

Presentamos tres textos del célebre poeta modernista argentino.
Leopoldo Lugones
LA ÚLTIMA CARETA
La miseria se ríe. Con sórdida chuleta,
Su perro lazarillo le regala un festín.
En sus funambulescos calzones va un poeta,
Y en su casa el huérfano que tiene por Delfín.
El hambre es su pandero, la luna su peseta
Y el tango vagabundo su padre nuestro. Crin
De león, la corona. Su baldada escopeta
De lansquenete impávido suda un fogoso hollín.
Va en dominó de harapos, zumba su copla irónica.
Por antifaz le presta su lienzo la Verónica.
Su cuerpo, de llagado, parece un huerto en flor.
Y bajo la ignominia de tan siniestra cáscara,
Cristo enseña a la noche su formidable máscara
De cabellos terribles, de sangre y de pavor.
A RUBEN DARÍO Y OTROS CÓMPLICES
Habéis de saber
Que en cuitas de amor,
Por una mujer
Padezco dolor.
Esa mujer es la luna,
Que en azar de amable guerra,
Va arrastrando por la tierra
Mi esperanza y mi fortuna.
La novia eterna y lejana
A cuya nívea belleza
Mi enamorada cabeza
Va blanqueando cana a cana.
Lunar blancura que opreso
Me tiene en dulce coyunda,
Y si a mi alma vagabunda
La consume beso a beso,
A noble cisne la iguala,
Ungiéndola su ternura
Con toda aquella blancura
Que se le convierte en ala.
En cárcel de tul,
Su excelsa beldad
Captó el ave azul
De mi libertad.
A su amante expectativa
Ofrece en claustral encanto,
Su agua triste como el llanto
La fuente consecutiva.
Brilla en lo hondo, entre el murmurio,
Como un infusorio abstracto,
Que mi más leve contacto
Dispersa en fútil mercurio.
A ella va, fugaz sardina,
Mi copla en su devaneo,
Frita en el chisporroteo
De agridulce mandolina.
Y mi alma, ante el flébil cauce,
Con la líquida cadena,
Deja cautivar su pena
Por la dríada del sauce.
Su plata sutil
Me dio la pasión
De un dardo febril
En el corazón
Las guías de mi mostacho
Trazan su curva, en mi yelmo.
Brilla el fuego de San Telmo
Que me erige por penacho.
Su creciente está en el puño
De mi tizona, en que riela
La calidad paralela
De algún ínclito don Nuño
Desde el azul, su poesía
Me da en frialdad abstrusa,
Como la neutra reclusa
De una pálida abadía.
Y más y más me aquerencio
Con su luz remota y lenta,
Que las noches trasparenta
Como un alma de silencio
Habréis de saber
Que en cuitas de amor,
Padezco dolor
Por esa mujer.
AL JOROBADO
Sabio jorobado, pide a la taberna,
Comadre del diablo, su teta de loba.
El vino te enciende como una linterna
Y en turris ebúrnea trueca tu joroba,
Porque de nodriza tuviste una loba
Como los gemelos de Roma la Eterna.
Sabio jorobado, tu pálida mueca
Tiene óxidos de odio como los puñales,
Y los dados sueltos de tu risa seca
Con los cascabeles disuenan rivales.
Tu risa amenaza como los puñales,
Como un moribundo se tuerce tu mueca.
Sabio jorobado, la pálida estrella
Que tú enamorabas desde una cornisa,
Como blanca novia, como astral doncella
Del balcón del cielo cuelga su camisa
Un gato me ha dicho desde la cornisa,
Sabio jorobado, que duermes con ella.
Demanda a la luna tu disfraz de boda
Y en íntimo lance finge a Pulcinela.
Pulula en el río tanta lentejuela
Para esos brocatos de última moda,
Que en su fondo debes celebrar tu boda
Tal como un lunólogo dandy a la alta escuela.