Luis Cardoza y Aragón

Luna Park y otros textos

 

 

 

Luna Park

En un Luna Park
El creador filma la Vida,
Y sobre ese panorama,
Están tendidos todos nuestros nervios:
Estrépito sin descanso,
Hombres y mujeres en las fábricas
Al lado del músculo obediente
Fiel
Y sonoro de la máquina,
Fauna del HOMBRE.
Ferrocarriles, aeroplanos, barcos,
Vías subterráneas,
Arterias de la vida del mundo
En donde somos:
Glóbulos blancos,
Glóbulos rojos,
Bacterias…
Vida febril,
Mecánica,
Ásperamente práctica;
Agonía de los últimos románticos
-Siempre habrá los últimos-
Belleza del espasmo.
Vértigos de montañas rusas.
Las horas muertas no tienen minutos.
Epilepsias del jazz band.
Emoción.
Un alta marea,
La energía del mundo.
De fiebre brillan los ojos de las mujeres.

Los corazones golpean los pechos de los machos.
Y hay un grito que se angustia
En la garganta de todos:
¡Vivir! ¡vivir! ¡vivir!

Siglo neurasténico.
Todos somos un poco enfermos:
El hombre: un convaleciente,
Un convaleciente de la vida.

Espiritualidad de la materia:
Parecen nuestros cuerpos
Proyección de nuestras sombras.
Asomada el alma
Al espectáculo del mundo,
Ha sentido en su fiebre mi fiebre,
Y he oído el profundo
Latido de su corazón,
Como si fuese a estallar.

El prisma intelectual del siglo XX
Ya no más descompone
En los siente colores,
La luz de la moderna
Espiritualidad.

Intermitencia de lágrimas y risas.
Tragedia.
Sainete.
Farsa.
¡Aún no está seguro
De su papel,
El mundo!
A veces llora
por reír;
A veces ríe
Por llorar.
Luna Park.

Velocidad.
Visiones del África Ecuatorial
Con la aurora boreal.
En la mañana de hoy
Estaba en Shangai.

Ayer dormí en New York
¿Cenaré en París?
Babélica conflagración
De lenguas y de razas.

Tierra, Arca de Noé constante,
Esponja empapada de sangre y de sudor de hombres;
Bosques de chimeneas fumando,
Cirios de colosos
Que se acaban de apagar;
Ciudades que no duermen,
Ennegrecidas de carbón de piedra
Y olorosas a petróleo,
Sangre de la Tierra;
Nerviosidad de clepsidras,
Pavor del minuto
Muerto sin vivirlo.
¡Pavor, pavor, pavor!
¡Alegría del minuto deleitado,
Tal un gajo del fruto de la vida!

 

 

 

Nieve                                          

Cuando una hormiga cae
ninguno se da cuenta.

Cuando yo estoy sufriendo hasta la médula
sólo yo lo averiguo.

Y se me antoja hoy-no sé por qué zodíaco-
que si sufro lo sepa todo el mundo.

Y que no es justo que padezca solo.

Y que alguna mujer debiera estar llorando
sobre mis metacarpios.
Al menos, ayudándome a llorar.

Me siento solidario con todo aquel que tiene
alguna torva pena, alguna neuralgia,
alguna madre agónica, alguna cárcel suya.

Y sólo pediría una brocha imponente
para llenar los muros de palabras soeces,
hasta que todos sepan
lo enfermamente triste
que un hombre puede estar de igual manera,
de igual simple manera
como caer una hormiga.

 

 

 

Siempre a Miguel Ángel Asturias

He vivido casi toda mi vida lejos de mis cielos.
Pero mis pies están marcados en los códices,
en la voz profunda de mi pueblo.
Camino sobre el mar y las nubes que me traje:
son mi tierra firme.
¿Quién me la puede quitar?
Cuando digo que estoy solo es porque no estoy en la
plaza pública sino en cada uno de vosotros,
como en los granos de la granada.
Podríais enterrarme en la voz de cualquier niño
si tiene los pies descalzos y ha visto los volcanes.
Mis ojos siempre se abren sobre la luz primera,
y al cerrarlos, sobre mí cae siempre la sombra de
mi infancia.
¿Y todo lo que he vivido,
me pregunto, toda el agua escurrida entre mis dedos,
todo lo bailado, no es un sueño?
No he tenido tiempo para soñar, amigos.
Apenas si he tenido para no morirme.
No puedo descifrar el símbolo
porque el símbolo no es un lenguaje.
Estoy tan cerca que no me veis
en las cenizas de los muertos
y en las manos de los niños futuros.
Tercamente guatemalteco,
no necesito recordar, me basta con palparme.
el sueño no tiene vocales,
pero tiene llamaradas y tambores mudos,
y las mismas fogatas
arden en las mismas cumbres.
…Si tiene los pies descalzos y ha visto los volcanes.

 

 

 

Soledad V

Yo canto porque no puedo eludir la muerte,
porque le tengo miedo, porque el dolor me mata.
La quiero ya como se quiere el amor mismo.
Su terror necesito, su hueso mondo y su misterio.

Lleno del fervor de la manzana y su corrosiva fragancia,
lujurioso como un hombre que sólo una idea tiene,
angustiadamente carnal con la misma muerte devorante,
yo me consumo aullando la traición de los dioses.

Soledad mía, oh muerte del amor, oh amor de la muerte,
que nunca hay vida, nunca, ¡nunca! sino sólo agonía.
En mis manos de fango gime una paloma resplandeciente
porque el amor y el sueño son las alas de la vida.

Me duele el aire… Me oprimen tus manos absolutas,
rojas de besos y relámpagos, de nubes y escorpiones.
Soledad de soledades, yo sé que si es triste todo olvido,
más triste es aún todo recuerdo, y más triste aún toda esperanza.

Porque el amor y la muerte son las alas de mi vida,
que es como un ángel expulsado perpetuamente.

Luis Cardoza y Aragón (1904-1992). Poeta, ensayista y diplomático guatemalteco. Considerado uno de los intelectuales más trascendentes del siglo XX en su país. ... LEER MÁS DEL AUTOR