Judith Herzberg

Ser leído

 

 

(Traducción al español de Ronald Brouwer)

 

 

 

SOBRE EL ABRAZO DESPUÉS DE LA DESPEDIDA

 

Siempre, o casi, en las despedidas

esa requisa del resto de la semana, del día:

“Llámame cuando llegues.  Dame un toque.”

¿Adherencia, pegajosidad?  ¿Codicia?

Más bien un atraso

del abrazo respecto a la consciencia, el abrazo

continúa cuando arranca el motor,

continúa cuando el coche sale

de la calle, continúa

en aquel que se queda mirando

-saludar con la mano es también un abrazo

de nada-, continúa

pero se difumina.  El com-

partir se ralentiza.  La ventanilla

del saludador va quedando más

y más esmerilada, contra lo que

ese “dame un toque” era precaución.

 

 

 

 

CÓMO

 

“Si yo fuera un hombre

sabría muy bien

cómo amarme.

 

Daría a mis repentinos

bajones un cauce,

me apartaría el pelo

mojado de la cara,

 

profesaría devoción por

mis listas de la compra y

trataría de desentrañarlas.

 

Llevaría mis botellas vacías

al contenedor de vidrio

y hablaría de “nuestras”.

 

Me acariciaría y desearía

poner mi oreja en mi vientre

para escuchar hasta dónde

mi corazón late más fuerte.

 

Me compraría chocolate

sin comérmelo entero

sino guardando también

un trocito para mí.

 

Preguntaría por mi pasado

y recordaría incluso el nombre

del perro e la segunda mujer

de mi primer marido.

 

Me soltaría enseguida

en cuanto yo lo pidiera

y confiaría en mí

adonde quisiera que fuera.

 

Y si volvería iría a buscarme

y me alegraría.

 

Yo misma (si fuera ese hombre)

no me iría casi nunca, sino

que sería fiel hasta la muerte

(al cabo de cien años) y

 

todas mis papadas

me parecerían a cual más

atractiva y delicioso

el olor que despido.”

 

 

 

 

PREGUNTA, PREGUNTAS

 

Fuiste allí para disfrutar

he disfrutado, dices, ¿pero es verdad?

¿Disfrutas por encima de tu dolor,

por debajo, o siempre te acompaña

de modo que ante cada nítido perfil,

aunque sea el de una montaña

lejana, la añoras por no poder decir:

“¿Ves?”, o por no tenerla a tu lado?

 

Y cuando en verdad disfrutas, ¿es

deliberado, un propósito realizado,

porque sabes: esto es lo que hay,

de aquí en adelante, para mí?

 

¿O siempre te acompañará,

como aquellos grillos, ¿sabes?,

los campos llenos de trébol

sin pastar, y esas gotas de lluvia

que se quedaron sobre las hojas?

¿Cómo vivir eso en soledad?

 

¿O acaso te sobresalta

de pronto en la calle

cuando no has pagado nada

ni te habías propuesto nada

-desde luego no disfrutar-

y no ves nada en particular?

 

 

 

 

MONDRIAN

 

Imagina que todos hubiéramos nacido en una época

en la que tan sólo existiera el arte abstracto,

en que la representación de la supuesta realidad

todavía no se hubiera inventado.

 

En los museos y también

en nuestras paredes habría líneas bellísimas

y superficies cautivadoras.  Entonces de repente

un tal Mondrian se vuelve senil y en su menguante

consciencia surge la demente ocurrencia

de que podría intentar capturar en acuarela

una rosa o un crisantemo.

 

Es más, el mismo casi se convierte

en flor, tal es su capacidad de sentir la floración

y el mustiarse en su interior.  Con una pistola

fuerza al público a entrar a mirar su obra.

Los críticos no saben qué hacer, auguran

Incluso oro y brocado al óleo.  ¡En lienzo!

Sobre el cual jugará la luz eterna.  Ese crisantemo

sería de un desarrollo de largo alcance apenas

el vacilante primer brote.  ¡Alerta!

 

 

 

 

SER LEÍDO

 

Le observo mientras devora mi texto

no suelo estar presente cuando se ingiere

mi escritura.

Qué transcurre en su interior

qué asimila qué saborea, ahora absorbe

lo que ya no soy.

Durante el tiempo

que lee se convierte en mí, el yo que fui

cuando escribí aquello.

 

 

Judith Herzberg (Ámsterdam,1934). Es probablemente la poeta más leída de las últimas décadas en los Países Bajos y Flandes. Debutó en 1961, publicand ... LEER MÁS DEL AUTOR