José Luis Díaz-Granados

Canción de la bella obrera

 

 

 

 

 

El sitio de tus pasos

 

El sitio de tus pasos

—donde transita fina

tu piel de goce alado—,

es muro para mí,

ceguera de tu celda,

donde sólo es el aire,

el sitio de tu vuelo,

pero donde no cabe

mi ojo ni mi cuerpo.

 

 

 

 

El río

 

El agua inventó el mar,

inventó el río;

el río inventó el mapa,

el mapa, el mundo.

En el mundo yo habito,

soy el río

que inventa la ficción

en que yo vivo.

 

 

 

 

Depósito de mis deseos

 

Eres mi ardiente presente.

El dulce e inacabable día de hoy.

 

Estás siempre aquí

conmigo,

atada a mí por invisibles hilos de fuego.

 

Depósito de mis deseos,

yo sé que soy también

el movedizo paquete de tus sueños.

 

Por eso estamos hoy aquí

—y en el poema, siempre—.

 

Cuando nos sumergimos en la mutua marea

las olas ascienden tan alto

que no sabemos si vamos o venimos

y cuando en el centro de ti

el sol se oculta

la alcoba es una noche de vacíos infinitos.

 

 

 

 

La muñeca del suburbio

 

Una vez

de madrugada,

salí de un bar en los suburbios

con una muñeca sonriente.

Tenía los labios pintados de negro

y las pecas de rojo.

La noche sufría un azul absceso

de estrellas jubilosas.

Entramos a una casa solitaria

y oscura

y nuestros cuerpos desnudos

inundaron de luz la habitación.

Sin pronunciar palabra,

sin decir nuestros nombres,

sin amor y sin besos,

navegué por su alma.

Afuera, la ciudad

era sitio de ángeles

y máquinas,

de edificios silentes

y muertes invisibles.

La muñeca sonrió

y se quedó dormida.

Y nunca despertó

de su desnudo sueño.

Y bajo la llovizna

de aquella madrugada

fui el único habitante

de ese planeta íntimo.

 

 

 

 

Playa Girón

 

Girón es una campana.

Girón es un ala matinal.

Girón es una coraza

y una sonrisa desparramada

sobre todos los mapas.

 

Hoy el oleaje del mar

ha peinado la arena y ha borrado

todo aliento agresor

y toda llaga de pisada ajena.

 

Porque humillado

en Girón

un dios cruel

remienda sus heridas.

 

 

 

 

Estaciones

 

Mi padre era el verano

cuando la lluvia helaba.

 

Y era la lluvia bendecida

cuando sediento el sol

sofocaba los sueños.

 

Cuando el color del alba

comenzaba a cambiar

hacia el duro color del mediodía,

llovió y ya no hubo sol,

y el fresco ardor del agua

no llegó en la sequía.

 

Otoño llegó brusco

e hizo caer las hojas

del árbol que abrigaba

mi desnudez de pétalos dormidos.

 

 

 

 

Canción de la bella obrera

 

Compañera:

tú eres bella…

tienes la mirada matinal

y las mejillas frescas.

Eres bella,

como una primavera roja,

como una marcha obrera,

como una fiesta popular,

como un desfile de protesta.

Bella:

Eres como una flor de acero,

como una plaza llena de banderas,

como una reunión sindical

llena de puños cerrados

pero también de gritos, risas,

discursos, consignas y centellas.

Eres bella,

compañera,

eres valiente y bella

como un Festival de la Juventud

lleno de rojas estrellas,

ebrio de júbilos mundiales,

donde todos los trabajadores del mundo

son reyes y son reinas.

Eres tan bella,

compañera,

como una sinfonía triunfal,

como la victoria certera,

como la mirada del amor,

como los pueblos libres de cadenas.

Bella como una mandarina,

como una guitarra guerrillera,

como un Primero de Mayo al mediodía,

como un discurso de Fidel,

como la intimidad de la célula.

Eres tan bella,

tan valiente y tan bella,

tan altiva y tan bella,

madre, hermana, obrera,

como la piel de las manos amigas

o el café que prepara entre las sombras

la indomable guerrera.

Tan bella, en fin,

como la patria en paz,

como el poema.

 

José Luis Díaz-Granados (Santa Marta, Colombia, 1946). Poeta, novelista y periodista. Muy joven, a los 22 años, publicó su primer libro de poesía, El laberin ... LEER MÁS DEL AUTOR