La fragmentación de la materia y su collage imaginario
Por Floriano Martins
1 | Releyendo al azar páginas del libro Los engranajes del encantamiento (1996), de Ludwig Zeller, he encontrado unos pocos poemas que son antecedidos por una muy singular forma de génesis de la escritura. En otra ocasión el mismo Zeller recuerda que esa fue una experiencia de retomada, con esa intensidad que corresponde al mundo onírico, las imágenes tratando de desarrollar algunos problemas hasta sus últimas consecuencias. Debo agregar que son ejercicios de creación simultánea tratando de mezclar la narrativa de un sueño y su correspondiente poema al mismo tiempo en que desentraña su versión plástica en forma de collage.
En esta zona de creación hay que observar que la poética de Zeller, en su íntima relación con el Surrealismo, aduéñase de técnicas como el automatismo, las aproximaciones insólitas, el registro de sueños y cierta dosis de humor negro. Pero me parece que alcanza una nota un poco más allá de aquella verificada en la poesía surrealista en su canon europeo. Por supuesto no se trata de juicio arbitrario, sino de evidencia de que son cambiantes los fundamentos del Surrealismo, y que Ludwig Zeller es uno de eses creadores que supieron sumergirse en su propia esencia para desde lo más hondo de su naufragio existencial rescatar la importancia de la gracia poética en nuestra vida.
No hay que buscar consecuencia para la vida en otra parte. Una persona no puede ser de modo aislado un recorte de su caos verbal o una fragmentación melancólica de su deseo. Las sensaciones de carencia hacen tanto parte de nuestra vida cuanto los desastres del espíritu y la moneda exaltada de los cambios. Los experimentos de la creación deben ser en el sentido de que el lenguaje revela un potencial inagotable de usos y que la evidencia más importante de su voltaje es la frecuencia humana que logra captar.
La poética de Ludwig Zeller emplea, siempre con riesgo, un concepto de entrega, de conmovedora donación del ser, que hace sudar el espíritu y rompe con los límites entre la vigilia y el sueño. No se trata simplemente de vivir los sueños, sino de hundirlos en los prototipos de la realidad, de tal modo que el deseo no se aparte de sí como éxito o consecuencia o nuevo espejismo.
El más alto vuelo de la locura es cuando uno ya no sabe que es simulación de la realidad. Nadie corresponde a las evidencias. Nada es resultante de un conflicto aparente. El hombre no cree en sí antes de todo porque no sabe qué significa creer. Menciono aquí el verbo creer por un enlace visceral con algo que ha declarado Ludwig Zeller, que sigue creyendo que Éluard y Breton tenían miedo de la locura misma y no se atrevían a establecer algunas cosas. Ya en 1948 Breton ha dicho que los mecanismos de la creación están de todo, liberados en el ambiente de la locura. Pero ¿quién determina la autenticidad de la creación y la locura?
La estrecha relación que encontramos en la poesía de Zeller entre los matices estéticos evocados por él y la evidencia atormentada de la inmersión del personaje de cada uno de sus poemas en la vida misma, es una prueba de lo más simple, de que la realidad absoluta requiere una devoción desbordada. Por eso los elementos que pueden ser puntos de discordia u alabanza, los milagros de la imagen, las enfermedades mentales, los tormentos del deseo, la memoria del imposible etc. Aquí lo mejor es recordar una palabra de Zeller: Posiblemente toda la realidad sea ilusión. Mirages. Sombras que no se adhieren al muro del tiempo y el espacio. Estoy seguro de que nosotros somos soñados por otros seres.
El mundo visible es el mundo desentrañado del inconsciente. Somos lo que siquiera imaginamos ser. Tal vez por eso nos acercamos de tantos dioses, demasiados dioses; muchos de ellos nos hacen olvidar lo que somos, otros creen que no sabemos quiénes somos. La dimensión humana del mundo es un milagro de signos, una feria, una picardía de rupturas y creaciones. Eso tal vez explique la relación entre el desierto (Atacama, Chile) en que nació y ha sido creado Ludwig Zeller y el lenguaje insaciable de su creación. Pero uno puede ser abducido por una entidad extraterritorial sin volverse poeta en su regreso. La creación está un poco más allá de las llamas y el desaliento de los fantasmas y cadáveres que son la mala costumbre epigráfica de nuestro tiempo.
Un libro de Ludwig Zeller se llama Piel de los delirios (2008). Aunque sus títulos todos sean una evidencia carnal de su poética, busco en esta piel la definición del humanismo poético que otro inmenso poeta, el argentino Enrique Molina, había señalado respecto al Surrealismo. Hugo Goldsack ha dicho de Zeller que se trata de un humanista perfecto. Muy rápidamente enlazamos los puentes recordando a Molina, Zeller, el peruano César Moro, el martiniqués Aimé Césaire; ahí tenemos un paso a otra realidad surrealista, en América, que sigue exigiendo nuestra comprensión de los hechos estéticos y cronológicos. Seguro hay tiempo para todo, ante la infinidad del mismo tiempo.
2 | La piel busca los mejores espejos y sus inalcanzables esencias. La fiebre de la creación es una geografía de cuerpos derramados por todas partes. He aprendido eso de muchas fuentes, pero una de las más acentuadas se llama Ludwig Zeller. No importa el nombre del asombro, sino la cadena de espejismos con que invade nuestra vida y se pone a crear motivos para deseos y recuerdos. El abismo está hecho de todo. La poesía es un conocimiento obsesivo del abismo, un modo de sorprenderse con las respuestas que pueden llevar a nuevas incógnitas. He leído a Ludwig Zeller como quien sale a pescar quimeras o salamandras. Su mirada está presente en su obra, es un hombre apasionado por el desorden vital de los sentidos. Un día estuve en su casa. Ya nos conocíamos en persona, igual que en cambios infinitos de correos impresos y virtuales. Pero este día fue cuando más supe explorar nuestra afinidad. Cenábamos en la mesa de su casa en Oaxaca y el poeta me dijo que el mundo no muere con nosotros, sino de nosotros. Su intransigencia vital me ha dado una fuerza tremenda para seguir en la vida sin piedad. Una frase en la mesa y el mundo de uno puede tornarse irremediable. Una voz aislada puede señalar la pasión más ardiente en la tierra. La poética de Ludwig Zeller presenta un tipo loco, un fabulador de las entrañas del mito, un maestro de inconfundible imaginario. Curioso, porque su piedra de la creación no tiene mucho que ver con los ancestros de la lírica. Aunque uno piense en las distracciones de la lógica, en los trucos de la mirada, en los efectos de los sonidos, el imaginario en la poesía de Ludwig Zeller conduce a otro escenario. Es posible que la definición más cerca de su visión venga del colombiano amigo Alvaro Mutis cuando habla de una paciente exploración del abismo. El mismo Mutis hace parte de un mundo sin referencias en la lírica hispanoamericana.
Cuando pienso en Ludwig Zeller, no pienso en el mundo real, en que fue un activista intenso al lado de su mujer Susana Wald, sino en la actividad transgresora de sus imágenes, el juego provocativo del escenario propuesto por sus escritos. La lírica chilena es una de las más ricas en nuestro continente, ya lo sabemos. Pero la realidad de la poética de Ludwig Zeller, sin dejar de incorporar sus antecedentes, indaga: ¿qué es lo prohibido?, ¿qué es lo permitido? mientras desborda estilos y personajes hasta que nadie comprenda más qué hace allí, en su mundo. Cuando pensamos en la relación de Ludwig Zeller con el Surrealismo lo que más irrumpe es el nombre de René Magritte. Pero muy lejos uno del otro. Casi antípodas, uno busca las formas públicas de su intransigencia, el otro el mercado libre de las formas que pueden afectar nuestra vida. La realidad inasible, la representación trascendente, el culto a las apariencias, las formas sumergidas en la creación artística desatan una realidad sostenida por la creencia. ¿El mundo es lo que representamos o creemos? La respuesta por supuesto no existe. Pero su consideración permite que ahora sepamos la conducta poética de Ludwig Zeller, su territorio incuestionable, su razón de ser. No hay motivo para trascendencia u otra fuente de delirios. Nadie puede calificar a un poeta cuando este existe solamente para ser poeta.
3 | Ludwig Zeller nace en 1927 en un pueblo llamado Río Loa, en el Desierto de Atacama, Chile. Desde muy temprano se definen sus características como un ser multifacético, dedicado a actividades como editor, librero, traductor, productor cultural, investigador, además del trabajo creativo como poeta y artista plástico. En todo el mismo carácter experimental, innovador. El romanticismo alemán tuvo importancia decisiva en su formación poética. Ya en sus 20 años de edad ha estudiado y traducido algunos de sus voces principales, y a través de la Editorial Universitaria, en Santiago, publica Las grandes elegías de Friedrich Hölderlin. Fue por casi dos décadas director de la Galería del Ministerio de Educación de Chile, oportunidad en que ha organizado incontables exposiciones de artes plásticas. Entre los años 1950 y 1970 ha realizado una serie de ediciones experimentales, incluso dos murales hechos en collage, en 1955 y 1957, que lastimosamente fueran destruidos. Su vida sigue con una profusión de número y calidad de innovación, ediciones sumando poemas y grabados en color, poemas y collages, poemas y xilografías, incluso un poema impreso en papel doblado en forma de una paloma, intitulado Paloma que se sueña (1960). Además del perfil experimental otro punto ganaba relevancia en la naturaleza de Ludwig Zeller, la búsqueda de compartir experiencias, de meterse en el diálogo creativo incondicional con el otro.
En los años 1960 trabaja en el Centro de Antropología Médica de la Escuela de Medicina en la Universidad de Chile, seducido por el tema de la desorganización verbal en los esquizofrénicos. En esta ocasión gana fuerza su singular afección por los sueños, al desarrollar una experimentación en sueño vigil dirigido con la doctora Helena Hoffmann. Esta es una década decisiva, pues también ahí se da su viaje a Buenos Aires, donde conoce los poetas del movimiento surrealista de ese país. Y, en Santiago, al lado de su mujer, la artista Susana Wald, fundan la revista Casa de la Luna, que luego amplía su actividad como galería, café y centro de conferencias. La década fue todavía marcada por la primera edición en múltiples idiomas de la poesía de Zeller, cuando sale el volumen Las reglas del juego (1968), en español, inglés, alemán y francés, acompañado por las ilustraciones de Wald. Y para finalizar la maravilla de los 1960, en su último año Ludwig Zeller organiza una exposición clave, la de Surrealismo en Chile, con el registro de objetos, performances, vestuarios, publicaciones, obras plásticas etc.
Al pasar la página de este decenio nuestro poeta crea doce sellos conmemorativos del primer manifiesto surrealista y viaja, primero a Estados Unidos, luego a Venezuela, Francia – donde establece buenas relaciones con el movimiento surrealista Phases –, hasta que la pareja Zeller/Wald decide por su cambio de país y se traslada a Toronto, Canadá. Allí tratan de crear otro sello editorial: Oasis Publications y poco a poco descubren nuevos cómplices, dando secuencia al inestimable trabajo de arte compartida. Una vez más, década fertilísima de producción y experimentaciones. Los libros se multiplican en diversos idiomas, igual que las exposiciones, los viajes y el reconocimiento internacional. Dos aspectos aquí imponen su referencia: las ediciones de The alchemical body (1986) y Ludwig Zeller: a celebration (1987). El primero es un videopoema con collages suyas y pinturas de Susana Wald proyectados sobre el cuerpo desnudo de una mujer, video que es parte de la presencia de Zeller en la XLII Bienal de Venecia. Fundamental aquí llamar la atención para el hecho de que esta obra necesita cuidados técnicos de recuperación, además de una amplia difusión internacional. Ya el segundo es la traducción a nada menos que a 43 idiomas en 52 versiones del poema El faisán blanco, en lujosa edición con igual número de ilustraciones realizadas por diversos artistas y poetas.
Los años 1980 se van y con ellos la pareja cambia una vez más de país, pasando a vivir en México. El paso de un país a otro se encuentra marcado por la exposición Zeller sueño libre, realizada en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, México. Producciones, libros, traducciones, hay una secuencia imparable de las actividades creativas de Ludwig Zeller, por varios países. La recepción de su nombre en su afinidad con el surrealismo es un hecho insuperable. En México la pareja elije Oaxaca como el nuevo punto cardinal de su morada cósmica. Desde allí siguen actuando en todas partes y luego tratan de editar una revista muy destacada, Vasos comunicantes. Susana Wald tiene una feliz oportunidad de dedicarse más a su pintura, igual que Ludwig a los collages. El acento de la otredad, el modo tan efectivo y afectivo con que Ludwig ha compartido su existencia en la tierra, siempre trabajando en colaboración con mucha gente, él mismo no sabe cómo explicar, pero cierta vez ha recordado una pequeña luz: Cuando era niño improvisábamos juegos en el desierto que está cubierto de piedras. Las apartábamos y hacíamos caminos, ahora diríamos laberintos, que pensábamos que eran caminos muy precisos. ¡Qué magnífico enlace! Así es la vida. Y nuestro poeta ha comprendido como pocos la importancia de compartirla en sus distintas corrientes, de afirmación y metamorfosis.
4 | He conocido a Ludwig Zeller de dos modos posibles, pero siempre he pensado en la representación de lo imposible en el escenario de nuestra amistad de casi 40 años. No recuerdo quien nos presentó, pero es cierto que el correo ha llegado a mi casa, con un par de libros y su manuscrito en una carta. Había allí algo más de la información que yo entonces buscaba con mi investigación de la lírica hispanoamericana, había un afecto que daba a la carta la sensación de años de correspondencia. Éramos amigos en la primera línea. Ha pasado más de una década hasta que finalmente nos encontramos en la Ciudad de México. Igual tiempo hasta que nos reencontráramos en su casa en Oaxaca. Pero entre un cambio real de miradas y otro, nosotros supimos como entablar una magia insuperable. Recuerdo que una vez alguien me ha llamado por teléfono, una voz femenina, diciendo que Rolando Toro quería hablar conmigo. Por supuesto yo identificaba el nombre, bastante conocido en Brasil por el tema de la Biodanza. Pero, ¿qué podría querer conmigo el señor Toro? Luego el misterio se aclara. Rolando estaba llegando de México y tenía consigo un par de libros de Ludwig Zeller para mí. Salimos para una cena en que nos reímos mucho, en señal de amistad automática, lo que se repitió por años, hasta la muerte de Rolando Toro. He llegado a traducir poemas suyos y a escribir sobre su poesía. Pero jamás me olvido que nuestra amistad fue un regalo de Ludwig Zeller. Los verdaderos amigos no los perdemos jamás por la simple razón de que estamos siempre a punto de reencontrarnos, no importa la naturaleza de la ceremonia. Hace poco –el tiempo no cuenta para nada– estuve en la casa de Ludwig, hablamos un poco de las cosas más amenas de la vida, entre vinos, agua y buena comida, su mirada siempre como el descubrimiento de un sueño prohibido. Allí estaba presente la inmensidad del espíritu de este poeta.
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Floriano Martins (Brasil, 1957) es poeta, editor, ensayista y traductor. Es director de ARC Edições y Agulha Revista de Cultura. Su sello editorial mantiene en coedición con Editora Cintra una muy amplia colección de libros virtuales (con opción de versión impresa) por Amazon. Martins es estudioso del Surrealismo y la tradición lírica hispanoamericana, con algunos libros publicados sobre los dos temas. Su poesía completa, bajo el título Antes que el árbol se cierre, acaba de ser publicada (enero de 2020). En Brasil ha publicado traducciones suyas de libros de Enrique Molina, Vicente Huidobro, Pablo Antonio Cuadra, Aldo Pellegrini, entre otros.