Luis Carlos Mussó

Cerrojos y otros textos

 

 

 

CERROJOS

[epistola ad efesios/ I]

Donde las llagas del país de la lengua son negadas muchas veces sin ningún canto de gallo. Y a pesar suyo, permanecen sin descifrar[se] ante estos sus  cánticos de cristal opa- co. Intensamente,  saldrán de sus barricadas para abrevar en las parcelas –cerca de intuir aún– de la máscara. Donde se desbrozará [sin resultados] un recinto de espectros para aguaitar cómo flamea la imagen / de qué manera se distorsionan las habituales contraseñas. Y como en la cárcel –o el naufragio– se echa a pique la palabra. Para qué la palabra, si sus adefesios ya no son solo una epístola escrita y dirigida a los habitantes de esta ciudad quebradiza. Para qué la palabra, si sangra para que nazca el ángel oscuro en plena cabalgata. Para qué la palabra. Para qué.

 

 

INDIANA JONES EN LA CALLE JULIÁN CORONEL

[cementerio general de guayaquil]

Escuchas los chirridos en el metal de cruces mohosas mientras se oxida. Y en los socavones, sarcófagos / sarcofagia / fagia de sarcos. El miedo se te pega a la barba como sudor [las serpientes se encaraman en tus rodillas]. Nada como la piedra para grabar la imagen / Nada como el musgo para ahogar la piedra. Pasas inadvertido entre la caliza y el granito. Levantas la mirada y percibes una buena toma del campamento. Hay algo de la realidad en la habitación del sueño: el mandil de sangre con que me recibes en cada temporada de fuegos. Ya que la putrefacción ha llegado a tus miembros, el amor es una leyenda que crees haber sufrido en el sexo. Si todo poema vocifera un epitafio, éste también. Porque a la hora de los gerundios prefieres los que habitas…

–el mundo negándonos, y tú desnudándome–

 

 

LAVORARE STANCA

Qué tuviste ver con la lengua alemana, la que se ensaña con sus relámpagos sobre ese establo entero de bayos desbocados / Qué tuviste que ver con las íngrimas montañas de Selva Negra en cuya frontera jugabas al tiro al blanco [las municiones de plata garantizan que acabarán con el enemigo] sobre esa diana que es tu jeep  articulado por manchas de óxido / Qué con los patios fascistas inflamados de estandartes deshilachados. Qué tuviste que ver con las balas de sangre que lograban que las madonas de médula cenicienta envejecieran más pronto / Qué con las algas marinas que erosionan artríticas venus de mármol aun no descubiertas en el Mediterráneo / Qué con  la orquídea de agua que se espesa cada vez más en tus tobillos.

 

 

REMEMORACIÓN

[cfr. historia de la eternidad]

Después de aquella noche –la de luna preñada, por más señas– en que pronunciamos al unísono el dolor y la herida en nuestros cuerpos, y en la que anegamos una terrible canción en ciénagas y resuellos –aferrados, ambos, con los dientes–, me negaste siete veces.

Recordé los hielos escandinavos. Esperé a que los lobos engulleran al sol y a la luna y pisé fuertemente el puente de la nave que me llevaría muy lejos. Aquella nave construida con uñas de muertos y con pretensiones de trasatlántico o trirreme. Sentí la fuerza quebrada en mis rodillas, un humor vacío en el sexo y dos marcas color marrón –una en la nuez de Adán, otra en el hombro– que me estrangulaban. Pisé fuertemente sobre el puente de la nave, la que sería un abismo dispuesto a abrirme su secreto. Y viajé en aquella nave. Aquella nave pesada como tierra curada con uranio. Aquella nave construida con mis propias uñas.

 

 

CERROJOS

[epistola ad efesios/ ii]

La garita rompe en fragancia y sinestesias, mientras se le ven las costuras al poema –el que avanza entre mondas de fruta oxidada y preservativos que cumplieron ya su misión de per- petuar el olvido–, arrastrado por el arroyo hasta el ojo único de un cíclope excusado. Como los paneles de puertas de mu- cha fama que cincelaron expertas manos y que ceden ante el canto sudoroso del agua terrosa. Como el soldado triunfante que regresa a su fuerte sobre una deshilachada parihuela en medio de anatemas. Como el halcón que perpetra por ené- sima vez el arte antiguo de la cetrería. Como estas palabras que no dicen nada y se hacen daño a sí mismas punzándose con afilados hiatos en el baño trasero de una garita.

De CUADERNOS DE INDIANA (2013, 2014)

 

 

canción de los libros y el desastre

1 1 porque un sermón se despeña entre las garras retráctiles de un felino ocaso / y esparce los afrechos de la oscurísima nada / y hace girar al mundo como a un misterioso cubo de rubik /

2 hay un viscoso banco de arena en mi único ojo / una lluvia harinosa que resulta el maná que blanquea los tejados en una fila interminable de hospicios / un arco-iris desteñido que fracasa en su arborescencia /

3 las páginas –como alas– registran el censo de la ciudad con un deseo que se castra a sí mismo cada noche / me restriegan las mañas de un onán deportado / oxidan este tu cielo como a una imponente lata de cerveza /

21 a lo mejor la poesía rasga este mi ritual en su libre caída, como un aerolito / a lo mejor y casi de brazos, esta mi Infancia juega a la asimetría con la porosa piedra de moler en la cocina de mi madre / a lo mejor esta nueva Infancia enciende monedas afiladas en una alcancía de solsticios / a lo mejor me hallarás a la vera del siglo vendiendo mi primogenitura por una página cada vez más en blanco /

De MEA VULGATÆ (2014, 2018)

 

Luis Carlos Mussó (Guayaquil, Ecuador, 1970). Ha publicado los poemarios El libro del sosiego (1999), Propagación de la noche (2000), T ... LEER MÁS DEL AUTOR