

Presentamos tres textos claves del célebre poeta español y Premio Nobel de Literatura.
Juan Ramón Jiménez
El viaje definitivo
… Y yo me iré. Y se quedarán los pájaros cantando:
y se quedará mi huerto, con su verde árbol,
y con su pozo blanco.
Todas las tardes, el cielo será azul y plácido;
y tocarán, como esta tarde están tocando,
las campanas del campanario.
Se morirán aquellos que me amaron;
y el pueblo se hará nuevo cada año;
y en el rincón aquel de mi huerto florido y encalado,
mi espíritu errará, nostálgico…
Y yo me iré; y estaré solo, sin hogar, sin árbol
verde, sin pozo blanco,
sin cielo azul y plácido…
Y se quedarán los pájaros cantando.
Volcán errante
Volcán que pasas traslaticio,
como un total cometa,
prendiendo con la llama
de tu abismo dinámico la vida
(las piedras están grises y mojadas,
pero están granas, vivamente granas)
resplandor hondo y alto de otro extraño día
dentro del laminado día
¿qué inminente ser eres?
¿hay palabra que pueda ser tu nombre?
¿qué semejanza tienes con nosotros?
Lo que prendes e inflamas
¿qué anuncia a nuestra estancia
vegetal, animal y mineral?
¿Cuál será el hecho, para quiénes?
Los animales y las plantas
te miran como el hombre, como yo.
Todos estamos gravemente deslumbrados.
y ya se raja el aire,
se dilata el azul, se expande el agua;
todo va persiguiéndote hacia arriba,
todo hacia ti,
resplandor grana de otro día,
errante herida inmensa,
otro fulgor, otro calor, otro valor
de otra esperanza.
Rosa íntima
Todas las rosas son la misma rosa,
amor, la única rosa.
y todo queda contenido en ella,
breve imagen del mundo,
¡amor!, la única rosa.
Rosa, la rosa… Pero aquella rosa…
La primavera vuelve
con la rosa
grana, rosa amarilla, blanca, grana;
y todos se embriagan con la rosa,
la rosa igual a la otra rosa.
¿Igual es una rosa que otra rosa?
¿Todas las rosas son la misma rosa?
Sí. Pero aquella rosa…
La rosa que se aísla en una mano,
que se huele hasta el fondo de ella y uno,
la rosa para el seno del amor,
para la boca del amor y el alma,
…Y para el alma era aquella rosa
que se escondía, dulce entre las rosas,
y que una tarde ya no se vio más.
¿De qué amarillo aquella fresca rosa?
Todo, de rosa en rosa, loco vive,
la luz, el ala, el aire,
la honda y la mujer,
y el hombre, y la mujer y el hombre.
La rosa pende, bella
y delicada, para todos,
su cuerpo sin penumbra y sin secreto,
a un tiempo lleno y suave,
íntimo y evidente, ardiente y dulce.
Esta rosa, esa rosa, la otra rosa…
Sí. Pero aquella rosa…