Luigi Paglia

Este no es país para viejos

 

 

 

(Traducción al español de Emilio Coco)

 

 

 

Nacimiento del Infinito

 

Aquel lejano mar, una línea azul

unida a la extensa vorágine

del cielo, una visión real de infinito

donde te perdías como ese otro

infinito inventado más allá del seto,

las dos distintas miradas convergentes

fuera y dentro de ti mismo,

los dos espejos coincidentes entre

los cuales se ensanchaba tu alma

y el viento, el viento que desordenaba

tus cabellos y caían de repente

como una vela cansada en el silencio

infinito de la revelación,

por lo cual el grandioso concierto de lo eterno

fluía desde el breve sonido de estaciones

que pasan como olas por la playa del tiempo.

 

 

 

 

Exit Walter

 

And so will some one when I am
dead and gone write my life?
On journeys through the States we start
Walt Whitman

 

En Cadmen es un día de marzo

de mil ochocientos noventa y dos,

un aburrido, agobiante día

de una opaca ciudad americana.

Un viejo hombre semiparalizado

está sentado exhausto en una gris habitación

de una humilde casa alquilada, cerca

de la mesa repleta de libros y papeles.

Un espejo corroído le devuelve

la imagen de su barba descuidada

canosa y de su boca destruida.

Cercano está el fin triste y desierto.

Sin embargo precisamente ese hombre ha cantado

estupefacto y entusiasta todos

los mares y los barcos, todas las gentes,

las ciudades de la tierra, ha atravesado

los grandes espacios abiertos y los States,

ha unido las distintas voces de América.

Ese hombre se llama Walter Whitman.

 

 

 

 

La luz de Emily

 

Doblemente recluida en su casa

y en el traje blanco, durante treinta años

se escondió en la monotonía de la vida,

pero como ella ningún poeta suscitó

un aguacero intenso de colores,

un arco iris de tintes vivaces,

declinó todas las variaciones de la luz

y sondeó las gradaciones del silencio.

Sus versos son leves y complejos

como corales vórtices de pájaros

–catedrales fúlgidas del aire–

en todos los matices modulados

del rojo: del bermejo al escarlata,

y también los verdes, desde los más vivos y tiernos

hasta los sombríos y oscuros, acampan

en la selva de sus poemas,

y su cielo es a menudo azul y límpido,

barrido por invisibles escobas.

 

 

 

 

La habitación de Emily

 

No hubo nunca poeta más vinculado

al circunscrito ambiente de la casa

y, al contrario, abierto a los panoramas

inmensos de todo el universo,

por lo cual comparó su habitación

a las más amplias regiones del espacio,

los mínimos objetos cotidianos

a los más grandes fenómenos del cosmos.

Como una colegiala deletreó

todos los minutos, los instantes de los días

pero nadie como ella tocó

las dimensiones últimas del tiempo,

enrolló las eras como los ovillos

que utilizaba para sus trabajos de punto.

Su vida calma y apartada,

su serena desesperación

transformó en vuelos metafísicos

en abiertos viajes hacia lo eterno

y la contemplación de la muerte

sublimó en el espejismo de la inmortalidad.

 

 

 

 

El sueño de Baudelaire

 

Le sommeil est plein de miracles!
Baudelaire, Rêve parisien

 

Milagroso el sueño nos trasforma,

realiza un desdoblamiento incomprensible,

nace cada noche una persona nueva,

lejana de la acrimonia del día,

más dócil e indefensa, pero capaz

de itinerarios de absurdos sueños,

de abiertos viajes en el inconsciente,

con sus ritmos, la respiración oscilante

desde las sosegadas olas que lamen

la playa hasta los apremiantes embates.

Y por la mañana cuando volvemos

a la otra vida, a duras penas recordamos

los oníricos reinos atravesados

o las orillas rozadas del Estigia.

 

 

 

 

La torre de Yeats

 

Escuchaba el ruido de la lluvia

recia e insistente o monótona y lenta,

en las sombras menguantes de la tarde

miraba en la ventana de la torre

los olmos ondeantes y las amoratadas rocas,

el antiguo puente que se yergue sobre el río

en el gris silencio del campo,

pero la vista llegaba más lejos:

la torre solitaria se transformaba

en un vertiginoso observatorio

de los acontecimientos de los siglos pasados,

hundiéndose en el mito más remoto

seguía él las huellas de los dioses

y de los héroes de la antigua Grecia,

el porte regio de Helena,

las aventuras eróticas de Júpiter.

 

El tablero modesto de escritura

puesto sobre pesados caballetes

se convertía en una mesa preciosa

de reyes aqueos y de príncipes troyanos.

La luz trémula de la vela

en las severas y opacas habitaciones

se transformaba en la de espléndidos

candelabros en salas vastas y luminosas,

la escarpada e inestable escalera de caracol

se enroscaba en la metafórica

espiral en la que se resumía

todo el mundo, se volvía el símbolo

o el dibujo del camino humano

en el variado desplegarse de la historia.

 

 

 

 

Este no es país para viejos

(Parodiando a Yeats)

That is no country for old men.
An aged man is but a paltry thing
Sailing to Byzantium

 

Este no es país para viejos,

los jóvenes aquí tienen todas las posibilidades,

acceden fácilmente al trabajo seguro,

se casan o conviven, forman una familia,

con nidadas de niños como pájaros en las ramas

y cantan al unísono el canto de la vida

embriagadora y abierta a lejanos horizontes.

Aquí todo para ellos está predispuesto:

inmediatas inclusiones, deslumbrantes carreras,

vertiginosas escaladas en oficinas y ministerios

y en los centros de mando.

 

Los viejos aquí son poca cosa,

como espantapájaros en medio

de un campo desierto de presencias

o dejados en un rincón de la casa

por jóvenes arribistas, por las generaciones de nietos,

han cedido con gusto su poder,

sus escaños en el parlamento, la dirección

de los bancos, de las empresas, del Estado,

son como cañas al empuje del viento

de la muerte inminente.

 

 

 

 

La hora de Wislawa

 

Y que lleguen las cinco
si es que tenemos que seguir viviendo.
W. Szymborska

 

Todo puede ocurrir

a las cinco de la mañana.

Es la hora que pasa de la oscuridad

al primer polvo de luz.

Es la hora de los sueños

en puntas de pie o de alas.

Es la hora en que luchan

la muerte y la vida

y el pasado se abre de par en par

en la presunción del futuro.

Es la hora en que la ciudad está suspendida

a la espera de la invención milagrosa

de su aparición.

Es la hora en que te levantas

para escrutar la invertida

vorágine del cielo

mientras el día se revela

con el humo de tu primer cigarrillo,

con los toques de bocina

de los autobuses y con los silbidos de los trenes

que salen para lejanas estaciones.

 

Luigi Paglia Ha sido profesor de Literatura italiana contemporánea en la Universidad de Foggia. Como poeta, ha publicado 14 “libros de artista”, ent ... LEER MÁS DEL AUTOR