Canción del Sumidero
Canción
Este poema es un cuchillo de bruma,
es una broma que brama y siembra confusión
como una flecha que atravesara una parvada.
Este poema es un cielorraso de armadillos
que cardan besos en las rodillas de la tarde;
está hecho de nada y genuflexiones de orquídeas
en las exequias de una zarigüeña.
Es un águila. Se derrite en vuelo.
Águila que en su levitación
le pone más velocidad al sueño.
Este poema es un recién cadáver
que resucita entre el mito y el deseo,
es el presagio de que nada existe
y nada hay más allá del hoyo en mi zapato.
Este poema es la danza desgarbada de la muerte
en su cuchitril atávico.
O bien, es tan solo un pensamiento
que rumia ruinas y ripios en el enigma del poniente.
Este poema es una cabellera enloquecida,
la noche adicta en la llanura inmóvil
venida de muy lejos, desprovista de mensajes.
Este poema creció con largueza entre mis huesos
como una herida de fuego bendiciendo mis sonajas,
como una imagen bíblica de languidez extrema
en la ventana aullante en que cavan mi sepulcro.
Este poema es el viento:
Me trae el sabor de tus labios y sus enjoyados besos.
Este poema
es el camello equivocado y el ojo de la aguja;
este poema no es muerte ni vida
ni humo ensangrentado
ni mi nagual de fuego;
es —ya lo dije— un cuchillo de bruma,
una broma que brama,
un puñal que despierta en el rojo follaje de tus ojos
para obsequiarme la otra vida.
El sueño.
Del libro: Canciones. El Errante Editor, colección: poetas de una sola palabra. Puebla, Pue., México, 2016
Día en que los ovnis
(Noticia autobiográfica)
Porque la noche cae y no llegan los bárbaros…
Constantino Cavafis
2 del 2 del 72
día en que los ovnis volaron sobre el zócalo
de la ciudad de méxico
¡cosita linda mamá
y no pude verlo!
porque la policía secreta
secretísima allanó la casa de portales
y yo
revolucionario de bolsillo en plenitud
violentado por esos tigres
atigradísimos tigres de papel
con el cuerpo aterido por los golpes
y una gota de plomo hirviendo en mi talón izquierdo
sólo veía un tímido vaho de sol
iluminar a los agentes de la policía secreta secretísima
que destazaban ((después de rajar mi casa))
abrían en canal con sus navajas ((de albacete))
sillones
colchones como los chanchos y las reses del mercado
de portales
entre el ansia y el deseo
de un adolescente desnudo bajo un arco iris de fuego
arrojado a las inmensas salas
del olvido
el dolor
la humillación…
“niña te tienes que ir
mi amor por ti no puede seguir /ir/ir
eres joven
eres muy joven”
cantaban antonín artaud y lao-tsé desde una radio metafísica
y yo veía pasar cadáveres con sus zapatos de arlequines en las manos
cadáveres eróticos que aún en la muerte gritaban
“¡viva zapata
viva juana de arco
viva rimbaud y su corazón de chocolate
el che guevara y la flor azul de su locura!”
y yo era
bajo los golpes de los agentes de la policía secreta secretísima
un animal enfermo que quería pero no podía morir
“niña te tienes que ir / ir / ir”
tarareaba un policía bizco con dientes cariados
que científicamente aplicaba cadenas
cortafríos gruesas sogas
teas y picanas eléctricas
caimanes para morder el sueño
desbaratar el poema
y uno quería fugarse
romper los espejos y fugarse
incendiarse en los fuegos antiguos como un perro acostumbrado
a morirse sin ruido y fugarse
tomarse una piadosa sobredosis de pentobarbital y fugarse
crear una ilusión de la vida y fugarse/arse/arse
perro noctámbulo desorientado afligido desconcertado enmarañado
adolorido castigado de hocico a la pared
amordazado tembloroso
hecho ceniza de la ceniza enamorada
¡plaf! ¡plaf! ¡plaf!
y la sangre como un sordo idioma
disfrutando en burbujas de su fiesta salvaje…
no pude ver ese 2 del 2 del 72
a los ovnis volar sobre el zócalo de la city
así que de ese día sólo me queda
un cielo violáceo
un sostenido aullido
un trajín de vendas empapadas
un tugurio cercado por la muerte…
pájaros pálidos en jaulas de óxido y un cuerpo que (se dobla) (se cierra) (cruje)
Del libro: Golpe de agua. Antología personal (1978-2013). Fondo Editorial Estado de México, Colección Letras / Summa de días. México, 2014
Canción del Sumidero
A David Huerta
1
Donde ciertos alcoholes
hacen oscurecer
el pico de un gorrión,
los pulgares de una rana,
el azar toma una flor de luz
y la reduce a sombras.
Densas se acumulan las sombras
y ráfagas de luz pitonicida.
2
El edificio del amor
huele a silencio
que viene de los huesos indios
y pasta en yerbazales.
Las serpientes
—un sagrado rumor que va creciendo—
se arrastran por lajas harto cálidas
a las aguas del Grijalva.
Estas aguas han atravesado muchas veces la corteza
de la noche y el día,
dormidas en los pulsos de la luz.
3
A golpes de piedras angulares
la muerte se levanta de su recinto oscuro;
tiende sus cascabeles sobre una flor de hueso,
cancela astros con su mano helada
y los indios se ocultan en el monte.
Comen yucas
jocotes
guayas.
Se refrescan con la fruta del mot—mot:
milagro de los mundos hundidos en las aguas.
Se unen y se dispersan con plan.
4
Cuando ya
lamían
la cara del metate,
cuando ya
crujían
a punto de quebrarse,
sopló un viento desconocido:
familiares fantasmas
ahuyentaron la luz que al mundo baña
y sus hambres ansiosas de violetas.
Rumores de raíces que se hunden…
5
Enmascarado danzo sobre la piel del río,
mis ojos arden,
mis manos
y mi pelo se vuelven de maíz
y roja Luna se hunde en las aguas.
Enmascarado danzo y toco mi tambor sobre la piel
del río,
las piedras hacen eco a la danza.
Rumores de nauyaca:
muerte de veloces mantos y venenos.
6
Así cundió la guerra:
danza que se colma de marimbas en silencio.
Silencio de los huesos indios.
Mi cuerpo no resiste tanta armonía fugitiva.
Con mi traje cotidiano prendo una hoguera en el Grijalva.
¡En esa hoguera incendio mi falsa cabellera!
Del libro: Golpe de agua. Antología personal (1978-2013). Fondo Editorial Estado de México, Colección Letras / Summa de días. México, 2014