Lleny Díaz Valdivia

“Un poco de nieve” y otros poemas

 

 

 

 

 

Vértigo

Hay una bestia en mi jardín.
Aun cuando soplo bajo el agua
muestra sus dientes y me alcanza.
Destinada a mi herida
esa minúscula otredad
de orejas finas y saladas.
Entra, se hace hambre bajo el hueco de mis uñas.
Murmura.
¡Cómo murmura la bestia del jardín!
Aquí un mordisco
allá un soplido.
Excéntrica como es,
recta,
tan amarilla que casi no me alcanza.
Como si fuera un desbalance y no la noche
y no la aguja y no el hilo
y no la bestia escrita en los cartones
cubierta de vida
de vida.

 

 

 

La belleza como artificio de construcción

Seguían los dedos sin escribir, pero escribiendo. Adoptando esa postura de niño o de azulejo roto en medio de los bares. El trago era más corto cada vez y las puertas no se abrían, sino que reían estrepitosamente contra el lóbulo, contra el codo infeliz y las papadas. Para escribir hace falta alcohol y un gato negro. No hay pájaro en la sangre que edifique la belleza. No hay cielo ni hay números. Hay gatos, derrumbes. Hay puertas. Demasiadas puertas y los dedos se parten, oscurecen el límite, se arrastran, piensan en la cabina de un avión, en la cocina de Anne Sexton. Los dedos son viajeros sucios, ermitaños. Confunden las palabras, se abrazan a la noche, escalan, se convierten en lagartos, en espátulas de dios que escriben.

 

 

 

Un poco de nieve

Músculo hacia fuera.
Ludovico Einaudi
alza su mano
hay una cinta corriendo
por su boca.
Con migas de pan
se gana el cielo
pero Rusia ¡ah!
Qué país serio
qué blancas capitales
para cantar al odio.
Si tan solo las revoluciones fueran azules.

 

 

 

La zona

Acabo de abrir la puerta
Stalker.
Habían más de cien becerros
quemándose las frentes.
Puse mi bolsa entre la luz
y no hacían silencio
no hacían mas
que soñar
con cada fueguecillo
puesto en su osamenta.
Acaricio el agua
tomo prestadas las paredes…
nada que no sea.
Mi zona
Stalker
es un avestruz inmenso
y parpadea tanto
y asesina casi sin pensarlo.
Acabo de mirar el cielo
ni una nube muchacho
ni un recuerdo
que nos salve.
Regresemos al camino
nadie pondrá
esas bombas
sino nuestras propias manos.

 

 

 

Las líneas de Pablo

Un toro podría explicar los huesos
sus pasos por el aire.
La tarde.
El animal piensa la tarde
como jamás alguien
lo haría.
El barro no es ahora
sustancia en sus patas
es tinta
acrílico blando
inundador de cielos.
Un toro podría decir
si quiere
si es un toro trazado
vivo.
Agujereado por la mano
absuelto
entre espátulas y brillos.
Podría hablar
del mar en su garganta
invertir los cuernos
paladear una luz
y otra
y otra.
Un toro parado
mortal.
Podría explicar su ojo y su penumbra.
Si quisiera.

 

 

 

Arte pop

En los aleros
Joplin
Picasso.
En la pantalla vulvas
relojes.
Tú abres los ojos
ya sabes que Pablo
teje un nido
es apenas una inclinación
corte de acrílico y mostaza.
Sabes
te convences.
Tú has sido el hijo
y la madre.
Hay un daño preciso
que no arde
y un tranvía
en nuestra multitud.

 

 

 

Desde que no se pueden ver los mapas

La calle tiene un toque
de queda.
Huesos.
Un cartel que dice nada.
Panecillos
máscaras
silencios.
La calle tiene a veces
unas ganas
enormes de llorar.

 

 

 

Caminar como si el mundo fuera

Gira en dirección opuesta.
La loca y sus dedos
se repatrian
buscan un estatus
una esquina.
¡Miami! grita la loca.
¡Fuck you! canta la loca.
Mugre, migajas
todo es redondo
en la forma de alejarse
en las maneras prolongadas
del cinismo.
Una ciudad
no ocupa el sitio.
Ella lo sabe.
Una ciudad es la noche
y la sal.
Ha comido de su mano
ha mordido su mano.
Ítaca,
escribe con las uñas
una y otra vez.

 

Lleny Díaz Valdivia (Placetas, Cuba, 1975). Escritora y poeta. En la actualidad reside en Miami. Ha dado a conocer los poemarios Placenta colectiva (Ed ... LEER MÁS DEL AUTOR