Ser leído
(Traducción al español de Ronald Brouwer)
SOBRE EL ABRAZO DESPUÉS DE LA DESPEDIDA
Siempre, o casi, en las despedidas
esa requisa del resto de la semana, del día:
“Llámame cuando llegues. Dame un toque.”
¿Adherencia, pegajosidad? ¿Codicia?
Más bien un atraso
del abrazo respecto a la consciencia, el abrazo
continúa cuando arranca el motor,
continúa cuando el coche sale
de la calle, continúa
en aquel que se queda mirando
-saludar con la mano es también un abrazo
de nada-, continúa
pero se difumina. El com-
partir se ralentiza. La ventanilla
del saludador va quedando más
y más esmerilada, contra lo que
ese “dame un toque” era precaución.
CÓMO
“Si yo fuera un hombre
sabría muy bien
cómo amarme.
Daría a mis repentinos
bajones un cauce,
me apartaría el pelo
mojado de la cara,
profesaría devoción por
mis listas de la compra y
trataría de desentrañarlas.
Llevaría mis botellas vacías
al contenedor de vidrio
y hablaría de “nuestras”.
Me acariciaría y desearía
poner mi oreja en mi vientre
para escuchar hasta dónde
mi corazón late más fuerte.
Me compraría chocolate
sin comérmelo entero
sino guardando también
un trocito para mí.
Preguntaría por mi pasado
y recordaría incluso el nombre
del perro e la segunda mujer
de mi primer marido.
Me soltaría enseguida
en cuanto yo lo pidiera
y confiaría en mí
adonde quisiera que fuera.
Y si volvería iría a buscarme
y me alegraría.
Yo misma (si fuera ese hombre)
no me iría casi nunca, sino
que sería fiel hasta la muerte
(al cabo de cien años) y
todas mis papadas
me parecerían a cual más
atractiva y delicioso
el olor que despido.”
PREGUNTA, PREGUNTAS
Fuiste allí para disfrutar
he disfrutado, dices, ¿pero es verdad?
¿Disfrutas por encima de tu dolor,
por debajo, o siempre te acompaña
de modo que ante cada nítido perfil,
aunque sea el de una montaña
lejana, la añoras por no poder decir:
“¿Ves?”, o por no tenerla a tu lado?
Y cuando en verdad disfrutas, ¿es
deliberado, un propósito realizado,
porque sabes: esto es lo que hay,
de aquí en adelante, para mí?
¿O siempre te acompañará,
como aquellos grillos, ¿sabes?,
los campos llenos de trébol
sin pastar, y esas gotas de lluvia
que se quedaron sobre las hojas?
¿Cómo vivir eso en soledad?
¿O acaso te sobresalta
de pronto en la calle
cuando no has pagado nada
ni te habías propuesto nada
-desde luego no disfrutar-
y no ves nada en particular?
MONDRIAN
Imagina que todos hubiéramos nacido en una época
en la que tan sólo existiera el arte abstracto,
en que la representación de la supuesta realidad
todavía no se hubiera inventado.
En los museos y también
en nuestras paredes habría líneas bellísimas
y superficies cautivadoras. Entonces de repente
un tal Mondrian se vuelve senil y en su menguante
consciencia surge la demente ocurrencia
de que podría intentar capturar en acuarela
una rosa o un crisantemo.
Es más, el mismo casi se convierte
en flor, tal es su capacidad de sentir la floración
y el mustiarse en su interior. Con una pistola
fuerza al público a entrar a mirar su obra.
Los críticos no saben qué hacer, auguran
Incluso oro y brocado al óleo. ¡En lienzo!
Sobre el cual jugará la luz eterna. Ese crisantemo
sería de un desarrollo de largo alcance apenas
el vacilante primer brote. ¡Alerta!
SER LEÍDO
Le observo mientras devora mi texto
no suelo estar presente cuando se ingiere
mi escritura.
Qué transcurre en su interior
qué asimila qué saborea, ahora absorbe
lo que ya no soy.
Durante el tiempo
que lee se convierte en mí, el yo que fui
cuando escribí aquello.