los ahogados menos bellos del mundo
ojo
alguien te lleva por delante
y sin pensarlo dices “perdón”
como si debieras disculparte
tú por estar en su camino
lo haces mirando hacia abajo
sin saber cómo se ve,
prefieres no tener una imagen
de su cara, ya tienes tantas.
si lo piensas sientes que llevas
un rato largo, al menos un año
sin mirar a alguien a los ojos,
y si sucede por descuido
sales corriendo, como un venado
atrapado por las luces,
como dicen en inglés: a los gringos
les parece sospechoso la gente
que no mira a los ojos, como que
tienen algo que esconder,
en otras culturas es una afronta
mirar a los ojos, una provocación,
es mejor mirar abajo, volverse
familiar con los zapatos del locutor.
alguien dijo en algún lado,
tal vez un libro, o en internet,
alguien dijo que le da pena mirar
a los ojos, pero le da pena por el otro,
porque es tan fácil ver sus secretos,
cómo se desparraman de las pupilas,
te gusta esa explicación,
aunque puede que te de miedo es
desparramarte frente a alguien
que busca verte a los ojos,
no eres tan impenetrable
como crees ser, lo sabes y por eso
escondes la mirada, intentando no
pensar en cómo eso también te delata
el silencio de varios años
hace que tu voz salga como
un suspiro, nadie sabe cuánto has
querido, y qué tanto lo has protegido.
bruxismo
aprieto tanto los dientes,
la mandíbula,
que hasta me di vértigo
hay que descubrir la gracia de un
milímetro entre los dientes,
del vacío de la lengua al borde
de hacer “clo” “clo” en silencio
aprender a soltar ha sido
mi cruz, me electrocuta
aquello que no debí agarrar
la doctora de la mandíbula dijo que
debo hacer el inconsciente consciente
que si dejo de apretar de día
dejaré de apretar de noche
no le conté que me despierto
toda apretada, no solo los dientes,
sino encorvada en posición fetal,
intentando encogerme,
esconderme, me despierto
con las muñecas flexionadas,
los dedos cosquilleando.
llevo así un rato, un año,
quizá dos, o desde el 2020 –
que es decir, siempre
en todo caso, la doctora se equivocó,
quiso decir hacer el consciente inconsciente:
si de día, consciente, no aprieto
de noche, inconsciente, tampoco lo haré
¿qué otros mensajes podría enviar así
al inconsciente? ¿cómo le puedo escribir
una nota de día para que me suelte?
es difícil, soy de las que no saben qué hacer
con las manos – o la boca – en una foto,
por eso salgo haciendo muecas,
con las manos descolgadas de la muñeca
pienso que eso le falta al psicoanálisis:
en su obsesión por hacer consciente
el inconsciente, no se pregunta ¿y ahora qué?
escribo porque no he logrado
volver a la doctora de la mandíbula,
algo se interpuso: la vida, o
las distracciones que llamamos vida.
o porque creo en las manos, veo cómo
cada vez aprenden a agarrar el lápiz distinto,
ya no me doblan toda sobre la mesa
navidad número diez
saqué a pasear a las perras
en el parque la luz salía
sin saber por dónde
un señor buscaba algo
pero sin desesperación
había extraviado algo
y lo encontraría, o no
todo cerrado
24 de diciembre
debajo del toldo
de un restaurante cerrado
una señora vendía buñuelos
la luz amarilla y naranja
se filtraba entre los árboles
en una banca dos niños
jugaban algo que yo no entendía
sin levantarse, gritaban
de vez en cuando,
¡seguimos vivos!
¡seguimos vivos!
con el entusiasmo de quien
abre un regalo
voy a ver cómo van
las flores anaranjadas
y siguen florecidas, con otras
moradas que se acaban de unir
un hombre le reza
a un árbol, puede que esté
en dirección a la Meca
puso un papel
en frente del árbol
y arrodillado lleva la cabeza
al piso y la levanta
mientras murmura
alguien grita mi nombre
aunque me cuesta darme cuenta
que en realidad alguien
en bicicleta me conoce
mi amiga me muestra
lo que consiguió en pulgas,
dice que pasará navidad sola
con su novio aunque
no me logra explicar por qué
le quiero decir: déjalo, pero
soy un personaje que observa
a quien le cuesta participar
le deseo feliz navidad
me tomo más tiempo de lo usual
en pasear a las perras
esta navidad en la que sigo viva,
y en asegurarme que todas
estas cosas tengan un testigo,
o que me atestigüen a mí.
los ahogados menos bellos del mundo
veo una huella de olas negras
que depositó el mar en la playa,
pequeños mugrecitos de algún árbol,
pero de cerca se mueven unas
de esas bolitas negras a un lado y a otro.
pequeños mosquitos, quizás jején
de los que pican duro, intentan
huir, borrachos, de dejar atrás
a sus compañeros ya ahogados,
a los cuerpecitos que flotan en el mar,
o yacen debajo de sus paticas fugitivas
afanadas por escapar el desastre que vuelve.
~
¿qué le pasó a esta nube de
mosquitos? ¿cómo terminaron
en la playa? son tantos, miles.
algún artista contemporáneo
podría recogerlos y pegarlos todos
a un lienzo para chocar al público
¿será que la nube volaba sobre el mar
y la sorprendió los vientos alisios, cayendo a su ahogo
para que los depositaran las olas en la playa?
hay hojas en el mar alrededor
de los cuerpecitos, pueda que el viento haya
arrancado hoja y mosquito de su vida por igual
¿o será que esos pequeños huecos en la playa,
cerca de los mosquitos, fueron sus guaridas,
donde dormían-nacían sin esperar la subida del mar?
pienso en plagas, jején lloviendo del cielo,
la nube negra precipitando mosquito sobre tierra y mar
¿por qué será más fácil imaginar el fin del mundo que
lo que haga que se ahoguen los mosquitos
en la playa? nadando veo cuerpos lejos de la orilla,
hundidos en el mar, no sé si vienen o van.
~
aún más afuera se encuentran tranquilos
caminan sobre el agua a pesar de las olas,
y si me acerco salen volando,
adónde voy me levanto y hay una docena
de ellos sobre cada una de mis piernas,
no pican, sino mueren, cuando me los sacudo.
al volver a la playa ya no están los ahogados,
¿se encontrarán en el fondo del mar? ¿o serán
los mismos que ahora caminan sobre el agua?
acabo de espichar a uno sobre el teclado, lo lamento,
Abichucho, nombre que no existe en el diccionario,
pero así te llaman acá, así te hemos bautizado.
un día acabará la tristeza, lo prometo
En lugar del duelo,
hay brazos de reina servidos frescos, un cocker spaniel está tratando de alcanzar un croissant
posado en una bandeja justo afuera de su alcance, que sale volando en el momento en que el
hocico lo logra tocar. gente llorando consuela a gente sollozando, son las nueve de la mañana
y no hay agua.
En lugar del duelo,
la iglesia art deco suena las campanas unos minutos después de que haya pasado la hora – le duele
el tiempo que perdió – por eso suena una canción cada tres horas. no sabe que hoy la música no servirá.
En lugar del duelo,
de noche las apariciones solo quieren que uno les abra la ventana sin que suene la alarma.
En lugar del duelo,
la gente ya no se viste de negro para los funerales, con jeans está, o cómo le digan, pantalón de
mezclilla, de denim, o de obrero, cualquier ropa de día para cualquier otro día.
En lugar del duelo,
papa, huevo, cebolla se deslizan de las manos, se muerden, es tan suave, las ausencias no sólo
se marcan lloviendo tierra.
En lugar del duelo,
alguien encuentra una tortilla con la imagen del divino niño que causa gran revuelo y sale en las
noticias internacionales de países que creen en ese ídolo. nadie se atreve a tocarla, pero llegan
peregrinos a mirarla asombrada, hasta que la olvidan porque aparece la imagen de Jesucristo
en la cruz en una arepa de huevo. no sabe qué hacer la dueña del café cuando la tortilla se pudre.
En lugar del duelo,
la lechuza se posa sobre una palmera y mira hacia atrás, desde donde la miro yo asombrada,
girando el cuello de esa forma que solo las lechuzas saben hacer. me mira a los ojos por un
momento y sale volando. el silencio de la lechuza me hace niña, puedo imaginar que emitió
un sonido que no recuerdo.
En lugar del duelo,
se cae el cielo en un aguacero torrencial en mitad del mar y no vemos ni un metro por delante,
y yo tomo de la botella de ron y miro la belleza de las olas en esa cortina de agua, cómo mantienen
su movimiento de partículas de agua para arriba y para abajo. es el ritmo de mi vida, más que el
segundero. la marcha de las olas no se oye sobre la lluvia que suena a radio sin estación.
En lugar del duelo,
se inunda la ciudad y veo cucarachas ahogadas flotando por las calles, toca alzar al cocker spaniel
para que no le toque nadar. el moretón de ese día aparece y desaparece sin mucho ánimo.
En lugar del duelo,
ya no llegan las brisas en diciembre, aunque en enero llegan los santa anas, un huracán de fuego
que dobla las palmeras en una tormenta de brasas. camino con el fuego a mis espaldas, si me
volteo veo solo lo que ya había sentido en sueños.