Julia Sáenz Lorduy

los ahogados menos bellos del mundo

 

 

 

 

 

ojo

 

alguien te lleva por delante

y sin pensarlo dices “perdón”

como si debieras disculparte

tú por estar en su camino

 

lo haces mirando hacia abajo

sin saber cómo se ve,

prefieres no tener una imagen

de su cara, ya tienes tantas.

 

si lo piensas sientes que llevas

un rato largo, al menos un año

sin mirar a alguien a los ojos,

y si sucede por descuido

 

sales corriendo, como un venado

atrapado por las luces,

como dicen en inglés: a los gringos

les parece sospechoso la gente

 

que no mira a los ojos, como que

tienen algo que esconder,

en otras culturas es una afronta

mirar a los ojos, una provocación,

 

es mejor mirar abajo, volverse

familiar con los zapatos del locutor.

alguien dijo en algún lado,

tal vez un libro, o en internet,

 

alguien dijo que le da pena mirar

a los ojos, pero le da pena por el otro,

porque es tan fácil ver sus secretos,

cómo se desparraman de las pupilas,

 

te gusta esa explicación,

aunque puede que te de miedo es

desparramarte frente a alguien

que busca verte a los ojos,

 

no eres tan impenetrable

como crees ser, lo sabes y por eso

escondes la mirada, intentando no

pensar en cómo eso también te delata

 

el silencio de varios años

hace que tu voz salga como

un suspiro, nadie sabe cuánto has

querido, y qué tanto lo has protegido.

 

 

 

 

 

bruxismo

 

aprieto tanto los dientes,

la mandíbula,

que hasta me di vértigo

 

hay que descubrir la gracia de un

milímetro entre los dientes,

del vacío de la lengua al borde

de hacer “clo” “clo” en silencio

 

aprender a soltar ha sido

mi cruz, me electrocuta

aquello que no debí agarrar

 

la doctora de la mandíbula dijo que

debo hacer el inconsciente consciente

que si dejo de apretar de día

dejaré de apretar de noche

 

no le conté que me despierto

toda apretada, no solo los dientes,

sino encorvada en posición fetal,

 

intentando encogerme,

esconderme, me despierto

con las muñecas flexionadas,

los dedos cosquilleando.

 

llevo así un rato, un año,

quizá dos, o desde el 2020 –

que es decir, siempre

 

en todo caso, la doctora se equivocó,

quiso decir hacer el consciente inconsciente:

si de día, consciente, no aprieto

de noche, inconsciente, tampoco lo haré

 

¿qué otros mensajes podría enviar así

al inconsciente? ¿cómo le puedo escribir

una nota de día para que me suelte?

 

es difícil, soy de las que no saben qué hacer

con las manos – o la boca – en una foto,

por eso salgo haciendo muecas,

con las manos descolgadas de la muñeca

 

pienso que eso le falta al psicoanálisis:

en su obsesión por hacer consciente

el inconsciente, no se pregunta ¿y ahora qué?

 

escribo porque no he logrado

volver a la doctora de la mandíbula,

algo se interpuso: la vida, o

las distracciones que llamamos vida.

 

o porque creo en las manos, veo cómo

cada vez aprenden a agarrar el lápiz distinto,

ya no me doblan toda sobre la mesa

 

 

 

 

 

navidad número diez

 

saqué a pasear a las perras

en el parque la luz salía

sin saber por dónde

 

un señor buscaba algo

pero sin desesperación

había extraviado algo

y lo encontraría, o no

 

todo cerrado

24 de diciembre

debajo del toldo

de un restaurante cerrado

una señora vendía buñuelos

 

la luz amarilla y naranja

se filtraba entre los árboles

en una banca dos niños

jugaban algo que yo no entendía

 

sin levantarse, gritaban

de vez en cuando,

¡seguimos vivos!

¡seguimos vivos!

con el entusiasmo de quien

abre un regalo

 

voy a ver cómo van

las flores anaranjadas

y siguen florecidas, con otras

moradas que se acaban de unir

 

un hombre le reza

a un árbol, puede que esté

en dirección a la Meca

 

puso un papel

en frente del árbol

y arrodillado lleva la cabeza

al piso y la levanta

mientras murmura

 

alguien grita mi nombre

aunque me cuesta darme cuenta

que en realidad alguien

en bicicleta me conoce

 

mi amiga me muestra

lo que consiguió en pulgas,

dice que pasará navidad sola

con su novio aunque

no me logra explicar por qué

 

le quiero decir: déjalo, pero

soy un personaje que observa

a quien le cuesta participar

le deseo feliz navidad

 

me tomo más tiempo de lo usual

en pasear a las perras

esta navidad en la que sigo viva,

 

y en asegurarme que todas

estas cosas tengan un testigo,

o que me atestigüen a mí.

 

 

 

 

los ahogados menos bellos del mundo

 

veo una huella de olas negras

que depositó el mar en la playa,

pequeños mugrecitos de algún árbol,

 

pero de cerca se mueven unas

de esas bolitas negras a un lado y a otro.

pequeños mosquitos, quizás jején

 

de los que pican duro, intentan

huir, borrachos, de dejar atrás

a sus compañeros ya ahogados,

 

a los cuerpecitos que flotan en el mar,

o yacen debajo de sus paticas fugitivas

afanadas por escapar el desastre que vuelve.

 

~

 

¿qué le pasó a esta nube de

mosquitos? ¿cómo terminaron

en la playa? son tantos, miles.

 

algún artista contemporáneo

podría recogerlos y pegarlos todos

a un lienzo para chocar al público

 

¿será que la nube volaba sobre el mar

y la sorprendió los vientos alisios, cayendo a su ahogo

para que los depositaran las olas en la playa?

 

hay hojas en el mar alrededor

de los cuerpecitos, pueda que el viento haya

arrancado hoja y mosquito de su vida por igual

 

¿o será que esos pequeños huecos en la playa,

cerca de los mosquitos, fueron sus guaridas,

donde dormían-nacían sin esperar la subida del mar?

 

pienso en plagas, jején lloviendo del cielo,

la nube negra precipitando mosquito sobre tierra y mar

¿por qué será más fácil imaginar el fin del mundo que

 

lo que haga que se ahoguen los mosquitos

en la playa? nadando veo cuerpos lejos de la orilla,

hundidos en el mar, no sé si vienen o van.

 

~

 

 

aún más afuera se encuentran tranquilos

caminan sobre el agua a pesar de las olas,

y si me acerco salen volando,

 

adónde voy me levanto y hay una docena

de ellos sobre cada una de mis piernas,

no pican, sino mueren, cuando me los sacudo.

 

al volver a la playa ya no están los ahogados,

¿se encontrarán en el fondo del mar? ¿o serán

los mismos que ahora caminan sobre el agua?

 

acabo de espichar a uno sobre el teclado, lo lamento,

Abichucho, nombre que no existe en el diccionario,

pero así te llaman acá, así te hemos bautizado.

 

 

 

 

un día acabará la tristeza, lo prometo

 

En lugar del duelo,

hay brazos de reina servidos frescos, un cocker spaniel está tratando de alcanzar un croissant

posado en una bandeja justo afuera de su alcance, que sale volando en el momento en que el

hocico lo logra tocar. gente llorando consuela a gente sollozando, son las nueve de la mañana

y no hay agua.

 

En lugar del duelo,

la iglesia art deco suena las campanas unos minutos después de que haya pasado la hora – le duele

el tiempo que perdió – por eso suena una canción cada tres horas. no sabe que hoy la música no servirá.

 

En lugar del duelo,

de noche las apariciones solo quieren que uno les abra la ventana sin que suene la alarma.

 

En lugar del duelo,

la gente ya no se viste de negro para los funerales, con jeans está, o cómo le digan, pantalón de

mezclilla, de denim, o de obrero, cualquier ropa de día para cualquier otro día.

 

En lugar del duelo,

papa, huevo, cebolla se deslizan de las manos, se muerden, es tan suave, las ausencias no sólo

se marcan lloviendo tierra.

 

En lugar del duelo,

alguien encuentra una tortilla con la imagen del divino niño que causa gran revuelo y sale en las

noticias internacionales de países que creen en ese ídolo. nadie se atreve a tocarla, pero llegan

peregrinos a mirarla asombrada, hasta que la olvidan porque aparece la imagen de Jesucristo

en la cruz en una arepa de huevo. no sabe qué hacer la dueña del café cuando la tortilla se pudre.

 

En lugar del duelo,

la lechuza se posa sobre una palmera y mira hacia atrás, desde donde la miro yo asombrada,

girando el cuello de esa forma que solo las lechuzas saben hacer. me mira a los ojos por un

momento y sale volando. el silencio de la lechuza me hace niña, puedo imaginar que emitió

un sonido que no recuerdo.

 

En lugar del duelo,

se cae el cielo en un aguacero torrencial en mitad del mar y no vemos ni un metro por delante,

y yo tomo de la botella de ron y miro la belleza de las olas en esa cortina de agua, cómo mantienen

su movimiento de partículas de agua para arriba y para abajo. es el ritmo de mi vida, más que el

segundero. la marcha de las olas no se oye sobre la lluvia que suena a radio sin estación.

 

En lugar del duelo,

se inunda la ciudad y veo cucarachas ahogadas flotando por las calles, toca alzar al cocker spaniel

para que no le toque nadar. el moretón de ese día aparece y desaparece sin mucho ánimo.

 

En lugar del duelo,

ya no llegan las brisas en diciembre, aunque en enero llegan los santa anas, un huracán de fuego

que dobla las palmeras en una tormenta de brasas. camino con el fuego a mis espaldas, si me

volteo veo solo lo que ya había sentido en sueños.

 

Julia Sáenz Lorduy Escribe, enseña y hace arte textil en Bogotá. Estudió sociología y matemáticas en Columbia University en Nueva York. Luego hizo parte d ... LEER MÁS DEL AUTOR