Juan Manuel Roca

Las hipótesis de Nadie

 

 

 

 

 

LAS HIPÓTESIS DE NADIE

 

Puede ser el viento.

La página en blanco. Puede ser.

Puede ser el que viene

Borrado por la lluvia.

Ahora recuerdo a un hombre ciego

Una dulce tarde de Friburgo.

Iba solo por la nieve

Con una sonrisa de beatitud

Y un bastón tan blanco como los copos.

Cruzó a mi lado sin verme:

Yo era su Nadie,

Un fantasma en ese reino luminoso.

Puede ocurrir que seamos

Los ciegos de Nadie.

Nadie acaso sea el viento

Que abre las ventanas con golpes sin acordes

Para hacernos hablar en la lengua del sueño.

Puede ser quien dejó

Para siempre un abrigo abandonado

En la percha del café,

Un abrigo como bandera del vacío

Que desaparece un día, como su dueño.

Puede ser el que nunca fue,

El que nunca será,

El que se cansó de haber sido.

Quizá sea en el país de los desaparecidos

El único aparecido que llamamos fantasma,

El que pone a traquear

Las escaleras en la noche

O tumba una sartén en la cocina,

El que cambia de sitio a los cubiertos

Que no logramos encontrar,

El ladrón de lejanías.

Puede ser el viajero de sí,

El nómada de sí mismo.

Ha ejercido oficios a destiempo:

Arrastra papeles en la calle solitaria,

Lleva diarios atrasados

De un extremo a otro en la ciudad,

Trae un olor de extramuros a su centro,

Rasga los carteles del cine de ayer,

Hace partir los trenes

Con sólo sonar una campana.

Puede ser el viento.

La página en blanco. Puede ser.

 

 

 

 

LOS PERROS DE NADIE

 

Callejean,

Escarban los restos del día

Como quien acude a un tanatorio:

Perros góticos apaleados en misa,

Un domingo raído por la lluvia.

 

Bogotá duerme al fondo de su hartazgo

Y los perros de Nadie

Rastrean los días en fuga,

La sombra perdida de un Virrey.

 

Un niño ata en sus colas de cometa

Latas de avena

Con la efigie de un cuáquero

Que no pierde su torva dignidad.

 

Los perros sin dueño

Recorren centro y sur de la ciudad,

Las zonas donde Nadie

Tiene su reino de olvidos.

 

¿A quién ladran

En la calle vacía?

¿A quién dirigen

Sus orejas vacilantes?

 

Acaso descubran el paso de Nadie,

Del que se fue una vez,

Envuelto en brumas.

 

 

 

 

PARÍS, MIL NOVECIENTOS Y TANTOS

 

Tan atareado está Vallejo

Contando horas en un ábaco de sombras

Que no advierte

El paso de Nadie

Por la acera de enfrente.

 

Tan ensimismados van los dos

Que se enfrían el café, el silencio,

La cuchara de plata,

Las pipas de los charladores

Del Café de la Ópera

Sin pronunciar sus nuncas,

Sus jamases.

 

Vallejo escucha

En la rota noche de París

Un huayno que baja de la sierra

Envuelto en nieblas, en tinieblas,

En alpacas y en llantos.

 

A veces, palmoteando su espalda,

Lo visita un dios enfermo, no tan grave,

Y el silbato de un tren

No deja escuchar lo que le dice.

 

 

 

 

ESCRITO CON NIEBLA

 

La habitación

Tiene un tono de monasterio

Que no ve el paso de veleros

Pero oye ralear un jardín.

 

Sin Nadie la casa crece

Como si la sala fuera un salón

De vastos alientos perfumados.

 

El armario

Es una morgue de silencios,

Un brumario de abismos.

 

¿Debemos mirar el paisaje

Para que exista?

¿Piensa el olivo en sí mismo

Mientras trabaja sus frutos?

 

Tras las ventanas

Hay un jardín de rosas abolidas.

 

 

 

 

TIERRA DE NADIE

 

Nadie

Pinta un pájaro donde hubo tigre.

Su rugido borra el silbo. Traza un árbol

Donde antaño pintó un mástil.

Quién diría que bajo árbol y pájaro

Duerme un tigre

Mientras cruza un barco a toda vela.

Esta nube

Fue sábana en su encordado,

La silla se reclina en algo que fue pared,

El cielo fue jinete azul.

Nadie ama el claroscuro,

Los colores del olvido,

Los pintores de nieblas.

Rembrandt y Morandi

Preguntaron por Nadie.

 

 

 

 

LUGAR DE APARICIONES

 

“La mujer que amé se ha convertido en fantasma.
Yo soy el lugar de sus apariciones”.
Juan José Arreola

 

No es grato amar a un fantasma,

Ser un fantasma, burlarse de un fantasma.

En el lugar de las apariciones

Alguien golpea el aldabón del pecho

Y es como si el ruido de una piedra

Cayera en un hondo brocal.

No es grato portar una lámpara

Por los pasadizos del adentro,

Por el cuarto de trebejos

Que otros llaman recuerdo.

No es bueno ser desván de la memoria,

Una mansión que se hace polvo,

Que ya no es mansión sino fogata,

Que más que fogata es tenue lumbre,

Que ya no es leña sino ascuas

Y no es ceniza sino viento.

Una sombra sin mujer,

Un aroma de Nadie o roce o bruma

Tienen su lugar en estas ruinas.

 

Juan Manuel Roca (Medellín, Colombia, 1946). Es poeta, ensayista y periodista cultural. Algunas de sus obras son Memoria del agua (1973), Luna ... LEER MÁS DEL AUTOR