Trópico en mi nombre
Trópico en mi nombre
I.
Mi nombre es el sonido de mis ojos,
trino de luna,
selva,
sol de polen.
Mi nombre es el color de mi sonrisa,
tiempo de colibrí,
trazo de caracol,
agua lejana.
Mi nombre es el perfume de mi sombra,
grano de sal,
aldaba,
miel de todos los fuegos,
oráculo de ausencias,
golondrina cerrada.
Mi nombre es el regusto de mi origen,
latido cardinal,
teología diminuta,
flor de ámbar.
Mi nombre es la textura de mis alas,
espuma de la mar,
musgo del bosque.
Mi nombre es el teorema de mi sangre,
ecuación minimal,
epítome de luz,
jarcha furtiva.
Mi nombre sigue en pie cuando yo caigo,
me arrastra,
me suscita,
me reinventa
y me hace escribir cosas…
y las firma.
II.
Mi nombre no es un nombre,
es un raro designio capicúa
que de puro sucinto me derrocha
y de puro nocturno me ilumina.
.Es una viceversa trinitaria,
territorio de una sola sílaba.
Mi nombre no es un nombre,
es una investidura,
el manto que me deja
permanecer desnuda.
Es una gota de agua navegable,
un atajo a mi propio logaritmo.
Mi nombre no es un nombre,
es una clave
que puede abrir el nombre de los otros.
Las siglas de los siglos
son mi nombre,
la cifra de mi amor indivisible.
Mi nombre es más que un nombre.
Estoy segura
de que aun si me llamara diferente
mi nombre sería el mismo.
III.
Río circular, anillo
con el que sellé el pacto
con mi espíritu:
mi nombre,
tiempo desembocando
en su principio.
Mi nombre,
sincopado laberinto,
nácar en el que abro
la espiral de mi viaje sustantivo.
IV.
Mi nombre dio en el blanco de mí misma,
me traspasó dejándome translúcida,
manando hilos de espera milenaria
y diluviales trópicos de bruma
V.
Mi nombre no me nombra, me decreta.
Me alude, me traduce, me pronuncia,
me convoca, me elige, me detona,
me rapta, me acontece, me seduce.
Mi nombre no me nombra, me conlleva.
Me asume, me equivale, me trasunta,
me conforma, me acuña, me apersona,
me conjuga, me enciende y me difunde.
VI.
Mi nombre es tan frontal,
tan desusado,
tan rotundo y fugaz,
tan insensato.
Mi nombre es tan en vilo
y tan de cuajo,
tan sereno y febril,
tan temerario.
Mi nombre es tan telúrico
e ingrávido,
tan frugal y a la vez
desmesurado.
Mi nombre es tan causal
y tan exacto,
tan conciso y sutil,
tan inmediato.
Mi nombre es tan recóndito
y tan ácimo…
reducto irreductible,
enmimismado.
VII.
Mi nombre,
transcripción del olvido,
esquema de mi alma.
Brizna verbal de música,
mácula
que me hace inmaculada.
Mi nombre,
pequeña chispa errática,
trópico infinitésimo
de la nostalgia.
Estupor de lo breve,
nombre mío:
casi una partitura de la nada.
VIII.
No firmo con mi nombre,
sino en él.
Códice de lo súbito,
llamarada marina,
filamento de estrella,
poesía que no escribo.
Cláusula mía, inmutable,
de este arduo contrato con el tiempo.
Trama y urdimbre
de mi signatura,
cornucopia que vierte sobre mí
el bautizo incesante del misterio.
IX.
Desde mis días en el ritmo intrauterino
yo ya era el adverbio de mi nombre,
ya era esta identidad en la que habito…
Deambulo por mi nombre
en la mirada de todos los espejos:
él es mi vocación de ser presencia
y la luz más tangible que poseo.
En ciertas ocasiones muy contadas
desenfundo mi nombre
para armar caballeros que me invento.
Me suscribí a mi nombre
y me lo trae tu voz cada mañana
hasta el umbral del tiempo que habría sido.
TRÓPICO DE CORAZÓN
I.
Víscera tutelar
grávida y pura,
muchos dicen que no eres la que eres,
que no ocupas el sitio en que te hieren,
que eres un chacra,
un sol,
una ventana abierta
al centro de mi pecho.
No sé si será cierto,
tal vez sí…no me importa.
Sólo sé que eres roja
y que resuenas
el tiempo de la vida que palpito.
Y sé que me retumbas en el gozo
y en el dolor me dueles,
y si muero prefieres
seguir viviendo azul
e imaginaria.
II.
Ojo mío, corazón,
ojo ascendente.
Ojo de mi ser tropical,
ojo inherente.
Ojo del implacable amor,
ojo inocente.
Ojo del huracán,
ojo creciente.
Crisálida del son
de mi torrente.
Volcán intercostal,
ojo candente.
Panal de sangre y luz,
ojo consciente.
Ojo de mi canción,
ojo de frente.
Quijongo primordial
de lo latente.
Ojo mío, corazón,
ciego y vidente.
III.
Desde que tú me faltas
mi corazón ha sido
un pájaro cautivo de sus alas,
una jaula vacía
colgando de mi pobre raciocinio,
junto al muro infantil y los helechos
de un remoto traspatio del olvido.
Al vaivén impasible del silencio
que se mece en la herrumbre del chirrido,
mi corazón es pájaro y es jaula.
Una jaula vacía
(con un trino).
IV.
Yo soy mi corazón,
este múltiplo impar del abandono,
que se ha quedado siendo
sólo un triste metrónomo impertérrito,
absurdo marcapasos de lo inútil,
músculo rutinario
de una sangre sonámbula y autómata.
Mi corazón soy yo,
la escotilla entreabierta
de algún navío de sombra
inmóvil en el fondo
de su propio destiempo,
donde vuelan los peces
y nadan las luciérnagas…
V.
Siento mi viejo corazón de niña,
trópico antiguo corazón de arena,
lanzarse tiempo arriba,
gravitar tiempo abajo,
remontar nuevamente,
escurrirse despacio…
atrapado en tu ausencia
de cristal escindido:
reloj mío.
VI.
¿Por qué tendré yo el corazón tan insepulto,
tan ávido de heridas y estupores?
Él sabe que está muerto:
ha visto su cadáver de latidos,
conoce el esqueleto de su gozo.
Yo le hice su lápida de lluvia,
lo inhumé en un sudario de neblina,
le escribí un epitafio de oropéndolas…
¿Por qué tendré este corazón tan insepulto,
este último escombro empecinado,
disidente de mí,
destellándome en medio de los ojos?
VII.
Este es mi corazón, el tragafuegos,
viejo fakir de feria,
malabarista ciego.
Es este saltimbanqui del anhelo,
este correveidile
entre el alma y el cuerpo.
Es este manirroto del asombro,
taimado ilusionista que sonsaca
de lo que no será lo que sería.
Este animal que lame sus heridas
y las transmuta en oro melancólico.
Este ancho alambique
que me destila en poemas.
Malherido inmortal que bien me hiere.
El condenado a vida de por muerte,
de por muerte de amor.
Es mía su suerte.
VIII.
Mi corazón es el único astrolabio
que uso para medir el universo.
Es el único fruto que da flores,
el trópico que marca mi epicentro.
Es la única certeza en mi acertijo,
la justa sinrazón que me gobierna.
Mi corazón es la única isla
donde yo soy la náufraga y la reina.
TRÓPICO DISONANTE
…Si sólo quería ser la niña maga
de atónitos patriarcas recurrentes,
niña subliminal, intempestiva,
la de savia volátil y selvática.
Si sólo quería ser la niña alma,
la disponible siempre para el rapto.
Si sólo quería ser la niña diáfana,
la insolencia de toda mi armonía,
libélula prohibida al pentagrama.
¿Cuándo empecé a disonar conmigo?
¿Por qué dejé de ser tornasolada?
¿Cómo me convertí en mi materia opaca,
en muerte funcional, casi doméstica,
que debe darse a luz cada mañana?…
TRÓPICO AFIRMATIVO
Pero soy esta verba
ventanaria y gloriosa,
esta tortuga al sol,
esta palmera,
esta feliz cachaza,
esta marea,
este arrecife hembra
de coral pasionario.
Pero soy esta esencia
tribal y epitalámica,
esta polifonía yigüirrera,
esta rara bromelia,
esta montaña.
Pero soy esta ceiba,
esta jaguara,
esta embriaguez
de brisa calinguera,
esta tierra en que afirma
la heliconia
el trópico total
de su respuesta.
TRÓPICO A LA DERIVA
Envuelta en humedad iluminada,
en puro desvencije a la deriva
de mi propia pereza suculenta,
como si fuera tendida en mi barcaza
por un canal bordeado de manglares,
con una languidez desparpajada
hamacándose en mí:
delicia de calipsos y guanábanas
a la deriva de mi duelo verde,
bajo el rojo aleteo de las lapas…