Juan Larrea. Una debilidad por la luz

 

Presentamos tres textos del reconocido poeta español.

 

 

Juan Larrea

 

 

UNA DEBILIDAD POR LA LUZ

La noche cae en abundancia

Reflexionemos pues como pájaros de lentitud
suavemente como plumeros sobre los muebles del silencio

Tienes la manera más bella de seguir el ejemplo de los ríos
entre las pérdidas del cielo y el egoísmo de las islas

Tu párpado no está todavía a la altura del desenlace de las aguas
pero eso no tiene importancia

Supongamos una iglesia rodeada de turistas
ahora que tu ojo se contrista
y que un escalofrío recorre el ángel disuelto en el agua bendita
para mejor decir al Señor
Señor
contrátanos como maniquíes de tus lágrimas
a nosotros tus pequeños funcionarios
adoramos los bombones y la compota de encantos
nosotros seremos tus aves de corral todos los días a esta hora
ya que los ángeles han muerto muerto muerto
como bohardillas sin arañas y sin gritos.

 

 

GUARDANDO LAS DISTANCIAS

En la eventualidad posible de una superficie
jamás un hombre podrá edificar tantas paredes
como veces se muerde a todo arriesgar los labios
Apenas si con la ayuda de los pesados párpados de la noche
podrá hacer llegar su sangre hasta el jardín profundo
donde la espina jadeante de un surtidor
detiene su cielo al borde de una dilatada ansia de llorar

Todos los enigmas que el sol resuelve
con astros sobre sus cabeceras
como barcos cortados en dos por una línea ideal
a ala derecha los horizontes los bellos naufragios al paso preocupado
a la izquierda el aliento en cruz de las leyes físicas
piden un sitio en su razón que sangra
entre las garras de un paraíso errante hacia la lágrima infinita

Con su sangre desnuda el silencio pasea una rosa sobre los caminos del hombre
como una linterna sentida por no haber iluminado en suma
más que una sensación de agua fría en el remordimiento de la sombra
más que una muleta en el lugar de cada estrella apagada

Cuanto más el tabernáculo del tiempo se rodea de rodillas de párpados
rogando por la ligereza de las horas culpables
más lleno está el horizonte de alarmas efímeras
Soñadas a río de flores por las arenas de las arenas.

 

 

CARNE DE MI CARNE

Entre lirios de falsa alarma
la insistencia de una avispa deja adivinar tu cuerpo
el ardor ahoga una presa demasiado mía para ser fingida
nodriza de dos filos sobre su lecho de convidado
el ardor deshace el nudo de la marisma viviente
donde el amor te esparce y se retira

El ancla de tu palidez se sumerge
hasta la detención de las formas es aquí
donde la lluvia se pinta de azul el corazón
y furtiva una corriente de aire
desmiente ese gesto que significa ignoro
el bello blanco que ofrezco

El ojo lava su párpado al borde confuso de la duda
y descompone tu cabeza en siete ruiseñores mórbidos
lo hay ya necesidad de apagar nuestras heridas
espacio por sí mismo se olvida para plegarse a tus alas.