiempo se peina
con gesto de amante,
de alguna manera
tendré que olvidarte
y nada más, y nada
más apenas nada más.

 

 

 

El niño que miraba el mar

Cada vez que veo esa fotografía
que huye del cliché del álbum
familiar, miro a ese niño que
hace de vigía oteando el más allá
del fin del mar.
Aún resuena en su cabeza el
bombardeo de una guerra de
Dragones sin cuartel, su mirada
queda oculta pero veo
lo que ven sus ojos porque yo soy él.

Y daría lo vivido
por sentarme a su
costado para verme
en su futuro desde
todo mi pasado
y mirándole a los
ojos preguntarle
enmimismado si
descubre a su
verdugo en mis
ojos reflejado
mientras él me ve
mirar
a ese niño que miraba el mar.

Ese niño ajeno al paso de las horas
y que está poniendo en marcha su reloj
no es consciente de que incuba el mar de
aurora ese mal del animal que ya soy yo.
Frente a él oscuras olas de
naufragios acumulan tumbas
junto al malecón
y sospecha que ese mar es un
presagio de que al otro lado
espera otro Dragón.

 

___________

 

-Luis Eduardo Aute
De un tiempo a esta parte (Antología)
Selección y prólogo de Xavier Oquendo Troncoso
Epílogo de Jorge Luis Bustamante
El Ángel editor, Quito, 2016

 

luis eduardo aute portada

Luis Eduardo Aute Nace en Manila, (Islas Filipinas, 1943 – Madrid, 2020). Vive en Madrid desde 1954. Con una temprana vocación por la pintura, expone por p ... LEER MÁS DEL AUTOR