Diálogo y recuerdo
Diálogo y recuerdo
Este apasionante encuentro con la doncella subterránea
No fue ovacionado con trompetas de corales.
Encumbrado a ti,
¿El relámpago de mi respiración?
¿El vuelo marítimo de un cisne o un zamuro?
¿Qué signo mío Te iba a despertar?
¿Los buscadores de oro?
¿La campana salobre mecida por el huracán?
Dejadme la pureza del estío y el canto del manantial
sobre los pinos en una hora alta
de paz y alegría.
Huérfano, y sin trompeta, y la mujer que abre su entrecejo
y es una potestad engañosa y el día que es una nube
efímera, y tú que vienes en el Fasto, Es lo natural,
Simplemente reposas o desvarías.
Desde el instante mío:
El que tañe en la raíz del húmedo fósforo
El de pulposo corazón, El que dilapida con
Ojos de ironía la escritura visible,
El de la parodia chirle, El de batir las
palmas, El supliciado, El que huye y tropieza
Con la máscara y el atavío,
El que amaina en la médula,
En algún lugar del camino, con ese regusto anticipado
del pueblo en que ibas a poner pie,
En la ruta, a remolque; nulo, A
Tiro de fusil.
Cuando subes a las alturas
Cuando subes a las alturas,
Te grito al oído:
Estamos mezclados al gran mal de la tierra.
Siempre me siento extraño.
Apenas
Sobrevivo
Al pánico de las noches.
Loba dentro de mí, desconocida,
Somos huéspedes en la colina del ensueño,
El sitio amado por los pobres;
Ellos
Han descendido con la aparición
Del sol,
Hasta humedecerme con muchas rosas,
Y yo he conquistado el ridículo
Con mi ternura,
Escuchando al corazón.
Belleza
Interrumpida mi plática, vuelvo a hablar contigo de la partida y el regreso.
Todo sucedió a vuelo de pájaro, belleza: a la
vez mundo compacto, cerrado y libre. Al abrir los ojos en la
llama fría, era un lorito ufano; te busqué de verdad, lamía en
la sombra tus huesos, santa perra. Aunque me ausentara de
ti, aunque me cubriera el ridículo, aunque estuvieras más
allá del resplandor que me envuelve; quizás cercana a la
bahía, en pleno mar de verano, en medio de las palmas reales.
Un día sea
Si solamente reposaran tus quejas a la orilla de mi país,
¿Hasta dónde podría llegar yo, hasta dónde
podría?
Humanos, mi sangre es culpable.
Mi sangre no canta como una cabellera de laúd.
Ruedo a un pórtico de niebla estival.
Grito en un mundo sin agua ni sentido.
Un día sea. Un día finalizará este sueño.
Yo me levanto.
Yo te buscaré, claridad simple.
Yo fui prisionero en una celda
de abúlicos mercaderes.
Me veo en constante fuga.
Me escapo a mí mismo
Y desciendo a mis oquedales de pavor.
Me despojo de imágenes falsas.
No escucharé.
Al nivel de la noche, mi sangre
es una estrella
que desvía de ruta.
He aquí el llamamiento. He aquí la voz.
Un mundo anterior, un mundo alzado sobre la dicha futura
Flota en la libre voluntad de los navíos.
Leones, no hay leones.
Mujeres, no hay mujeres.
Aquí me perteneces, vértigo anonadante —en mis palmas
arrodilladas.
Un diluvio de fósforo primitivo en las cabinas de la tierra
insomne.
El busto de las orquídeas
iluminando como una antorcha el tacto de la
tempestad.
Yo soy lo que no soy: Un paso de fervor. Un paso.
Me separan de ti. Nos separan.
Yo me he traicionado, inocencia vertical.
Me busco inútilmente.
¿Quién soy yo?
La mano del sollozo con su insignia de tímida flauta
excavará el yeso desafiante en mis calzadas
sobre las esfinges y los recuerdos.