Estrellas en la tierra y otros poemas
La poesía de Luciana Jazmín coronado tiene la capacidad de reunir en su cuerpo resonancias del pasado con una voz propia y cristalina. En ella, aparece la naturaleza como compañera del transcurrir cotidiano y, al mismo tiempo, interpela al yo poético y al lector, de manera que expone temas de la poesía tradicional con mirada nueva.
Precisa, joven, reflexiva. Así es esta poética que sintetiza la mirada del ayer para expresar el futuro. Será por eso que Luciana Jazmín Coronado es una de las voces más interesantes de la nueva poesía argentina contemporánea.
Enrique Solinas
Semillas
Quiero entender el camino que se hunde.
Brindo por el fin de las cosas
como un animal abierto a la lluvia.
Me niego
a volver a empezar
sobre semillas huecas.
Es que traigo la infancia
como una miniatura imperturbable:
el crecer eterno de un bosque
en la oscuridad que nadie ve.
(Los hijos imperfectos, RIL, 2023)
Quién
¿Quién está desesperado?
¿Quién deja morir el paisaje
y arrima el sol
hacia la hora donde no se dice
ni se contempla
el temblor del sitio donde nacimos?
¿Quién pide deseos
sobre el hoyo olvidado
en las alcancías del mar?
¿Quién abraza el castigo
de partir sin volver,
de un viento que ya no estremece
ningún pétalo?
(Los hijos imperfectos, RIL, 2023)
Rezo
Invoca la pureza antigua.
Acepta que no puedes permanecer.
No te arranques
de tu yo, de tu último rezo.
Mira a tu planeta suelto en el oleaje, mira
la piedra del mundo envuelta en la desmemoria.
Junta a los santos, pídeles
que pronuncien los nombres sobre las cunas.
Haz de tus ojos alguaciles de oro, observa
las palabras
hasta pulverizar la verdad.
Para entrar en la fe
debes ser un retazo cosido en movimiento,
un lunar
en un desierto de carne fría.
Deja que los frutos crezcan a la misma hora.
Primero serán detalles, luego caerán todos juntos:
se abrirán, como limbos, sobre los azulejos.
(Los hijos imperfectos, RIL, 2023)
Estrellas de la tierra
La vida se esconde bajo la arena
y en los árboles quebradizos
se amarra el origen.
Tienes los ojos ensombrecidos de mar,
los ojos de la tierra húmeda,
del color de la fuerza.
El trueno vendrá,
o vendrá el viento y arrastrará el calor,
llegará el agua, se dice, algún día.
No sabes dónde ir
pero ves una madre
en las estrellas que nacen en la noche
como piedras limpias.
Durante la espera suben los pájaros,
los antiguos y los recién llegados.
Te cuentan que las cuevas de roca
se humedecen con la sequía
y preparan lágrimas
para los muertos del futuro.
No sabes dónde ir
pero el viento, al final, llegará.
Cuando tus ojos sean ya de barro,
estrellas de la tierra.
(Los hijos imperfectos, RIL, 2023)
El oso
cuando te visitaba
dormía en el cuarto de servicio
con un osito,
el único juguete
que por la pena que me daba
le puse tu nombre, Daniel
Daniel duele, padre, está vivo en mí
Daniel es dulce
pero adentro es carnívoro
duele como el viento en las pestañas
duele papá Daniel
el espejo tuyo en mí
la obra hecha de sal
duele papá pero no sangro
dejo el fondo mío
en el aljibe
me espanto ante tu rostro viejo
tus ojos de telarañas, papá
duele aquello que se tiende
sin tacto sobre mí
papá he dicho
no vuelvas a mirarme
recito hasta sentir tu muerte;
cada palabra te deshace
de mí finalmente
padre de viento
podrás esperar lívido este poema
marcaré
tu ataúd
con tiza
bordaré tu ropa
con poemas te haré
palabras en la boca
entraré
despacio, papá
para no molestarte
(Catacumbas, Valparaíso Ediciones, 2016)
Mi madre en la cocina
mi madre teje una fe
cada día en la cocina
hurgando en los libros
la respuesta
de lo que deja de ser
sus arrugas son preciosas
pero ella las tapa;
yo siento que son destellos
de los años demorados
en cuidarme
las horas dedicadas
a enseñarme a decir
espero a mi madre que teje una fe
una pava silba permanente
el día se hace noche
y ella sigue entre los libros
abstraída como las lunas inmóviles
de su camisón
luego de medianoche
sigue sin comer
hace un esfuerzo por hervir zapallitos
mientras imagina
un piloto que la cubra
de todo lo que se viene
puedo tenderle una mano
explicarle que todo está bien,
que año tras año
me fue dejando
un sótano de estrellas
(Catacumbas, Valparaíso Ediciones, 2016)
Diálogo
—¿Qué hacés?
—Quiero entregar mi cuerpo.
—¿A quién?
—A un punto de la noche.
—¿Y pedirás deseos?
—No.
—Ahora estás estupefacta, sin cara.
—Tengo frío de mí.
—¿Y qué es lo que queda?
—Quedo yo
incorpórea
elemental como el vértigo.
—¿Y qué harás después?
—Seré otra cosa.
(Catacumbas, Valparaíso Ediciones, 2016)