Nuestro vino es agrio
SIN METÁFORAS
La cirujana viene a enseñarme
el verdadero significado de poner el dedo en la llaga.
Aprendo que es posible vivir sin metáforas.
¿Posible o preferible?
Se inclina para ver cómo está el drenaje.
Macorina que pone su mano allí.
No teme ser indebida o mal interpretada.
Aquí no hay mala interpretación posible:
realmente está poniendo el dedo en la llaga.
Lo pone y lo hunde.
En dedo entra por el orificio.
No es la National Geografic , ni el Discovery Channel.
Frente a mí la realidad del dedo en la llaga.
Dedo que entra y se mueve como en una cancioncilla:
¿Qué va a encontrar?
¿Qué va a encontrar?
La cirujana hunde el dedo en el orifico del paciente
y palpa,
sabe cómo es el paciente por dentro.
Es fácil poner el dedo en la llaga.
Miro al enfermo,
casi me atrevo a pedirle a la cirujana que me deje entrar,
tocar allí.
De niña, yo desarmaba juguetes para saber
qué tenían dentro.
Muñecas cuyos brazos nunca más quedaban en su sitio.
Pelotas ponchadas y abiertas para ver sus tripas.
Despertadores rotos, desarmados,
para comprender la espiral hermosa
del mecanismo de la cuerda.
¿Qué voy a encontrar? ¿Qué voy a encontrar?
Tantos años después regresa el mismo
entusiasmo infantil.
NUESTRO VINO ES AGRIO…
Pero ansiosa lo busco entre lo que se amontona
sobre la mesa.
Hay que recibir a los viajeros.
Prepararles de comer lo que más extrañen:
los frijoles negros del domingo,
o los blanco que casi no…
Hay que empeñarse, comprar el pan, las carnes
_ correr peligro.
Es preciso tener la casa limpia,
que no hayan olores.
Que nada recuerde el orine del perro,
la humedad,
la telaraña,
el polvo.
Hay que lograr a toda costa esa botella de vino,
Aunque los viajeros no tengan sed.
Aunque solo prefieran migajas,
los poquitos que quedaron de la comida de ayer,
cuando les mencionaban con ardor
con impaciencia,
como a dioses que no se sabe
si algún día van a volver.
PREGUNTAS
Pregunto si el gato va a acordarse de mí
después de tanto tiempo.
Hago preguntas así para no hacer las otras.
No quiero saber de la subida de los precios
ni de las enfermedades.
No quiero saber cuál fue el mes más frío
o si las goteras acabaron de podrir el techo.
Me concentro en el pelo amarillo del gato.
Las líneas de su lomo
son como las marcas del preso en el muro de la celda.
Espero el maullido compasivo,
la cola en alto, indiferente,
su paso que no pregunta por qué he vuelto
a pesar de los precios
las enfermedades
la humedad
el techo podrido.
No pregunto. El tampoco pregunta.
Me ignora,
hace que no me ve
pero en silencio lo veo contar las bolsas bajo mis ojos,
las patas de gallina,
las marcas que yo misma hice en las preguntas
que me acechan.