Cantos de Sombra
(Versión al español de J.J. Arnedo)
MUJER NEGRA
¡Mujer desnuda, mujer negra
Vestida de tu color que es vida, de tu forma que es belleza!
He crecido a tu sombra, la suavidad de tus manos vendaba mis ojos,
Y en pleno Verano y en pleno Mediodía te descubro Tierra
prometida desde la alta cima de un puerto calcinado
Y tu belleza me fulmina en pleno corazón como el relámpago al águila.
Mujer desnuda, mujer oscura
Fruto maduro de carne tersa, sombrío éxtasis del negro vino,
boca que haces lírica mi boca
Sabana de horizontes puros, sabana estremecida bajo las caricias ardientes del Viento
del Este
Tantán esculpido, tantán terso que ruges bajo los dedos del vencedor
Tu voz grave de contralto es el canto espiritual de la Amada.
Mujer desnuda, mujer oscura
Aceite que ninguna brisa ondea, aceite suave en los costados
del atleta, en los costados de los príncipes del Malí
Gacela de cabos celestes, las perlas son estrellas en la noche de tu piel
Delicias de los juegos del espíritu, los reflejos de oro bermejo sobre tu piel tornasolada
A la sombra de tu cabellera, se ilumina mi angustia con los soles cercanos de tus ojos.
Mujer desnuda, mujer negra
Como su belleza que pasa, forma que fijo en lo eterno,
Antes que el destino celoso te reduzca a cenizas para nutrir las raíces de la vida.
EL MENSAJE
Me han enviado un rápido mensajero
Cruzó la violencia de los ríos, en los arrozales bajos se hundía hasta el ombligo.
Su mensaje era urgente.
He dejado la comida humeante y el cuidado de numerosos litigios.
Un taparrabo nada más he llevado para las mañanas de rocío.
Por viático palabras de paz blancas para abrirme toda senda.
Yo también he cruzado ríos y selvas de obstáculos vírgenes
De donde colgaban lianas más pérfidas que serpientes
He cruzado pueblos que os lanzaban un saludo envenenado.
Pero yo no perdía mi señal de identificación
Los Espíritus velaban el soplo de mis narices
Reconocí las cenizas de los antiguos vivaques y sus huéspedes hereditarios.
Hemos intercambiado largas conversaciones bajo los kaicédrats
Hemos intercambiado los presentes rituales.
Y llegué a Elisa, nido de halcones desafiando la soberbia de los conquistadores.
Volví a ver la antigua morada sobre la colina, un pueblo de largas pestañas bajadas.
Recité el largo mensaje al Guardián de la sangre.
Las epizootias, el comercio arruinado, los terrenos de caza acotados la decencia burguesa
Y los desprecios sin grasa con los que se hinchan los vientres de los cautivos.
El Príncipe respondió. Esta es la huella exacta de su discurso:
“Niños de cabeza corta, ¿Qué os han cantado las koras?
Me han dicho que vosotros declináis la rosa y vuestros Antepasados los Galos.
Seis doctores de la Sorbona hinchados de diplomas.
Acumuláis papeles- si sólo fueran luises de oro para contarlos
bajo la lámpara como hacía tu difunto padre de tenaces dedos.
Me han dicho que vuestras hijas se pintan la cara como cortesanas
Que se ponen casco para la unión libre y el esclarecimiento de la raza
¿Sois más felices? Alguna trompeta de wa, wa, wa
Y lloráis allá en las noches de grandes fuegos y de sangre.
¿Será necesario desarrollar el antiguo drama y la epopeya?
Id a Moissel a Fa’oy, recitad el rosario de santuarios que han jalonado la Gran Vía
Recorred de nuevo la Senda Real y meditad este viacrucis glorioso.
Vuestros sumos sacerdotes os responderán: Voz de la sangre.
Más hermosos que róniers son los muertos de Elissa, escasos eran los deseos de su vientre.
Su escudo de honor y su lanza lean no los abandonaban nunca.
No acumulaban trapos, ni siquiera guineas para adornar sus muñecas.
Sus rebaños cubrían sus tierras, como sus moradas a la sombra divina de los ficus
Y sus graneros reventaban de granos llenos de niños.
¡Voz de la sangre! ¡Pensamientos que rebinar!
Los conquistadores saludarán vuestro paso, vuestros hijos serán la corona blanca de
vuestra cabeza.”
He oído la palabra del Príncipe.
Heraldo de la Buena Nueva, he aquí su bastón de marfil.
EL TÓTEM
Debo ocultar en lo más íntimo de mis venas
Al Antepasado de piel de tormenta surcada de relámpagos y rayos
Mi animal guardián, tengo que ocultarlo
Para no romper el dique de los escándalos.
Él es mi sangre fiel que requiere fidelidad
Protegiendo mi desnudo orgullo contra
Mí mismo y la soberbia de las razas felices…
A LA MUERTE
Me has asaltado otra vez esta noche
Esta noche sin claro de luna, a la orilla de la pérfida charca, pantera
Lanzada desde el arco de una rama.
¡Ah! Siento el fuego de tus garras en mi espalda y la angustia
Que hace gritar a medianoche hasta los dedos de mis pies temblorosos prisioneros.
Oh muerte, jamás familiar, me has visitado tres veces, recuerdo
Mi andar tras la vida como el del niño tras el pesado fruto que rueda bajo un rónier
-De pronto una segunda piña sobre la espalda lo aplasta en el suelo.
Muerte temible, que haces huir más veloz que el guerrero que dio siete vueltas a la ciudad
de las siete puertas
Mírame en el cenit de la vida y del deseo y del querer
Cuando ya está aquí el invierno, las lluvias reumáticas y tus garras profundas.
¿No has sentido el poder de mis lomos, de mi musculosa voluntad?
Sé que el Invierno se iluminará con un largo día primaveral
Que el olor de la tierra subirá a embriagarme con más fuerza que el perfume de las flores
Que la tierra ofrecerá sus senos duros para estremecerse bajo las caricias del Vencedor
Que brincaré como el Mensajero, que revelare África como el escultor de máscaras de
intensa mirada
Que volverá sobre la hierba, mezclando su voz grave al coro del alba
La mujer de rostro negro y cabeza leonada, que marchó sin que una palabra surgiera
entre nosotros
A la isla de Francia un día de invierno luminoso.
LIBERACIÓN
Los torrentes de mi sangre silbaban a lo largo de las orillas de mi celda.
Esto sucedía durante noches y días más solitarios que la noche.
A los golpes de ariete los diques y muros pérfidamente macizos resistían con tenacidad.
Allí estaba yo golpeando con la cabeza como la desesperanza de un niño nervioso.
A un gesto del ángel que me guíe dije, paz a mi alma
Pero ¡qué lucha sin masajista, que me tiene todo el cuerpo molido!
Con la paciencia de un campesino, trabajé limado por las diecisiete horas de verano
Cuando hay que encerrar la cosecha porque el tiempo rugiente amenaza.
La otra mañana perdí la memoria de los días y de las superestructuras
Sentí en mi mejilla la leche fresca de la verdad.
Fuera reinaba todavía la noche, y ni una sola estrella en la granja más lejana.
Me iban bañando lentamente el alba y el verde tierno de la hierba mojada
de una suavidad sincera.
Alzando la mirada más allá del Sol, al Este
Vi clarear las estrellas y oí el cántico de paz.
Y, liberado de mi prisión, añoraba el pan moreno y el lecho de los insomnios.
-Léopold Sédar Senghor
Cantos de Sombra
Versión al español de J.J. Arnedo
Colección Visor de Poesía