Canción final
Copio tu cuerpo
Al escribirte estos versos,
amor mío, te remedo.
Escribo y copio tu cuerpo.
Tú eres el poema entero.
Nocturno
Esta noche triunfal, longura ahogada,
me pertenece con todas sus horas negras.
Esta noche triunfal cubre mi cuerpo
y dibuja la silueta del mapa colombiano.
Esta noche triunfal, soledad anudada,
es noche americana, noche nueva, fresca.
Esta noche triunfal, café de indios,
cobre amargo, es noche universal, renovada.
Esta noche triunfal, silencio abierto,
es mía, de mi patria y de mi tiempo.
El jinete nupcial
Llega el ángel y monta la soledad gimiente
en medio de los árboles de plata o de ceniza.
Arde la rosa entre besos que mueren al instante
y hay guirnaldas y archipiélagos y violines
que circundan las manos derretidas del viajero
y hay orden para recrear el insomnio
y dos labios y dos palomas cicatrizadas
nacen y mueren frente a paredes que no ríen.
La piel que no existe
No tengo ahora dónde recostar mis deseos.
Mi mano piensa muslos y pantanos secretos.
Solo, como desde la primera estación de la
conciencia,
la sombra mide el sueño de la piel que no existe.
Entre tus piernas
En medio de ti hay una noche que inaugura el día.
Entre tus piernas vibran los secretos del mundo.
Tu casa es un tibio pesebre, tu oscuridad es luz.
Tiemblan en tu cerebro órbitas, tesoros, cereales.
De ahí a la eternidad solo hay un paso.
Llave o cerrojo, puerta o aldaba, hoguera o témpano.
Nombre que nombro con todo lo mío cuanto entro
o salgo de tu horno húmedo o de tu caja vacía.
Rosa mojada de polvo, sangre que vibra olvidada.
Manantial de la raza, rumor de olor de amor.
Es allí donde el sol es sólo fiebre ácida.
Línea que habla para calmar sed y soledades.
Pared de miedo o párpado dulce o luna trémula.
Paseo de las olas, patria empapada, miel gratuita.
Sueño fosforescente de ángel de aguas pálidas.
Y sobre todo espuma de un mar que pestañea,
y sobre todo fruta de plastilina ciega y tibia,
y sobre todo talismán de peluche tras los muros.
Canción final
Debo decirte algo con sencillas palabras:
ya no te quiero más, eres sombra pretérita,
relámpago de ayer, vuelta en campana,
ilusión apagada en el instante.
Ya no te quiero más, ya no te quiero.
Desde hoy tu nombre, que fue tan repetido,
iniciará su ruta descendente
en el río neblinoso del olvido.
Chao, corazón, adiós, ahora no hay nada.
Toda emoción es llama y es ceniza,
tanta clave de amor se hiela pronto
con algo de menuda tristeza matutina
y un poco de guayabo meridiano.
Ya no te quiero más. El sol de pronto
dejó de iluminar nuestros pasos secretos.
Se detuvo el reloj de nuestras citas,
se enfrió el café en el kiosko cotidiano,
se marchitó la rosa de los vientos,
se enmudeció el murmullo que nos alimentó
durante largas noches de melodías dormidas.
Debo decirte chao, sencillamente.
¿El motivo? Tal vez nuestro largo silencio
o acaso viejas piedras del camino,
o quizás desamor en la hondura del alma,
no sé, pero retiro mi palabra amorosa
y me retiro de tu corazón.
Yo no te quiero más, ya no me quieras.
Nuestras mudas palabras, nuestros ojos.
nuestras caminatas entre la luz y el lodo,
tu cabellera que abofeteaba el viento,
tus balbuceos de oro, tu sonrisa,
todo quedó desde hoy petrificado
en el recuerdo de un minuto eterno.
Chao, corazón, ya no te quiero más,
ya no me quieras más, nunca hubo nada.
Sólo fue un aleteo más que un beso
y una bella canción que aquí termina.