Laura García del Castaño

Así ha sido toda la vida

 

 

 

Palabras de este mundo
Nueva poesía argentina
Selección y edición: Marisa Martínez Pérsico

 

 

 

 

El ansioso enjambre que salía a corrernos

ya no nos alcanza

Consumida la cáustica certeza

quitada la aguja del corazón

todo rebasa

vamos retorciéndonos al fragor del veneno

punzadas en el ardor de las palabras

Vacío ahora el panal está a salvo

ya no tendrá serpientes merodeando

ni lenguas de quirúrgico acero

ni ojos escarbando como plagas como flechas

 

Lo hemos dilapidado todo, querida

Las ventanas a oscuras contempladas

desde otro lugar

 

Es el indicio del final

la podredumbre.

 

 

***

 

 

Lo dijo Quignard:
Los vivos tocan la muerte cada vez que duermen

 

La ventana estaba abierta en una hoja

y vos dormías

abierto de par en par tu corazón dormía

 

Un pájaro al que no vimos entrar

aterrado, preso

entre tus jeans y las toallas

Su pico abierto, su pecho exhausto,

Su aire tomado a borbotones

Con ambas manos presionaste enloquecida

Vos que no calculás tu fuerza,

que jamás pudiste calcular tu fuerza,

apretaste su tibio armazón

un terrón endeble

la almohadilla donde ponías tus agujas

 

Intenté gritar,

pero volví a experimentar tu asfixia serena

volviste a estrangular mi ingenuidad intacta

Sí, los muertos tocan a los vivos a través de animales

que los asaltan por error

 

pero los vivos cubren esa aurora, vuelven a matar.

 

 

***

 

La mariposa volará toda una tarde
para reunir una gota de miel
Dulce María Loynaz

 

En Groenlandia un hombre caza aves,

escondido en el mismo lugar de sus ancestros

Coloca las aves en una bolsa de piel de foca

cose y unta sus junturas,

luego la entierra bajo las rocas

hasta el próximo invierno

 

Aquí otro hombre escribe poemas

escondido detrás de sus antiguas visiones

en la misma persistencia

No guardará ni enterrará nada

Escribirá toda una vida para reunir

una gota de silencio

 

 

***

 

No te daría mi colección de cucharas importadas

Ni me tatuaría un brazo

Ni me iría a vivir a tu casa con tu madre

Pero te dibujaría lo que la vida te borre

Te esperaría debajo, en el gran salto

Porque soy todo lo que no has buscado

la arrastrada por tu mayor creciente

la que supo domar al fantasma de tu entrada

 

Tomo lo que me sirves, lo picante, lo amargo

 

Soy lo que dejas afuera a la intemperie,

la que va hasta ese lugar de tu fiesta,

del corazón

de tu hambre

No hay una foto tuya en mi billetera

Nunca retuve tu número, tus claves

No hay nada que nos una

apenas me tenso al esplendor de tu vida

con ese hilo finísimo

con que la luz

sujeta a los insectos.

 

 

***

 

Así ha sido toda la vida

así es ahora

un día arrojado para voltear a un hombre

y a ti sólo para despeinarte

Luces un espléndido rasguño sobre el rostro

Otro luce un corazón de hierro

Una bondad ortopédica

un tubo de oxígeno,

un ojo de vidrio, la calvicie de una peste

el áspero talón de quien anda por el monte

el cayo de la música

el titilar de un párpado vencido por la máquina febril

la espalda tirante de cargar lo contrario

o tan sólo el moretón

que descubres vistiéndote

y cuyo golpe desconoces

Pero hay quienes no lucen nada

Ni curvatura en la sombra

ni polvo entre los dientes

ni cabellos que se parten al mínimo roce.

Ellos exprimen la fruta sin volcar una gota

Hacen el amor ciñendo los cuerpos

Exigen castigo con la mano del delito

Andan pálidos, súbitos, a sangre fría

Sin prender ningún fuego, sin sonido de motor, sin sudor,

muertos de quietud, de escepticismo.

 

 

 

 

 

Algunas palabras de este mundo

Quiere esta antología, junto con difundir las voces de treinta poetas argentinos nacidos entre 1970 y principios del siglo XXI, ser, con su eco preliminar de Árbol de Diana (1962), un homenaje a Alejandra, de cuya muerte se cumple medio siglo.

Celebrar, desde el guiño de su título, esos pequeños artefactos poéticos perfectos, esas piezas muchas veces brevísimas que dan cuenta de una subjetividad quebrada, de una orfandad metafísica, con unas dislocaciones pronominales que potencian el característico tono de tipo liminar pizarnikeano, siempre al borde, en el umbral o límite entre posibilidad e imposibilidad del decir. Poesía que es desamparo y morada. Claridad y oscuridad a la vez.

Las páginas que siguen son un intento de visibilizar y divulgar un repertorio de voces que se inscriben en distintas tradiciones líricas nacionales: hay derivas de la poesía conversacional, propuestas en clave realista, programas de carácter hermético, de indagación ontológica o continuadores de la tradición de la ruptura, estéticas herederas del neobarroco/neobarroso y de la poesía experimental, del riesgo, que se institucionalizaron en países como Argentina o México, especialmente durante la década del ’90. Poemas en prosa y otros que buscan el diálogo intergenérico o transmedial (lírica, narrativa, teatro). Poemas que no exceden una página (¿una pantalla?) y poemas largos memorables.

Esta muestra responde, además, a una vocación federal y extraterritorial. Incluye autores que nacieron y viven en distintas provincias argentinas –desde Salta hasta Tierra del Fuego– y otros radicados en el extranjero (Holanda, Francia, España), que encarnan una argentinidad poética ‘extraterritorial’ (George Steiner), ‘glocal’ (Vicente Luis Mora) y ‘posnacional’ (Bernat Castany).

 

Marisa Martínez Pérsico
Roma, octubre de 2021

 

Laura García del Castaño Nació en Córdoba en 1979. Ha publicado ocho libros de poesía de los que rescata la mitad: El Grito (edición de autor, 2004), LEER MÁS DEL AUTOR