Es hermosa la luz que nos llega
Nuevas voces de la Argentina
Por Luis Benítez
En la poética de Julián de la Torre la originalidad de los sentidos encontró ya una plasmación escritural muy adecuada para trasmitirnos intensamente la visión del mundo —de este y del otro, el suyo— que anima a su joven autor. Poemas que le devuelven al castellano esa potencia evocadora y esa energía emocional que añoramos al leer otros textos quizá bien intencionados; un manejo ya maduro de los múltiples recursos que ofrece la lengua para el paradójico cometido de la palabra poética: ir más allá de sus límites, dejarnos entrever aquello que Jacques Lacan denominó como Lo Real.
Al revés de lo que sucede con los textos que simplemente lo intentan, los versos de Julián de la Torre sí llegan hasta allí, sorprendentemente concretos, acabadamente lúcidos, impecablemente escritos.
Luis Benítez
POEMAS DE JULIÁN DE LA TORRE
La tierra solar
Cada día sin orillas se levantan
el árbol, la fuente, los ríos
hacia todas partes, desbordando
el cuerpo y la flor que sangra.
¡Alegría! Corre el agua
por el prado y la palabra.
Veo un pastor en su canoa
debajo de su brazo está su único hijo
hace muchos años enterrado,
veo que la luna torna en un nuevo día
luz y aire
un río inmenso, voces
y mientras el mundo comienza a girar en otro sentido
siento al amor iluminar mi salón silencioso
mi espacio abierto.
Eclipse
No había nada y se apagó
negro, negro, negro.
¿Qué sentirán los animales
cuando se muera la tierra?
Nada, no había nada y de pronto
un hilito de luz, un círculo
detrás de la luna
en la espalda del sol
es hermosa la luz que nos llega.
El aura
Hacia arriba dirijo mis ojos
y levemente me distancio de la tierra.
¿No es esta barca una cuna entre las corrientes del cielo?
¿No es el fuego un aura pura
que me envuelve mientras asciendo?
Qué suave la danza a mi alrededor,
qué apacible soplo entre la tierra y su centro.
Como un árbol asciendo y mis raíces
beben con gusto el agua del cielo,
su leche amarga y nutritiva.
Lamento
Abra el aire mi puerto donde sueñan los peces
caiga la mañana y la tarde y sucédanse los días,
el agua y el viento;
repítanse mis pasos en este salón abandonado
y que la misma mano
me arrebate cuando deposite yo mis huesos en el océano.
Caiga un bloque de aire y ascienda el canto
parecido a un lamento. Hagan mis brazos
como el agua alrededor de la bestia.
Sean el agua y el aire luz en esta tarde
en que las flores se aparean inmóviles.
Arte poética
Como el irrumpir de la luz
o una fruta que cae
por espacios levemente abiertos
un hombre hay, un aleteo impreciso
un resonar de objetos
constante, rodeándome
buscando otra vez su centro
mientras pasan, incesantes
las horas sobre las piedras.
Hombres
Hombres, hombres, sus bocas quebradas, sus palabras
en silencio. Hombres, como un gran río
seco. Hombres, y el amor
en el fondo, latiendo como el corazón del volcán,
temblando como el rocío en las hojas
o el oro que todavía resuena en el río;
amor. Y el hombre, sin embargo,
con la lengua árida del odio se roza,
con el deseo ardiente, con la miseria.
Hombres, hombres,
somos tantos los que viajamos en este río
seco. Sin agua. ¿Amor?
Hombre, si vieras cómo
una mujer, al posar su mano sobre tu herida,
al acercar su boca a tu miseria,
al rozar con su lengua tu polvo,
verás cómo esa mujer, esa luna
se eleva sobre el espacio curvo de la noche
y oirás, sí, oirás
cómo se acerca su voz como manantial de agua
y tus árboles y tu tierra,
hombre, y ese sonido leve
que todavía se oye
dentro tuyo.
Lluvia
El golpe verde de la lluvia
contra los árboles, contra sus hojas.
Y el viento, un relámpago,
el hombre que mira (yo,
de pronto) aquel recuerdo
que no alcanzo a evocar, que no se sube
a la superficie.
Ante mí, la lluvia
y la noche. Los árboles
golpeados por el viento,
la música. ¿Qué es eso que se desprende
y sube en mí como el sonido de los árboles,
aquello que quiere recordarse
oscuramente
mientras oigo caer la lluvia?
Truenos
Truenos, relámpagos, imágenes, hombres.
Todo tiembla ante la inminencia
de la lluvia. Los recuerdos buscan refugio
debajo del corazón.
Y yo estoy aquí, aferrado
como un grifo que custodia
lo más alto de la iglesia,
como una bestia
que saca su lengua ante el mundo,
con asco y compasión,
con miedo y reverencia.
Truenos, relámpagos, imágenes, hombres.
El mundo está temblando como una cáscara
vacía. Un trueno
se clava en la tierra como una lanza afilada.
Y allí donde cayó
(hueco oscuro, humeante)
veo un árbol que asciende
con sus raíces eléctricas. Su sonido
se parece al gesto atónito de mi boca
al pronunciar estas palabras.