La memoria de un sueño invertido
Los primeros tres poemas de esta selección personal para la Revista Altazor corresponden a mi libro El corte argentino, un volumen que cuenta la historia de mi vida familiar asociada a los amigos que tenían mis padres Javier Villafañe y Elba Fábregas. Los agrupe bajo el título de uno de los poemas: La memoria de un sueño invertido que está escrito en homenaje a Enrique Molina. El poema Los caballos galopan en la nieve está dedicado a Pablo Neruda. Cada uno de estos dos primeros textos tiene una introducción que hace a una historia de vida familiar. El poema Yo guardé pocas cosas de mi madre está dedicado a Elba Fábregas. Y la serie finaliza con Último mar, un poema inédito de mi próximo libro.
Enrique Molina: La memoria de un sueño invertido
Enrique Molina le dijo una vez a mi padre: “Esta es la voz de tu sueño antes de ingresar a la feria, antes de hacer el espectáculo”. La frase se asocia a una escritura que Molina hizo para prologar el libro de poemas de Javier Villafañe Circulen caballeros circulen, editado por Hachette en 1967. Los poetas de esos años tenían la costumbre de reunirse entre grandes amigos. No eran surrealistas en el sentido ortodoxo, pero hacían el surrealismo. Cada uno de los invitados se paraba para hablar y el resto aplaudía respetuosamente. Luego el otro poeta daba su discurso y se lo volvía a aplaudir respetuosamente, y así hasta que todos terminaran de decir sus palabras. En la hermosa casa de Liber Fridman en el barrio de Palermo se reunían muchas veces todos los amigos comunes de Liber y Javier. Era notable la calidad para conversar y expresar cada uno sus ideas. Una vez participé de un encuentro donde estaban Edgar Bayley, Olga Orozco, Enrique Molina, Javier Villafañe, Leopoldo Castilla y otros amigos que no recuerdo bien, todos aplaudían, se paraban, se sentaban. En otra oportunidad, en un restaurant de Capital Federal propiedad de los titiriteros Rufino Martínez y Teresa Grossi, el escritor y actor Guaira Castilla hizo una función de títeres extraordinaria. En un momento un personaje se incendia en el retablo, sale un intenso humo blanco, se instala un silencio general, todos miraban a todos como sorprendidos por la magia. Ese era el estado de inocencia que pedía Edgar Bayley. Algunos pensaron que realmente el retablo se había incendiado. Hubo un miedo colectivo y las risas de siempre de los menos temerosos. Era el ritual de la magia y la creación constante de un nuevo sueño surrealista. Yo que venía de otros convivios de la poesía y las inteligencias, me sorprendió el ritual antiguo, donde cada uno ponía su cuerpo sobre la mesa y le explicaba a todos cuál había sido su último sueño. Todos creían en el sueño del otro.
LA MEMORIA DE UN SUEÑO INVERTIDO
No se dice así
Déjenme decirlo para siempre
No se ama en la marea del bajo
Ya no hay embarcaciones del Caribe, ni caballos atados en canoas
Déjenme decirlo para siempre
No se dice así
No es el hotel del mar lo que se pierde
Es el amor adentro lo que escapa
Hay que explicarlo
Ni los caballeros circulan por un juego
Todo vuelve a su crimen y a sus muertos
Ni es ella la mujer que se ha escapado
De una furia de tierra sin raíces
No se dice así, hay que explicarlo
No es ella, es la casa perdida, el jardín sin amor
“Porque no tenemos casa, ni paciencia, ni olvido”
Es la pared roja que respira sola con el ojo del buey
En la cama sin aire, en la muerte con su candelabro oscuro
No se dice así, nadie circula
Es en el mar de la pasión la amante
En las hogueras de un terror de infierno
Playa tierra del alma de origen en el mundo
Pero no es así, no hay que explicarlo
Circulen caballeros por favor circulen caballeros
Hay muchas cosas para ver todavía
Como Camila O’ Gorman la gran bella imprudente
La rebelión surrealista con sus fondos de amantes
Un paraíso perdido en mi último viaje
Pero ya nadie dice, nadie circula:
“materiales inusitados, criaderos de sonetos,
cabezas cortadas de señores con bigotes de otro siglo,
discursos, festivales de carpinteros y fotógrafos, adioses, toda clase de homenajes”
Nadie lo explica, nadie entiende nada
Nadie invierte en su muerte con el último pájaro que saluda mi cuerpo agonizando
Yo descanso en la noche final, lo saben mis amigos que me vieron morir
Mi vida fue ese sueño invertido, mi propio cuerpo iluminado por Dios.
Pablo Neruda 1954. Los caballos galopan en la nieve
Pablo Neruda nos invitó a mi padre, a mi madre y a mí, cuando cumplió 50 años a una cena en Santiago de Chile. Mis padres le regalaron una función de títeres. Esa noche Neruda me bautizó con vino para que escribiera poesía. También nos invitó a Isla Negra. Neruda me llevaba a caminar por el mar. En algunas travesías anduve a caballo por la nieve. Yo era muy niño. Tengo lejanos recuerdos de un paisaje blanco y también de una casa marina llena de caracoles, mascarones de proa, barcos en las botellas y platos de cerámica con peces. Guardo el libro Las Uvas y el Viento dedicado por Pablo Neruda y el menú de la cena de aquella noche a las 21hs del sábado 3 de abril de 1954, en la calle Huérfanos 713, octavo piso, Santiago de Chile.
LOS CABALLOS GALOPAN EN LA NIEVE
Los caballos galopan en la nieve
Paisaje blanco de un niño iluminado por el sol
Con esas frutas que te traje de Europa
Uvas del viento que te puse en el fuego
En un mar, en una isla encendida en tu copa de vidrio
Te llevo ahora de la mano para que me recuerdes
Que viste estos caracoles y este plato de peces
Cuando todos los años hayan pasado hasta que escribas la carta final
La ruta del sur al borde del agua
Y salpiquen como la magia de los días en que estuvimos juntos
Y presentemos otra vez mi libro sobre la sangre de aquel tiempo
Y que veas mi letra verde que te recuerde el día
La ventura de saber que una vez nos vimos en la isla
Y tú eras tan niño en esa tarde marítima en que te dije todo
Abre ahora en la segunda página el amor que tiene mi firma
Y salta una vez más del caballo que la nieve abunda
Como el vino de estas uvas que te traje de mis primeros viajes
Cuando puedas comprender la importancia que tienen las cosas
Y que sepas más de mí en la vida final que fue tan triste
Porque tuve que irme cuando me traicionaron en mi pueblo profundo
Mis poemas escritos en la altura y en el brillo del agua de la isla que ya viste
Tomado de mi mano cuando apenas hablabas
Eras tan niño con ese brillo de sol extendido que ya casi no recuerdo
Si el brillo no era el mar sobre la tierra
O era esa carreta donde viajabas en el teatro que te vio nacer
Y viniste a visitarme para que te derrame el vino sobre tu primer viento con las uvas
Y que te espero de nuevo cuando vuelvas a la entrada del mundo, en la patria de al lado.
YO GUARDÉ POCAS COSAS DE MI MADRE
¿Cuánto era lo perdido?
¿Cómo hicimos para que el teatro se fuera por el río?
Llena el agua de palabras con tus libros sobre los niveles que la vida marca
Te vi salir con tu caballo lleno de marionetas que navegaban
Es casi brutal un teatro que se inunda, tu propia ropa, las pinturas chinas y tu espejo
con el rouge que te ponías de noche
Cómo cantaban los libros que fueron arrancados cuando te recordamos el límite del jardín
y la propia puerta
Saludaban desde el agua infinitos colores de aceite como todo el oleo que salía de tu cuarto
Es brutal ver la pintura asociada al arroyo y a tu tapado nuevo
Para eso puse en la pecera la mano de una muñeca que vio el final de tu vida
Cuantas pocas cosas te he podido rescatar del agua
Qué breves noticias te anunciaron cuando salías desnuda en el molino
He guardado todo lo que era tuyo, todo lo perdido de tu cama, de tu mesa de cedro
Muy pocas cosas me quedan de tu teatro entre los públicos asombrados
Se trata de algunos objetos llenos de fuego unidos al oriente de lo pintado en oro
Debí haber guardado los cuadernos y tu lámpara para toda tu vida
Otra muñeca más, otra glicina y un jardín en el borde de la tierra.
ÚLTIMO MAR
La correspondencia estuvo escrita antes de tu muerte
Como la fotografía detenida recostada sobre un mostrador
Con el vino que retrata el recuadro de la memoria de los ferrocarriles ingleses
Con aquel cisne sacrificado por las vidas violentas y verticales de cualquier accidente
Que se acumula con los tiempos que imponen los trenes y las estaciones
Pero estás allí, como toda víctima inocente en el recuerdo de una percepción que cae siempre
sobre las mismas cosas.
Por eso soy un cisne que vio el final de tu viaje y se parece a mí
Como el recuerdo en aquel restaurant de mar donde tu amor era un mantel de papel escrito
Y había un biógrafo que hablaba de personajes ficcionados o inventados atendiendo lo que ya te dije: tú,
ya te habías muerto
Mientras que otros escribían sobre las vidas privadas de los que volvían victoriosos del combate.
No siento que a ti te haya ocurrido lo mismo. No tuvimos hasta el momento ningún triunfo
que valiera la pena
De esta forma se hablaba solo de los vivos como salvados desesperados de los propios muertos
Tuvimos el esfuerzo y la sangre, pero no alcanzaba el llanto mensual ni el aire de las estaciones
Tú recordarás cómo dormías sobre una mesa de papel escrita mientras los bosques se incendiaban
arrastrando las casas
Por eso te quedaste allí en el mar desde hace mucho tiempo
Lo que yo amé lo vimos casi juntos una vez
¿Y tú, de qué quieres que me acuerde hoy?