Leopoldo Marechal. Canción para que una mujer madure

 

Presentamos dos textos del imprescindible autor argentino.

 

 

 

Leopoldo Marechal

 

 

Ídolo

Alfarero sobre el tapiz de los días,
¿con qué barro modelé tu garganta de ídolo
y tus piernas que se tuercen como arroyos?

Mi pulgar afinó tu vientre
más liso que la piel de los tambores nupciales.
He puesto cuerdas al arco nuevo de tu sonrisa
y engarcé dos noches en el sitio de tus ojos…

¡Ídolo de los alfareros!
Yo se que redondeas el cántaro de la mañana
y lo pintas de sol
y lo llenas con una luz rota de pájaros.
Ídolo de los alfareros
que se sientan sobre el tapiz de los días…

He quemado a tu pie
la madera fragante de mi palabra.
El viento no deshojó todavía
un tulipán de música más bonito que tu nombre.

¡Haz que maduren los frutos
y que la lluvia deje su país de llanto,

ídolo de los alfareros
que se sientan sobre el tapiz de los días!

Si no mis odios bailarán
sobre la tierra de tu carne…

 

 

 

Canción para que una mujer madure

¡Fruto nuevo, amasijo de tierra y de agua!
Cristalizó en el gajo más curvado del mundo
la sal de tu ternura.

¡Afilando puñales de sed,
trenzando los cabellos de una esperanza niña,
desvaneciendo sombras he cuidado tu rama!

Pastor de grandes cosas que se mueven,
yo conduje el rebaño de los días piafantes;
he visto cien mañanas con los picos abiertos
devorar la migaja de la última estrella
y tembló entre mis manos toda noche
como una yegua renegrida y ágil…

Yo hilvané con mis ansias una canción de cuna
para que se durmieran los cachorros del viento;
y alcé un espantapájaros de odio
sobre el campo frutal de tu sueño sin lágrimas.
Con las hebras del sol
has torcido el cordaje de tu risa.

En las enredaderas de tus voces incuba
sus tres huevos azules un pájaro de gracia…
¡La vida en tus talones es un giro de baile!

Te aferras al abierto pavorreal de los días
y le robas la pluma;
sabes abrir tu noche como un libro de estampas.

Y no sé si deshojas
la flor menguante de las lunas;
y no sé si libertas los luceros cautivos;
¡o si el verano salta de tus ojos iguales
a una lluvia con sol!

Tengo los dientes rotos de morder imposibles:
para ti guardan lechos de martirio mis brazos.
En mis dedos retoñan zarzales de caricias,..

¡Todas las noches naufragaban
en esta costa de mi anhelo!

Grabé tu nombre en todas las arenas del aire:
tu nombre es el perfume que buscaban mis años.

Redoblan los tambores de mi fiebre
largos llamados al otoño.

Has de llorar tus frutas
redondas como lágrimas…

Ensartare en el hilo de mi plegaria sorda
las cuentas de cien días y de cien noches;
¡y haré un collar de tiempo que te ciña!

Conduciré el rebaño de mis voces
por caminos que duerman bajo el opio del alba.

He de atar mis dos ojos a carros de vigilia
¡y haré un collar de tiempo que te ciña!
para que sea manso tu caer en un día
con fragancias de alcoba;
y para que en la noche de tu llanto
las estrellas más altas fructifiquen
entre la mano de los niños.