Julia de Burgos

Dadme mi número

 

 

 

 

 

DADME MI NÚMERO

 

¿Qué es lo que esperan? ¿No me llaman?

¿Me han olvidado entre las yerbas,

mis camaradas más sencillos,

todos los muertos de la tierra?

 

¿Por qué no suenan sus campanas?

Ya para el salto estoy dispuesta.

¿Acaso quieren más cadáveres

de sueños muertos de inocencia?

 

¿Acaso quieren más escombros

de más goteadas primaveras,

más ojos secos en las nubes,

más rostro herido en las tormentas?

 

¿Quieren el féretro del viento

agazapado entre mis greñas?

¿Quieren el ansia del arroyo,

muerta en mi mente de poeta?

 

¿Quieren el sol desmantelado,

ya consumido en mis arterias?

¿Quieren la sombra de mi sombra,

donde no quede ni una estrella?

 

Casi no puedo con el mundo

que azota entero mi conciencia…

 

¡Dadme mi número! No quiero

que hasta el amor se me desprenda…

(Unido sueño que me sigue

como a mis pasos va la huella.)

 

¡Dadme mi número, porque si no,

me moriré después de muerta!

 

 

 

 

ENTRETANTO, LA OLA

 

Las sombras se han echado a dormir sobre mi soledad.

 

Mis cielos,

víctimas de invasoras constelaciones ebrias,

se han desterrado al suelo como en bandadas muertas

de pájaros cansados.

 

Mis puertos inocentes se van segando al mar,

y ni un barco ni un río me carga la distancia.

 

Sola, desenfrenada en tierra de sombra y de silencio.

Sola,

partiéndome las manos con el deseo marchito de edificar

palomas con mis últimas alas.

 

Sola,

entre mis calles húmedas,

donde las ruinas corren como muertos turbados.

 

Soy agotada y turbia espiga de abandono.

Soy desolada y lloro…

 

¡Oh este sentirse el alma más eco que canción!

¡Oh el temblor espumado del sueño a media aurora

¡Oh inútilmente larga la soledad siguiendo mi ca-mino sin sol!

 

Entretanto, la ola,

amontonando ruidos sobre mi corazón.

Mi corazón no sabe de playa sin naufragios.

Mi corazón no tiene casi ya corazón.

Todo lo ha dado, todo…

Es gesto casi exacto a la entrega de Dios.

 

Entretanto, la ola…

Todo el musgo del tiempo corrompido en un éxtasis

de tormenta y de azote sobre mi ancho dolor.

Tronchadas margaritas soltando sus cadáveres

por la senda partida donde muero sin flor.

Pechos míos con lutos de emoción, aves naufragas

arrojadas del cielo, mutiladas, sin voz.

 

Todo el mundo en mi rostro,

y yo arrastrada y sola,

matándome yo misma la última ilusión.

 

Soy derrotada…

Alba tanto distante,

que hasta mi propia sombra con su sombra se ahuyenta.

 

Soy diluvio de duelos,

todo un atormentado desenfreno de lluvia,

un lento agonizar entre espadas perpetuas.

¡Oh intemperie de mi alma!

¡En qué ola sin nombre callaré tu poema!

 

 

 

 

¡OH MAR, NO ESPERES MAS!

 

Tengo caído el sueño

y la voz suspendida de mariposas muertas.

El corazón me sube amontonado y solo

a derrotar auroras en mis párpados.

 

Perdida va mi risa

por la ciudad del viento más triste y devastada.

Mi sed camina en ríos agotados y turbios,

rota y despedazándose.

 

Amapolas de luz,

mis manos fueron fértiles tentaciones

de incendio.

Hoy, cenizas me tumban para el nido distante.

 

¡Oh mar, no esperes más!

Casi voy por la vida como gruta de escombros.

Ya ni el mismo silencio se detiene en mi nombre.

Inútilmente estiro mi camino sin luces.

Como muertos sin sitio se sublevan mis voces.

 

¡Oh mar, no esperes más!

Déjame amar tus brazos con la misma agonía

con que un día nací.

Dame tu pecho azul,

y seremos por siempre el corazón del llanto…

 

 

 

 

¡OH LENTITUD DEL MAR!

 

He tenido que dar, multiplicarme,

despedazarme en órbitas complejas…

Aquí en la intimidad, conmigo misma,

¡qué sencillez me rompe la conciencia!

 

Para salvarme el mundo del espíritu,

he tenido que armar mis manos quietas,

¡cómo anhelo la paz, la hora sin ruido,

cuando nada conturbe mi existencia!

 

Todo sonar se ha muerto en mis pupilas,

a mis ojos no inquietan las estrellas,

los caminos son libres de mi rumbo,

y hasta el nombre del mar, sorda me deja.

 

¡Y aún me piden canciones por palabras,

no conciben mi pulso sin poemas,

en mi andar buscan, trémulos, los astros,

como si yo no fuese por la tierra!

 

¡Oh lentitud del mar! ¡Oh el paso breve

con que la muerte avanza a mi ala muerta!

¿Cómo haría yo para salvarte el tiempo?

¿Qué me queda del mundo? ¿Qué me queda…?

 

 

 

 

TE LLEVARÁN

 

Para ese día de sombra que llegará, amor mío,

no risco volcado dentro de un manantial,

ese día de espanto y pañuelos al viento

catemos desde ahora, que la vida se va.

 

Cantemos, sí, cantemos, que al cantarle al silencio,

a la sorda derrota y a la impar soledad,

venceremos la muerte, venceremos la nada,

y a la cumbre del tiempo nuestras almas irán.

 

Cantemos, si, cantemos, que hay un solo minuto

uno sólo aguardando nuestro mundo cruzar:

ese minuto trágico que hace tiempo nos ronda

su oferta de lágrimas y mañanas sin paz.

 

¡Te llevarán! Los ecos del viento me lo dicen,

los labios del mar lloran que sí. ¡Te llevarán!

Partirás, y mis ojos que tanto te nutrieron,

bajarán quedamente a nutrir a la mar.

 

Podrás amarme en sueños, pero mi voz, mi risa,

ojos con riachuelos, de ti se ocultarán.

Puede estrecharte el eco que ha estrechado mi nombre

desde mis labios, ¡nunca mis labios besarás!

 

Y cuando se alce el ruido marino, entre las noches

apagadas y crueles de tu pena inmortal,

mi fiel camino de olas llevará hasta tu sueño

la ternura que mi alma te ha salvado del mar.

 

Amado, mis verdugos ya me han medido el paso,

el color de mis huellas conocen, y mi ajuar:

el pudor duerme nupcias eternas con la forma;

hacia el alma es muy largo el camino que andar.

 

¡Te llevarán! Para esa eternidad de llanto

cantemos desde ahora que la vida se va.

Para ese día de espanto y pañuelos al viento

la canción de la muerte nos llegara del mar.

 

 

 

 

PROA DE MI VELERO DE ANSIEDAD

 

¡Si fuera todo mar,

para nunca salirme de tu senda!

 

¡Si Dios me hiciera viento,

para siempre encontrarme por tus velas!

 

¡Si el universo acelerara el paso,

para romper los ecos de esta ausencia!

 

Cuando regreses, rodará en mi rostro

la enternecida claridad que sueñas.

Para mirarte, amado,

en mis ojos hay público de estrellas.

 

Cuando me tomes, trémulo,

habrá lirios naciendo por mi tierra,

y algún niño dormido de caricia

en cada nido azul que te detenga.

 

Nuestras almas, como ávidas gaviotas,

se tenderán al viento de la entrega,

y yo, fuente de olas, te haré cósmico…

¡Hay tanto mar nadando en mis estrellas!

 

Recogeremos albas infinitas,

las que duermen al astro en la palmera,

las que prenden el trino en las alondras

y levantan el sueño de las selvas.

 

En cada alba desharemos juntos

este poema exaltado de la espera,

y detendremos de emoción al mundo

al regalo nupcial de auroras nuestras.

 

 

 

 

YA NO ES MÍO MI AMOR

 

Si mi amor es así, como un torrente,

como un río crecido en plena tempestad,

como un lirio prendiendo raíces en el viento,

como una lluvia íntima,

sin nubes y sin mar…

 

Si mi amor es de agua,

¿por qué a rumbos inmóviles lo pretenden atar?

 

Si mi amor rompe suelos,

disuelve la distancia como la claridad,

ataja mariposas al igual que luceros,

y cabalga horizontes como cruza un rosal…

 

Si el universo es átomo siguiéndome las alas,

¿por qué medirme el trino cuando rompe a cantar?

 

Si mi amor ya no es mío,

es yo misma borrando las riberas del mar,

yo inevitablemente y fatalmente mía,

germinándome el alma en mis albas de paz…

 

Si mi amor ya no roza fronteras con mi espíritu,

¡qué canción sin su vida puede ser en mi faz?

 

¡Si mi amor ya no es mío!

Es tonada de espumas en los labios del mar…

 

 

 

 

A JULIA DE BURGOS

 

Ya las gentes murmuran que yo soy tu enemiga

porque dicen que en verso doy al mundo mi yo.

Mienten, Julia de Burgos. Mienten, Julia de burgos.

La que se alza en mis versos no es tu voz: es mi voz

porque tú eres ropaje y la esencia soy yo; y el más

profundo abismo se tiende entre las dos.

Tú eres fría muñeca de mentira social,

y yo, viril destello de la humana verdad.

Tú, miel de cortesana hipocresías; yo no;

que en todos mis poemas desnudo el corazón.

Tú eres como tu mundo, egoísta;

yo no; que en todo me lo juego a ser lo que soy yo.

Tú eres sólo la grave señora señorona; yo no,

yo soy la vida, la fuerza, la mujer.

Tú eres de tu marido, de tu amo; yo no;

yo de nadie, o de todos, porque a todos, a

todos en mi limpio sentir y en mi pensar me doy.

Tú te rizas el pelo y te pintas; yo no;

a mí me riza el viento, a mí me pinta el sol.

Tú eres dama casera, resignada, sumisa,

atada a los prejuicios de los hombres; yo no;

que yo soy Rocinante corriendo desbocado

olfateando horizontes de justicia de Dios.

Tú en ti misma no mandas;

a ti todos te mandan; en ti mandan tu esposo, tus

padres, tus parientes, el cura, el modista,

el teatro, el casino, el auto,

las alhajas, el banquete, el champán, el cielo

y el infierno, y el qué dirán social.

En mí no, que en mí manda mi solo corazón,

mi solo pensamiento; quien manda en mí soy yo.

Tú, flor de aristocracia; y yo, la flor del pueblo.

Tú en ti lo tienes todo y a todos se

lo debes, mientras que yo, mi nada a nadie se la debo.

Tú, clavada al estático dividendo ancestral,

y yo, un uno en la cifra del divisor

social somos el duelo a muerte que se acerca fatal.

Cuando las multitudes corran alborotadas

dejando atrás cenizas de injusticias

quemadas, y cuando con la tea de las siete virtudes,

tras los siete pecados, corran las multitudes,

contra ti, y contra todo lo injusto

y lo inhumano, yo iré en medio de

ellas con la tea en la mano.

 

Julia de Burgos Nació en el barrio de Santa Cruz, en Carolina, Puerto Rico, el 17 de febrero de 1914. Su familia era numerosa y muy pobre pero sus padres ... LEER MÁS DEL AUTOR