Juan Bañuelos

Sátira con final de vals

 

 

 

 

 

Esto es la otra parte

Quiero escribir voces. Que estamos,
que hundimos la mano en un muro
áspero e idéntico a su sombra.
Vamos a alcanzar al primer
terror incendiado que calla
en el corazón de aquellos
que en los duros años han amado,
y que, ferozmente, beben
el tósigo torpe y el tedio.
He visto partir al combate
diario, inapreciables momentos
que guarda la vida
detrás de una puerta fatigada.
Y después, han sido los puentes
de sombra que unen (perseguidos),
lo que han separado los días.
Volvemos, sumisos, a entregarnos,
a meter la mano en el bolsillo,
a encoger los hombros,
a empezar a amar como si fuera
la primera vez, a darnos confianza,
a pesar los días como madera muerta.
Y entre puente y puente
avanza el olvido.
Lo profundo busca
su máscara altiva.

No importa la muerte. Vivimos.

 

 

 

Sátira con final de vals

Porque estamos aquí con el sueño del polo,
con el fuego que hizo el primer hombre en la tierra,
a la hora que marcan los relojes del banco,
en la silla cercana de la caja de bienes
del que roba y sonríe por la gracia del cielo.
Y cercanos al niño
que aún lleva el cordón umbilical de la anemia;
correctos, vestidos de frac
a la hora que vemos pasar triste un entierro.
Aquí, pues, nos quedamos
con las lindas queridas del señor General.

Por la gran avenida, la manzana del aire se pudre
y la panza del cielo es color de la iguana
y la tarde agoniza levantando la voz.
Porque estamos aquí en el bar donde cantan
solitarias de tedio las parejas que pronto
dormirán en hoteles,
y el ramito de dicha dejarán en un charco.
Ah la almohada del agua que reparte los sueños,
que circunda las ferias. Y la arpía hecha letra
desollando la fiebre en los juicios llevados
contra los inocentes.

Porque estamos aquí
para que se cumpla la voluntad del coral,
de la red y del hombre
que ahora vuelve con la presa ganada.
Carpinteros de nardos,
albañiles del día,
relojeros que saben cuándo el tiempo nos muerde,
ved mis venas, parecen ríos hondos con labios
repartiendo ternura.

Yo ya no busco: heredo.

Sabed que las colmenas y la alondra del día
tañen una campana de futuros follajes.

 

 

 

Es un buen día para morir

“El Rutas”, conocido ladrón, fue
cercado y muerto el 29 de julio de
1974 en su vecindad, por agentes
de la policía, al no querer compartir
un botín.
Últimas Noticias

Un ominoso escarnio de puñales
encapota los ojos del suburbio.
Tiembla el tiempo y el patio y en el turbio
lodazal suenan tiros policiales.
Sangre, polvo, terror, caries dentales
desafían la muerte. Y el disturbio
deslizándose en un cuchillo gurbio
en la esquina madrea sus vocales.
Sombras. Ráfagas. Rabia que se trunca.
Avanza por la calle la jauría
de rifles y patrullas. Como nunca
la madre ruega y grita entre la gente:
Hijo, entrégate, es tiempo todavía
Y “El Rutas” sólo empuña la ironía
(ojos duros de estatua impertinente)
atareado en romperle a la agonía
la usura magra de su único diente.

 

 

 

Desierto de los Leones

Abadías de árboles, cencerros de la luz,
Esgrima de la tarde, armadura del sol.
Esperamos la llegada del silencio
Y suena una hojalata de llovizna.
Una ardilla mueve el peso de las ramas,
El canto de un ave canoniza los pinos vestidos de verano,
Las viñas de la niebla rozan faldas,
Un ruido de papel duerme en las veredas
Y el puente es un jinete sobre el agua.
No hay ciudad más poblada de violenta quietud
Tendida como un cable:
La carretera es una yugular golpeada por un tronco.
El bosque nos oye, nos invita, es un rey
Paseando en su bastión de soledad
(Oye sus paredes vivas cerrando nuestra sangre).
Mas en verdad,
Ni el tiempo con su cuerno de caza,
Ni el vino estioso, ni la paz,
Ni el fuego que ondula en tu cabello
Incendian estos árboles.
Sólo esa hiedra del sendero sube a mí.

 

Juan Bañuelos (México, 1932 - 2017). Estudió en las Facultades de Derecho, Filosofía y Letras y en la Escuela de Ciencias Políticas, todas de la Unive ... LEER MÁS DEL AUTOR