Exacta dimensión
EXACTA DIMENSIÓN
Me gustas porque tienes el color de los patios
de las casas tranquilas…
y más precisamente:
me gustas porque tienes el color de los patios
de las casas tranquilas
cuando llega el verano…
y más precisamente:
me gustas porque tienes el color de los patios
de las casas tranquilas en las tardes de enero
cuando llega el verano…
y más precisamente:
me gustas porque te amo.
LIMA, CIUDAD DE LIMA
Aquí el gas nostalgia
su líquida frescura
y el líquido nostalgia su honor
de estambre sólido.
Mi amigo provinciano nostalgia sus yerbales
donde las mariposas se consumen con las alas extensas
y mi amigo Fernando Limeñísimo
nostalgia los atlánticos países
que nunca ha conocido.
Yo me nostalgio de tus manos largas
elevando las ostras a los labios
de las noches de Génova.
Entre los cercos de los días grises
corretea el lebrel de la nostalgia.
Aquel que tiene dientes se adormila
por la nariz de la nostalgia husmeando
y el que ni dientes tiene se despierta
sintiendo entre los pies esa delicia
que puede ser el sol, una nostalgia
un gato:
igual nos da, ciudad,
mientras tengamos huesos para roer,
sillones en los cuales se oxidan los enojos,
armarios donde siempre se perdieron planetas y pañuelos.
Ciudad de la nostalgia
te nostalgio
si me voy a Jamaica,
o si me afiato
valseando alrededor de tu sombrero.
CÁNTICO DEL ORONDO
Dios de los Cristianos, Dios
de los Croatas, Dios de las Vírgenes
Enlutadas,
Dios de los Hombres cubiertos por Escamas,
si me dieses una oportunidad
de arrepentimiento,
una sola oportunidad
de redimirme en el nombre de la sangre
o del vino cuya lana me arropa
y me ilumina, yo,
sin pensarlo dos veces, sin dudar como el centurión
o el apostador de caballos,
rechazaría tu gracia y tu clemencia.
Estoy demasiado viejo
para ensayar otro papel en el coro
o en la fila taciturna que se inclina
para mirar el ojo premiado de la noche,
demasiado achacoso para sentirme hermano
de mi hermano,
o enemigo del taura que le pisa
su hermosísima cola
sólo porque le aburre la película;
yo, hijo de Rosa y también
hijo de Octavio, te pido que me conserves
saludable en esta ciudad
plagada por el delirio y las grandes
y pequeñas corruptelas de las cuales
no nutrimos,
en defensa del hipo o de las reglas
costumbres vespertinas
sus familias fastuosas y
así mismo
los hijos de la Rosa y los hijos de Octavio,
Degüella,
Dios de los Incrédulos y Dios de los que te aman,
Degüella
al que contempla con desprecio
nuestra gleba,
al que intente
cazurro
transformar al Perú.
GASTRONOMÍA
Para comerse a un hombre en el Perú
hay que sacarle las espinas,
las vísceras heridas,
los residuos de llanto y de tabaco.
Purificarlo a fuego lento,
cortarlo en pedacitos
y servirlo a la mesa con los ojos cerrados,
mientras se va pensando que nuestro buen
gobierno nos protege.
Luego:
afirmar que los poetas exageran.
Y como buen final:
tomarse un trago.
LOS BÁRBAROS
2
Nosotros aquí, en Roma, vagamos bajo la luna como una manada de perros ansiosos, entre ruinas,
desafiando la bocanada del estío. Las muchachas, desnudas en las ventanas, beben vasos de agua,
mentas frías, recuerdos insoportables; mientras los hombres abandonan las tabernas guiados por
sus sandalias calientes y el humo de las citas a lo largo del Tévere.
Yo camino entre estatuas y carruajes, friolento y solitario. Engullo caídos tibios y humeantes, rasgo
quesos amarillos y porosos y también un vino espeso.
Ellos, por supuesto, me creen un loco despreciable y terrible. Su desprecio y su temor contra mi odio
por una misma calle, en el sofoco de agosto.
¡Tenéis razón en despreciarnos y temernos! Acumulo saliva en mi boca para escupir vuestros mármoles,
vuestros cuerpos sudorosos, vuestros códigos. Nada de manteles ni de frisos: basta. ¿No pidáis buenos
modales a quienes fuimos enterrados en el adobe, la injuria y la ignorancia. Nada sabéis de nuestros
dioses prudentes y pacíficos, corroídos por la bilis. ¿Qué sabéis de las ciudades que nosotros amamos?…
nada, ni siquiera sus nombres. ¿Qué sabéis de nuestros ritos, de nuestros héroes fusilados, de nuestros
cantos hermosos y repentinos, de los cactus colgados en las puertas temerosas, del arco iris en lo ojos
de los cuyes?
El calor devorante que en esta noche quema las canastas de flores, no cesará, ya no puede calmarse.
No habrá otoño para ti, Europa. Ha empezado el siglo de las brasas. Nosotros que iniciamos esta
historia sangrienta y es demasiado tarde para la hora del convenio. Ya ni siquiera la misericordia,
la misericordia con sus alas, la misericordia con sus alas magníficas.
HUAYNO DEL URU
Del lugar ya te fuiste, Valicha. ¿Cómo te encontrarás? A la ciudad te fuiste, donde hasta los guagos
tienen boñiga en el corazón. Ahí, Valicha, ay qué será de ti.
Y yo aquí solo. Volatinero de las tinieblas, la blanca luna no me sacude. Y hasta Toribio, el amable,
no me saluda.
Los perros chiquititos a sus amos crueles mueven la cola, ¿yo, a quién?
Por eso en botella de mosca crío una mosca, no más para que te siga.
Ay mamacita, señorita, labios de cinta labrada, entre tu boca te escupirán.
De nuestros padres no te olvides, Valicha. Somos urus. Nos somos seres humanos. La voz metálica
del uru golpeó el tambor del aire haciéndolo pedazos.
Somos los kut’suns, la gente del lago. Antes de los inkas, mucho antes que el Ta Ti Tu, el Padre del Cielo,
creara a los quechuas, a los aymarás y a los blancos; antes que el sol alumbrara el mundo, cuando la
tierra se encontraba a media oscuridad, solo iluminada por la luna y las estrellas; cuando el Titicaca se
extendía hasta las últimas fronteras de la puna, nuestros tatas ya vivían aquí ¿Y te olvidarás?
Nuestra sangre es negra y no podemos ahogarnos. Ningún frío puede herirnos. Ningún rayo matarnos.
Somos otros. Los kut’suns, el pueblo del agua. ¿Allá qué harás?
El Misti, como a ovejita te encerrará. El pelo te cortará. Sucia amanecerás. Como los ríos cuando se
enferman, así serás. En las chicherías molerás maíz. «Qué lindo culo», te dirán, mi mamacita, señorita.
Y los soldados del regimiento con sus espuelas te pisarán, te harán sangrar como ovejita. Chancro tendrás.
Ay, mi Valicha , Ay, mi Valicha, y yo estaré cantando canciones lindas a un muñeco de totora sin corazón.
Pero a ti te cantaré, sin que los sepas, mi señorita:
Muñeco lindo, muñeco lindo,
hazte vaquita,
hazte vaquita de labios rojos.
Porque te quiero, porque te quiero
bebe mi llanto,
masco tu pelo, masco tu pelo
muñeco seco.
Muñeco lindo, muñeco lindo
sé vicuñita,
para ir contigo todas las tardes
por esos cerros,
y allí tumbarte hasta que caiga
lluvia de fuego.
Muñeco lindo, muñeco lindo
sé venadito,
para llevarte, para llevarte
cerca del lago,
y allí beberte los lindos ojos,
hasta que junte con mi saliva
la luz del lago.
Ay, mi Valicha, mala no más serás. Puta te han de decir, oh señorita, oh mamacita, labios de cinta labrada.
Ya no más mi paloma, la que conmigo lloraba: ya no más mi gorrioncito que se asustaba. Ya no será mi
lorochay, mi lorochay con ojos de oro. Ya no jalaré tu cordoncito. Ya no tendré de tu fineza. Valicha cruel.
Ya no serás mi tordo lindo.
Triste no más he de seguir. Soltero no más seré.
Desde esta noche malditos estamos, Valicha. Para nosotros, ya la tórtola no cantará, ni la yerba crecerá
y aún por los caminos de la muerte iremos solos, llorando como quecllos asustados y sin podernos encontrar.
Ya para nunca, jamás nunca, Valicha.
POESÍA
En los trenes nocturnos
he oído
tus palabras secretas. Poesía.
Pero llegada la mañana,
al descender en raudas estaciones,
tus mensajes huían:
tornaba a ser el ávido viajero
de vacíos estantes
colmados por la yedra.