La historia de su vida
(Versiones al español de Andrea Rivas)
LA HISTORIA DE SU VIDA
Dicen que mi padre era un rojo.
Yo no soy un rojo.
Dicen que mi tío era un rojo.
Yo no lo soy.
Dicen que mi cuñado era un rojo.
Dicen que mi sobrino de cuatro años es un rojo.
Yo no lo soy.
Yo no lo soy.
“Los tiempos se hicieron difíciles. Las bandadas de
cornejas se llenaron de bullicio.
Al final me hice rojo por asociación”.
Cinco años después
él fue enterrado
en las fosas comunes para rojos
entre la maleza en la pendiente del este
del cementerio público Manguri de Seúl.
Sin nadie que lo visitara.
El tiempo pasó.
UN PERRO MUERTO
Al sacar el calentador debajo del suelo
cuando se rehusaba a funcionar propiamente,
encontramos a un perro que había desaparecido de la casa.
Estaba muerto, claro.
Cuidadosamente, Padre lo llevó a la colina detrás de la
casa y lo enterró.
El siguiente día llovió. Mientras la lluvia volvía a las hojas
verdes de nuevo, ellas ladraban.
EL POZO
En el patio de esa casa hay un pozo,
un pozo de más de veinte metros de profundidad.
En el acogedor hogar de Pullye viven
la madre de Pullye, brillante como una flor de calabaza,
y la pequeña Pullye, una flor de lirio,
solo ellas dos.
La madre es viuda, joven,
discreta en toda norma,
nunca se sumerge al agua
no aún en el calor del verano.
Cuando yo iba para hacerles mandados,
si acaso tomara un solo trago del agua azul oscura,
del silencio y horror en esa agua
que la madre de Pullye
bajando la pesada cubeta
cargaba desde el pozo de veinte metros de profundidad,
mi cuerpo entero temblaría, se hundiría mi corazón.
DOS CIEGOS
En Changmi-dong, Kunsan,
varias personas ciegas viven juntas,
varias personas ciegas que son buenas con los masajes,
felices juntas.
Si llega una llamada para que uno vaya a una posada,
un hombre mayor lleva a una joven
y juntos toman los bastones,
es una ruta familiar, incluso si no pueden ver,
porque la toman todo el tiempo.
Sus bastones apenas tocan el suelo.
Ese hombre ciego no es su padre, ella no es su hija,
pero las relaciones adoptivas entre ellos son firmes.
La que usa lentes oscuros y no
tiene miedo a la lluvia, es la hija.
El que tiene los ojos abiertos, sin ver una sola cosa,
guiando el camino, es el padre.
Cuando no hay nadie
hablan en tonos bajos
y ríen: cosa que de otro modo no hacen.
En medio de toda la perversidad del mundo
hay bondad también:
incluso la oscuridad puede ser una bendición.
EL HUÉRFANO DE LA MONTA ÑA PAE KUN
A inicios del invierno de 1951
durante la batalla en la montaña de Paekun,
la banda de partidarios de la provincia de Chŏlla del Sur
perdió al capitán del consejo de ciudadanos,
el hijo de Kim Chŏng-su estaba
en el útero de su esposa Lee Kong-ju en las colinas,
directora de la escuela de Chŏlla del Sur,
Lee Kong-ju, era graduada del Instituto Político de Kangdog.
Más tarde fue capturada
y antes de subir a la tribuna en la prisión Kwangju,
dio a luz a su hijo en una celda.
Después fue ejecutada.
El bebé recién nacido ya había perdido a su padre,
y ahora perdía también a su madre.
Afortunadamente, un carcelero que no tenía hijos
lo adoptó y lo cuidó como si fuera suyo.
Al ver que había un bebé en su vientre
no le dispararon de inmediato.
Así es como Lee Kong-ju, la guerrillera, fue capturada con vida.
Nació en Kongju en una provincia al sur de Ch’unch’ng,
así que desde pequeña la llamaron “la Camarada Kongju”
pues tuvo que matar a su propio nombre por el bien de la revolución.
En los reportes de la policía
la Camarada Kongju
se convirtió en Lee Kong-ju a los 28.
Al mismo tiempo que la primera invasión comunista exitosa,
ella estaba a cargo de la Provincia del norte de Chŏlla,
luego fue hacia las colinas y fue desplegada en la banda de Chŏlla.
El hijo de Kim Chŏng-su y Lee Kong-ju creció
y vivió una vida muy diferente.
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-Ko Un
Poesía dejada atrás
Círculo de poesía ediciones
Ciudad de México, 2018