Lindsay Wilson

La avispa en una trampa

 

 

 

(Versión al español de María Del Castillo Sucerquia)*

 

 

REGADERA

Mientras arrancaba la maleza del día, entre los áridos
surcos del jardín, el sol jalaba su luz de cuerda de guitarra

a través de la cerca al otro lado de las camas del jardín,
como un blues irradiando calor, como ese crepúsculo

en que vimos a nuestro vecino dispararle a la regadera de su esposa,
a través de sus acres traseros, empujándola más y más lejos.

Oh, Solitaria. Oh, Corazón de Molusco, dejando tras de sí la
baba luminosa, el rastro de un vestido de novia con lentejuelas.

Querida. Debes saber que la seguí y la encontré llena de balas
entre la maleza del cardo y algunas cebollas silvestres

que planté en la misma lata para llevar a casa. Cada día
una semilla se desprende, el desierto desempolva nuestros cuerpos,

y siempre hay algo que hallar y reutilizar.
Escucha, amor, dejé en la puerta frontal nuestra regadera

para calentarla bajo el sol del verano y que podamos, antes
de entrar a nuestra casa, lavarnos la mugre del día de los pies.

 

 

 

LOS CHUPALODOS

Lago Buena Vista, California

En el crepúsculo, si tienes suerte,
la superficie de este lago artificial
yace tan quieta como un metal batido
a mano, cuyo delgado e imperfecto espejo
se rompe con cada pez que muerde
el techo de acero de esta agua
a la que están sometidos. Esta tarde,
el padrastro, en sus jeans cortados,
franquea hasta las rodillas para cebar
la cala con sangre de hígado de pollo,
cuya mancha crece en la superficie
mientras ata los anzuelos de púas.
Sabes que los hígados baratos se encogerán
pronto. Sabes que él se volverá hacia ti y
te quitarás la camisa, y le darás a las cicatrices
que trazó en tu espalda un poco de sol
tardío antes de ser bautizado en este
sucio lago, de sumergirte en el fondo lleno
de chupalodos, algas y almejas que
empuñarás a ciegas mientras te ciernes
en el fango y, cuando surjas de entre las
aguas sangrientas, la noche será
redimida con tu cebo desafortunado.
Padrastro, aquí está mi ofrenda de tregua,
estas almejas que pongo en la orilla,
un bagre que se tragó un anzuelo que no pudo
digerir. Una vez más la cena será un
bigotudo pez gato de canal, con su fina
oblea de cola frita y papas; usaremos una
simple y descongelada rebanada de pan
blanco para limpiar lo que quede en el plato.

 

 

 

MADRE, 

Empecé a levantarme temprano
para pasear al perro por el río,

inquieto y en busca de lo que
el mundo nos depara: un frasco llenado a

la mitad con huevos de salmón, un cuerno roto,
un hilo de pescar que arrojé como un cable de trampa

y seguí hasta un estanque sin salida
al mar, llenado por una inundación

de primavera, luego abandonado,
aunque a principios de agosto se secará.

Ahora un banco de pececillos se
sobresaltan con el sonido de mis pies,

y cuando dejo caer un huevo rosado,
regresan como regresa mi dolor

bajo la sombra de atarraya de los álamos,
expuestos en su apetito a esta hambre

instintiva. Enseñé a mi dolor a levantarse
de las aguas poco profundas

en busca de cada huevo brillante,
pero incluso después de que el frasco

se vacía, todas sus boquitas continúan,
a ciegas, mordiendo la superficie.

 

 

 

DESPUÉS DE LA ÚLTIMA HELADA, ANIVERSARIO

Después de mezclar estiércol y cal
con café molido y tierra nueva,

después de que volteé la tierra apisonada de invierno
sobre la cama elevada y, suelta, la mezclé

con mis manos; después de plantar
las caléndulas y el tomillo limón,

los pimientos dulces y el perejil, los tomates
y las colas verdes de cebollas blancas,

regué tu corazón sempiterno.
Toda mi vida le he hablado a la luz del sol.

No soy el primero en construir una cerca
alrededor de mi jardín y, durante muchas estaciones,

ni siquiera necesité una cerca. Ana,
he pasado años creyendo sólo en el verano;

girasoles asienten en mis hombros,
los mirlos comen en su arroyuelo

de conchas y semillas, de plumas y venturas.
Como un tonto creí que si caían suficientes

semillas en un surco, algunas encontraban
sus pies. De esta semilla, cosecharemos

gritos de gorriones, de esta esparcida flor de
conchas de abejas gastadas, la iridiscencia de las alas

a lo largo del alféizar de la ventana sur, ¿y desde aquí?
Los secos tallos que usa el viento para repicar en contra

durante todo el calor hinchado de agosto.
Sé que es una mala cosecha, pero, de esto,

he aprendido a vivir, y lo siento.
Lo siento, no sé cuánto tiempo

me arrodillé allí, con solo barro en mis manos.
No sé qué raíz o piedra hizo

resbalar el anillo de mi dedo, pero volví a excavar
hasta que lo hallé bajo una maraña de raíces

de caléndula, medio enterrado, medio brillante
como un guiño. Lo llevé con un puñado de tierra

azotado por el viento y unas buenas gotas de sudor
hasta la delgada línea del cobertizo y, en la regadera,

lo dejé limpio, sabiendo que ninguna estación
en mi vida me dejaría listo para amar por tanto tiempo.

 

 

 

LA AVISPA EN UNA TRAMPA

¿Qué truco este cuarto sin salida,
este cono de plástico colgado de una rama?

La avispa siguió el dulce aroma
a través de los cables de la trampa en el aire,

¿y creyó hallar un corazón, un cuerpo anfitrión?
La atracción es tan natural como la repulsión,

pero, ¿qué fuerza la mantiene aquí?,
¿un aroma instintivo, una trampilla o una salida?

Porque no he encontrado la salida del cuerpo
desde que nací, porque me has enseñado a ver

el mundo como una trampa, ahora entiendo
que me arrastro hacia tus dulces señuelos, y que escapar

de tu corazón de plástico nunca floreció,
ni siquiera por un instante, dentro de mi mente de insecto.

 

 

 

___________

 

*(Poeta, agente literaria y traductora)
Barranquilla, Colombia
22 de julio del 2023
lacabramontes@outlook.com

 

Lindsay Wilson Nevada, Estados Unidos. Poeta y profesor de inglés en la Universidad Comunitaria de Truckee Meadows. Autor de seis libros de poesía. Recib ... LEER MÁS DEL AUTOR