(Torres, Cantabria, 1919 – Madrid, 1947) es uno de los representantes más destacados de la poesía existencial, desarraigada, que se produjo en España en la década de 1940 como consecuencia inmediata de la guerra civil, y cuyo máximo exponente fue Dámaso Alonso. Era el contrapunto a la clasicista “poesía arraigada”, favorecida por el régimen franquista.
Fue un poeta de vida breve, angustiado, obsesionado por el tiempo y la muerte, presentes en la mayor parte de sus composiciones. Los muertos (1947, dedicado inicialmente a las víctimas de la guerra; murió sin verlo impreso) ha quedado como su libro más relevante; el prestigioso crítico Gonzalo Sobejano (1928-2019) escribió al comentarlo: “En José Luis Hidalgo el calor de la propia intimidad angustiada y la esencial serenidad de la forma poética se alían maravillosamente. Por eso, y por la hondura del tema que su obra desenvuelve, merece ser considerado como uno de los poetas mayores y más representativos que ha dado España desde la postguerra”. En Hidalgo, además, como en Goethe, la necesidad de recurrir a Dios para aliviar el sufrimiento fue una constante: “Pero si Tú no existes, ¿por qué, entonces, / he de dar nombre a mi esperanza?”, se preguntaba desazonado.
Anteriormente a Los muertos, José Luis Hidalgo había dado a conocer tres libros vanguardistas: Pseudopoesías (1936), Las luces asesinadas y otros poemas y Mensaje hasta el aire (ambos de 1938); y ya en la línea existencial, Raíz (1944) y el bestiario Los animales (1945). Póstumamente aparecería Canciones para niños (escritas en 1937 y publicadas en 1951) y se reuniría su Obra poética completa (1976).