
“El poema Altazor de Huidobro, que hasta entonces no conocía, me conquistó de inmediato. Encontré en éste una fuente riquísima de selección para las interpolaciones poéticas con que había soñado y que había estado buscando un tanto a la deriva.
Altazor, el visionario, el explorador de los espacios siderales que flota en el vacío como el astronauta de nuestros días y a quien Huidobro se refiere como habiendo nacido “a los treinta años el día de la muerte de Cristo”, pasó a ser mi aliado, a hablar por mí a través de la voz de un tenor solista. Suspendido entre los planetas contempla el nuestro, observa la separación de hombre y Dios, experimenta la soledad del infinito, y protesta de la inconsecuencia humana e implora la eternidad”.