José Natarén

Bellífica

 

 

 

 

 

BELLÍFICA[1]

 

Pero su cruel belleza es implacable
Eduardo Lizalde

 

I

La virgen de la zarza retorna, cierra el paso a la certeza.
Relámpago entre espejos, revela su nombre de astro, su cuerpo celeste:
Girasol de los prodigios, estela de sal, columna de humo,
roja raíz de día, amarga ceniza en el crepúsculo.

Su mano de muchacha despliega el follaje de la noche
y la llama de sus ojos, herida de las eras
afila el corazón de los incendios.

Señora de estaciones subterráneas habita nuestro cuerpo
sin rostro serpentea, se oculta,
se fuga al inframundo antes del alba
territorio contra el terco sol.
Desde adentro, auspicia el misterio de la luz.

 

II

En sueños, el cielo centellea, exhala soles simultáneos, arroyo de estrellas en el pecho. Encantamiento de sílabas de siglos, de sigilos, encarna en la garganta en busca de la rosa que me aturde. Enrojece el rumor cuando la virgen de las vírgenes nos canta:

Despierta la rosa, reviste sus galas,
ha abierto su puerta;
entre la doncella, que nunca saldrá
por la puerta abierta[2].

 

 

 

CANCIÓN PARA…

¿A quién sino a ti?
Hölderlin

 

Te observo en la cima del instante, no eres de este mundo.
Surges del revés de la ceguera, en el erial de la vigilia.
Sobre el desierto del desvelo vuelas
sobre la ciénaga que el corazón habita.

Se humilla en tu mirada la rosa de la muerte
−tu mirada al centro de la mía−
arborece el horizonte al nombrarte en todo sitio.
El límite del mundo se extiende en cada letra de tu nombre
el término del tiempo se oculta en tu sonrisa
que tiene más de eternidad que de sonrisa.

Desata el nudo de la angustia
sosiega el cauce de la euforia.
Devuelve al ángel ciego la flor de su agonía
evanescencia de buscarte sin buscar.

O nada hagas, solo permanece inmóvil
como antes del primer día del mundo
cuando soñaban en tu pecho
los nombres de los seres y las cosas
los recuerdos por vivirse y los años todos
el alba y su promesa, la noche y su delicia.

¿No es acaso suficiente sembrar la luz en el silencio?
¿Dar a luz a los prodigios del espacio
y a la tristeza del hidrógeno tornarla incandescente?

¿Acaso hilvanar los símbolos del sueño, del agua y la ceniza?

Te pertenece la cúspide del fuego y más:
arroyo de diamantes en vientre de volcán
enardece la espuma danzante de la torre.
Súbita embriaguez, refulge la melancolía
mariposa en la zarza solitaria.

Te pertenece el agua tierna, agua viva, agua miel
de las promesas de los lirios
y el delirio y el asombro como pájaros
de luz en el crepúsculo.

Tu nombre atraviesa con ternura mi costado
y en tu mirada se descubre el signo de la lluvia y de la sangre
en mi pecho, estrellas submarinas siembras y se cimbra el universo.

Derribas la promesa de la sombra,
derribas la desdicha con tu voz:
Mi nombre entre tus labios se revela
y me rindo a tu tacto en la penumbra.

En la oscuridad todas las cosas tendidas
orbitan sin cesar, caen sin descenso
sin alcanzar la altura de tus pies.

¿Cuándo encenderás la corona del crepúsculo
tejedora de incendios en el mar?

¿Cuándo alumbrará la Tierra el arcoíris de tus ojos?

Entre la multitud y el frío de la primera hora
el mundo es subterráneo y el cielo una ficción preñada ya en tus ojos
donde surge el fuego del que sólo puede hablarse en el poema.

Al centro de la luz,
resguardas al relámpago del vértigo
resguardas al ensueño de sí mismo.

Bienaventurados los que canten tu belleza
en una lengua nueva o muy antigua
escritura de luz en la materia
los que cierran los ojos para hablarte en silencio
-los que escuchan-
porque dejas una estela de ternura entre la húmeda tristeza.

 

 

 

CODA

Entonces, nos traspasa la nobleza de la herida, ese instante, ese punto por el que toda inmensidad merece ser andada. Se estremece el horizonte entre las manos del que avanza hacia la estrella y sólo eso. La soledad, cabalgante, hoy no despide al girasol de los prodigios, arborescencia de la dicha. Se aleja del periplo del errante:

Vuelve al centro del mundo y la gracia, desciende, encarna desde su trono lunar y funda el día frente al espejo, del que emergen las criaturas y los días; concede el nombre a cada flor y a cada astro que ya emerge de su voz. “Todo ventanal y gozo”, predijo el sabio.

La realidad es más fuerte que el destino: en las pupilas, por las que el ángel asoma la tristeza, arde la región más fría del universo y el corazón solitario recuerda la elegía. La ternura humilla la voracidad del mundo. Se niegan de rodillas la muerte y la mentira.

− ¿Escuchas?

Les yeux sans visage.

No. La canción de los ojos sin rostro se detiene. La sombra pasará sobre nosotros desde el origen y hasta el día del fin. La muchacha hermosa prodiga vida y muerte por igual, la vista y la ceguera. La palabra y el oído. Imposible contemplar su rostro.

Sólo escucho recitar:

El rostro de sibila se revele. La mirada se rebele contra el reino de lo oscuro.

Sólo sea la voz de la inocencia entre nosotros.

 

Silencio

 

 

________

Notas

1 The Most Beautified: Adjetivo para Ofelia en la carta de Hamlet, loco y enamorado. Traducción de Tomás Segovia.

2 Canto de Ofelia.

 

José Natarén Promotor cultural y secretario técnico del Instituto Tuxtleco de Arte y Cultura del Ayuntamiento de Tuxtla Gutiérrez. Estudió física y m ... LEER MÁS DEL AUTOR