Mudar de piel
Hoy escribí tu nombre bajo la almohada
y no me sentí sola.
ODA MAYOR
A mis amigos en el exilio
Patria mía,
quién pudiera volver a beberte
en la copa de una mirada,
a sentir tu paisaje
adentrándose en el alma.
A mirar tus hombres,
tus niños,
tus mujeres,
creando de nuevo la esperanza,
entre las ruinas del odio caminando,
extendiendo otra vez
la mano amiga y compañera.
Y,
entre todas las manos,
la mano del ausente,
la mano del que se fue por el río,
de los que cayeron esos días,
antes del alba, en las sombras,
cercenados de fuego,
de tortura y espanto.
Quién pudiera volver a verte
con estos ojos de niebla
cuando me atropella el llanto.
MUDAR DE PIEL
Lo difícil es mudar de piel
la primera vez.
Después…
oteas como un diafragma fotográfico
el cuerpo, su intemperie.
Luego, las clandestinas caricias,
las voces en murmullo,
los besos tras la puerta
que te obligan a buscar una isla blanca
en marejadas de olvido.
Al mudar de piel, vuelves a sentir,
te izas como vela.
En tus sábanas blancas
el mundo es tuyo otra vez.
Lo más difícil es arrancar raíces,
dejar trozos del rompecabezas.
No colgar el bolso de cuero
cuando ves la cama vacía…
Sabes que emigras a una nueva piel.
PARA NEGAR TU AMOR
Para negarte tendría que cortarme las manos,
pudrirme dulcemente por el sexo…
Sabes cómo odio negarte.
Y odio esta sensación de estar atada a tu cuerpo.
La lluvia de mis ojos es ácida
si no la provocas tú.
Para negarte tendría que matar mis sueños,
apagar la luz casi desnuda de mis párpados
y arrancar tus arlequines miembros
dibujados con magia, con movimientos de lluvia.
Si no estás,
grito en el teléfono,
te nombro, alaridos doy.
Odio esa orfandad que se apodera de mis sábanas.
MORADAS MARIPOSAS
Fui semilla de sol plantada en la tierra,
parida por un tornado de agua,
entre polvo estelar y alarido de colores.
Yo quería nacer mariposa,
águila,
y que me crecieran doradas plumas,
pero nací higuera de enormes raíces
y me salieron ramas
y de las ramas hojas
y me nacieron ojos en la corteza.
De las hojas brotaron palomas,
acunaron suspiros mis rojos dedos,
mis manos abanicaron tinieblas
y probé la manzana del Edén.
Supe del sabor de la sangre
y me punzaron los huesos,
aprendí a llorar con mi sombra
y a cargar la cruz del fruto de María,
pero también probé la miel sagrada de la rosa,
la carne del cordero,
tuve sangre virgen en las venas
y entre mis piernas el jugo de Adán corrió.
Mi vientre parió moradas mariposas
que alimenté con savia pura de abeja
y me convertí en olmo
para defender los frutos
y ni sequías
ni tempestades
arrancaron mi tronco de la tierra.
Cantaron muchas primaveras con sus inviernos,
maduraron los higos, a la vida cayeron,
se olvidaron de este árbol
y desnudas quedaron mis ramas.
Dejé de ser higuera y olmo,
me crecieron alas
y en las plumas colores
y en los colores agua
y me convertí en pez-golondrina.
Mis lágrimas humedecen las escamas
y los suspiros hacen volar mis alas
cuando veo las semillas que mis frutos dieron.
Soy feliz de haber nacido higuera,
volverme olmo
y ahora ser pez-golondrina
sin nido fijo y sin cadenas.
UN GRAN PAÍS
Vivo en un país tan grande que todo queda lejos:
la educación,
la comida,
la vivienda.
Tan extenso es mi país
que la justicia no alcanza para todos.
CAMPANAS Y LATIDOS
Amo. Corto el viento con el filo de mis senos,
mientras atrapa mariposas el enjambre de mi pelo.
Disfruto gota a gota tus gemidos,
desfallezco cuando saturas mi grieta de existencia.
Amar es sufrir en azul cuando huye tu palabra,
es zurcir juramentos y besos a la tierra,
de mirlos rebosar el alma,
oír en las caricias campanas y latidos,
y volver a tocarte y sentirte aún entre mis sueños.
Amar es renovarme y renovarnos
mientras devoras mi cuerpo con tu cuerpo.
Es permanecer con tu piel enredada entre mis dedos.
CARBÓN ARDIENTE
Borrarme de la tierra es pretensión inútil.
Ni la fiebre que arrasa por las noches
ni los gritos que exprime de mi cuerpo
ni todo su veneno devorándome el vientre,
iracundo dolor que acecha.
Me niego a ser un gusano más del césped
o un trozo de carbón ardiente,
repleto cráneo de aserrín.
No soy polvo que vuelve al polvo
ni inútil obituario en los periódicos.
Soy más fuerte que las células nefastas
que se reproducen a diario.
Soy agua que arrasa los caminos,
turbulencia de duna en el desierto.
Conmigo no podrá la muerte.
AUTOPSIA
Me olvidas, cariño, me olvidas,
y este amor que siento
es más fuerte que un grito de ambulancia,
se esparce como sangre en la camilla,
revive al muerto del quirófano
y, cual botella de oxígeno,
lo mal usas, lo agotas, lo dejas escapar.
Me olvidas, amor, me olvidas,
mientras yo me debato con la muerte
suplicando al médico arranque
de mi corazón tu nombre,
que lo extraiga junto al silencio que dejaste
y lo muestre al público asistente
en la sala de emergencias.
Me matas, amor, me matas,
me tienes congelada sobre la terrible plancha,
inmolada de frío cual amoratado cadáver,
a punto de ser descuartizado
para que los doctores de la ausencia
giren la rueda de la autopsia
y declaren que fallecí de amor.
LÁGRIMAS INCANDESCENTES
Este amor que se resiste a morir,
que se duele en el rigor de la ausencia,
que le aterran tus perennes silencios,
aún se aferra a los rumores de felicidad.
Esta piel que se niega a fenecer en otros brazos,
que transpira a través de tu recuerdo
y se pierde en la hondura de los sueños,
sobre el eco inconcluso de las horas.
Estas letras mutiladas de destierro,
tienen alas de poemas atrapados,
enraizados siguen a tu tierra,
rescoldo de palabras en los labios.
Pero este abatido corazón deshojado,
este vaho de lágrimas incandescentes,
este cuerpo escarchado que aún se duele…
hará pagar con creces tu abandono.
RÉQUIEM
Hoy cerré la casa con un candado de oro remendado,
regué primero los girasoles que solícitos se erguían,
las dubitativas rosas que conocen el dolor de la defensa.
Recorrí la luminosa alcoba entre lo oscuro
y sellé con gruesos listones las indiscretas persianas
Hoy abandoné la infinitud de una vida en casa,
los cimientos de amor a mi espalda quedaron,
se derrumbó la perfección de una armónica rutina,
la joya de caricias que entretejió nuestras vidas.
No volveré a doblar cortinas ni manteles de motivos,
ni a zurcir más trozos de suspiros a la vieja sobrecama,
ni los paseos de fin de semana esperar con impaciencia,
no lucharé más por extirpar el olor a humedades
y besos que cada rincón nos pillaba.
Debo arrancar de la memoria el polen de tu risa,
tus manos, remolino de nubes esparcidas en mi piel,
olvidar tus besos -trino de mirlos en la mañana-,
el balanceo perfecto de nuestros cuerpos.
No volveré a mirar tus ojos de fuego de luna,
ni a esperar en la ventana que aparezca tu figura.
Ayer debí incinerarte y tragarme las cenizas
para tener dentro aún tu cuerpo fallecido,
en vez de enterrarte en un frío cajón de madera.
Hoy me encuentro más sola que un viejo faro de mar.
A TODOS LOS HE AMADO
Te advierto que cuando muera,
ellos buscarán mis cenizas
esparcidas en el viento,
recordarán el rojo profundo de mis besos
y el azul revuelto de mis mares.
Volverán a la playa de olas satisfechas,
donde mi piel gemía en sus cuerpos,
se buscarán en cada uno de mis poemas
y en silencio gritarán mi nombre ante el espejo.
A todos los amé por igual:
nunca necesité descanso o más pulmones,
todos tuvieron su sitio y su tiempo,
siempre tejí océanos de ternura
con hilos de caricias en cada encuentro.
La vida pasa y la lluvia seguirá cayendo,
Mas, día a día recordaré cada nombre,
cada rostro, torso, manos, boca,
los “te quiero” y las despedidas.
Así que hoy tu traición no me derrumba,
hoy el amor encerró a sus mendigos;
todo será perfecto,
tú vendrás oliendo a fresco,
bien vestido,
cabello en orden;
yo besaré tus labios
y en tus labios, te prometo,
recordaré todos las bocas que he besado.
LETANÍA
Benditas las mujeres que protegen el fruto de su vientre,
asumiendo la parábola de su belleza bajo un delantal,
aquellas que lavan su rostro con el manto de la rutina
y aprenden a alzar la voz , aunque sólo se tenga la voz.
Benditas las mujeres que arrastran la cruz de impuras,
regando su futuro con lágrimas de ausencias,
que encuentran purificación en el agua de cualquier río
y tejen amores dispersos en el manar del tiempo.
Benditas las mujeres que se enamoran,
las hechiceras de la noche,
las que comparten el fuego de las bodas del cuerpo
en la consagración de la piel.
Benditas las que gritan lo que el corazón profesa,
las que escuchan y las que imponen su palabra,
también las que callan su verdadera pasión,
sobreviviendo como agua estancada y triste.
Benditas las que enfrentan el nido vacío,
reviviendo cada noche el éxodo desde su origen.
Benditas las que son tormenta, río sin cauce,
a las que llaman locas, revoltosas,
liberadas, feministas,
y son capaces de atropellar al viento con una mirada.
Benditas las hembras con fracturas y fragmentos.
Benditas Nosotras, matriz del universo.
GITANA AZUL
Hace mucho fui gitana azul,
tiré mis cartas con la mano izquierda,
mientras la otra tocaba con desprecio tu recuerdo.
Cadenciosos futuros reverberaron en mis labios
y el sol de marzo calentó mis andariegas manos
que me condujeron al viejo edificio de tu cuerpo.
Ayer, fui una iglesia colmada de oraciones,
un ángel cercando el cuadro de mi santo preferido,
-“San Judas Tadeo, en ti confío mis secretos”-
mi moral sujeta con alambres ortopédicos
porque este amor que por él siento
es un disfraz de noche de espantos mal cosido.
Hoy, tú eres ave carroñera despavorida tras los restos,
que me busca fuera y dentro de sus delirios,
entre las letras del teclado
donde a veces soy luminoso texto,
otras oscuridad de invierno
pero nunca la misma.
Mañana seré cirquera,
prestidigitadora,
¿y tú? una ronda de poemas
tirados por esta talladora de la vida,
entre los versos de mi último libro.
En el futuro serás ni 2 segundos por teléfono.