José Antonio Olmedo López-Amor

Luz sin nadie

 

 

 

JOKER

«Amaremos la esclavitud».
Aldous Huxley

 

Aprendió demasiado o sufrió suficiente

la araña que ahora sube por mi mano.

Se decidió a matar por no vivir temiendo

que su piedad insigne le costara la vida.

¿Trepo yo por mi cuerpo?

Ser individuo o insecto

—según la furia o la conciencia—

es cosa indistinguible.

Seguro que mi sombra no copia este momento,

la araña es invisible para ella

dependiendo del ángulo,

la luz.

Escucho el pensamiento,

su voz es algo vivo:

la antología breve del espanto.

 

Tu dios es órfico,

quizás un astronauta.

Tu fe es la contingencia

de alegrías tumbales y dolores lucinios.

Por nombrar, que no quede.

Después de todo, qué más da acertar

en este juego de etiquetas;

si reduzco al absurdo

su posibilidad de acierto

demuestro que es mentira.

 

Hice un corte en mi mano, muy profundo;

acto seguido, la acerqué a la página;

pronto el blanco de la hoja

tiñó de negro letra.

Las palabras cayeron purificando el daño,

iluminando en su goteo

la página y los ojos.

Sangrar las infecciones,

supurar los venenos,

son rutinas tareas

de su milagro cotidiano.

No hay tan solo un testigo de su hazaña,

todos murieron

consumidos por graves quemaduras

en el ciento por ciento de sus cuerpos.

 

Con enferma armonía

me escupe su mensaje

mi yo escondido.

Escucharlo me aleja del mundo y de mí mismo;

a veces, me conmueve,

me provoca la risa o me enfurece.

Hoy, lo maldigo.

Me hace pensar que nadie

es consciente, ni tiene la certeza

de saber exactamente quién es.

A veces me pregunto

¿cuántos soy?

 

Hundido en el silencio considero estridente

el verso y su retórica, su mórbida fonética.

Si mi yo es un invento pragmático del verbo,

mi tristeza es sintaxis.

Vivir en la semántica de palabras ajadas,

en su innombrable vértigo de tiempo,

me hace reconocer el mundo

y sus seres deformes.

 

Yo soy, para vosotros, lo innombrable,

ese monstruo famélico

al que vuestros dedos señalan,

vuestra razón consagra mis miserias y miedos,

pero ¿sabéis que os digo?

Por más que os escondáis bajo armaduras

no seréis más humanos.

 

Después de todo, no quisiera

estar en otra parte.

Dejadme al otro lado del espejo;

aquí, a lo bello, nadie acosa,

su llama me perturba, me enriquece,

pero jamás la apago.

Dejad que mi cordura siga amándola.

Dejad que mi conciencia permanezca inhalando

—no sé hasta cuándo—

su principio insoluble de indeterminación.

 

 

 

JUGLAR DE LOS SEMÁFOROS

 

Se detienen los coches delante del semáforo

y aparece, de pronto, vestido de arlequín.

Comienza una función fantástica y efímera:

es el tácito pacto entre ricos y pobres.

Unas lágrimas negras destacan en su pálido

semblante, que pintado de blanco, resplandece.

Solo tiene un minuto: desenfunda sus armas

y empieza a deslumbrar a quien atento mira.

Lanza bolos al cielo —hay quien mira a otra parte—,

su sonrisa contagia incluso a los más tristes.

Enseña una flor blanca y sus pétalos vuelan:

son mariposas. Salta; también escupe fuego;

lanza una bola al aire: vuelve una calavera.

El tiempo corre en contra de esta farsa imprevista.

Una niña lo observa y coloca sus manos

en el cristal. Le ofrecen un billete que toma

y lo convierte en algo que alza el vuelo, dispara

su cañón de confeti y lo que vuela muere:

era un bicho sin alma. Alguien mira el reloj.

En su mano, un sombrero, sale de él la paloma

que con presteza vuela y se transforma en globo.

Ya la luz parpadea, encienden los motores,

el semáforo expira su tiempo y aquel mimo

se duele de sus manos, que en sangre, ahora blanden

un curioso paraguas. Parece conmovido.

El semáforo, en verde; ya los coches en marcha

le esquivan y abandonan, ángel de tempestad,

testigo de utopías que en pantomimas viven.

Hace sol y se cubre con el paraguas roto,

se resguarda, allí llora: solo llueve bajo él.

 

 

 

MANNEQUIN CHALLENGE

 

Quien gana en la derrota es el que pierde

para que nazcan alas en su espalda,

o es el que cree que pierde, cuando gana,

para perder los brazos, ganar el firmamento.

Aquel que con su llanto riega el suelo

en el que emergerá la vida triste,

quien deposita todo cuanto tiene

en el cuenco vacío de otras manos.

Quien ama a los demás, no pierde nunca

y eso lo sabe quien ha sido amado.

 

Ayudar es dejar que otro te abrace

con su dolor sincero, abierto el pecho;

y aceptar su regalo, no ofrecido,

transforma a quien se duele y a quien dona.

 

La virtud reconoce a quien merece

su salvífico canto, su hermosura,

por eso entre las flores, las abejas,

distribuyen su amor;

por eso el enfermero, tras su máscara,

hace como la abeja y salva al mundo.

 

Es en la enfermedad cuando sabemos

que es tan breve vivir, que no aprendemos

a valorar al otro, ni su hazaña;

no sabemos dar gracias, ni decimos `lo siento´,

amamos desde el yo, desde el yo erramos.

 

A mi señal, quedaos impasibles,

indolentes ante el dolor del mundo.

Ignorad el deshielo, la sequía,

la deforestación del verde.

No atendáis al hambriento,

¿por qué mover un músculo para cambiar las cosas?

 

A mi señal,

olvidad que os obliga una moral capciosa

a hacer vuestros cualquier problema ajeno.

Imitad a la piedra en su actitud callada.

Que una especie se extinga o que arda un bosque entero

no es empresa de mimos, de apátridas sin tiempo.

 

A mi señal,

sed estatua que brilla en el patíbulo,

impertérrito público, epíforas del fuego,

mariposas sin alas que arrancar,

irreverentes sádicos que duermen

impedidos del vuelo.

 

A mi señal, sed la execrable lacra

que condena a esta especie,

su indefendible esencia,

su vergüenza aforada.

 

De no haber más señales, inventad otro juego

si no morís tras este.

 

¡Ahora!

 

 

 

POEMA COLLAGE

Autor: Mario Benedetti (los versos son títulos de sus poemas)
Organizador: Heberto de Sysmo

 

Esta ciudad es de mentiras,

amor de tarde,

hablo de tu soledad

a tientas, de árbol a árbol,

como siempre, desde el alma.

 

Te espero por siempre,

nadie lo sabe.

Tu espejo es un sagaz

rostro de vos,

torturador y espejo.

 

Me sirve y no me sirve

saberte aquí, sirena nostalgia.

Escondido y de lejos

el amor es un centro,

epigrama con muro.

 

Enamorarse o no,

ese gran simulacro espero.

 

Luna congelada, la culpa es de uno,

incitación, soledades,

preguntas al azar,

parpadeo, pequeñas muertes.

 

¿Por qué cantamos?

Estados de ánimo.

 

Corazón coraza,

confidencial currículum,

defensa de la alegría,

fuego mudo,

los formales y el frío,

lo que necesito de ti…

 

Amor de tarde,

te espero todavía,

asunción de ti, piedras en la ventana,

mengana si te vas…

Ausencia de Dios.

 

 

 

LUZ SIN NADIE

En nuestras almas todo
por misteriosa mano se gobierna.
Incomprensibles, mudas,
nada sabemos de las almas nuestras.
Antonio Machado 

 

Somos corpus, glosarios de palabras

caminantes que sueñan ser la cosa innombrada

que al encontrar su nombre se vacíe

de aquello que creía indispensable.

 

Inventamos lenguajes para llenar vacíos

de otras lenguas, ahora, inaccesibles.

Diseñamos las voces, su sentido y gramática,

convenimos que el símbolo, aunque sea a la fuerza,

satisfaga nuestra hambre de inventariar el mundo.

 

Ignoramos que cada nombre y lengua

aleja de nosotros cuanto ansiamos,

pues sin nombrar las cosas, cualquier flor,

insecto o ave viven y otros viven

por ellos y para otros que no saben

que el verbo no suplanta aquello que en silencio

no requiere decir para ser todo.

 

Darse sin un lenguaje que mancille

la innominada gracia de esa esencia

es don que no se elige; parcela de verdad

vetada a los hablantes: luz sin nadie

con ojos que la observe ni perturbe

cuanto dice al hacer sin falsos signos.

 

¿Qué verdad nos impone la mentira del verbo?

¿Qué solemne belleza preserva de nosotros?

Desde una perspectiva, el lenguaje es un puente

que concilia a deseo y deseado;

desde otra, es centinela de ese misterio informe

y nos confunde y ciega: su fiebre nos prohíbe

nombrar sin nombrar nada.

 

Nosotros veneramos una música

que en arbitrarias notas codifica

una parte del fuego, deja fuera

el prístino caudal que lo es sin cauce;

y ese desesperado intento es el lenguaje:

nacimiento de fe, esperanza asida

a una mentira en busca de verdad.

 

Es verdadero el río que inspira a trovadores;

la calidez de un rayo de sol a media tarde;

los ramajes del árbol que proyecta

su sombra en la ensenada.

No necesitan voz para decir,

ni tan siquiera un gesto:

discurren, iluminan, son

y siguen siendo sin nosotros.

 

La maravilla a solas que no exige un testigo

para satisfacer humanas ansias.

Así el amor de dios proclama en los no hablantes

sus consignas y así solo se aman

aquellos que no esperan del amor

y son la vida.

 

 

 

NO TE OFENDAS

A África Bouzas Rubio

 

Si pongo el mismo amor en darte un beso

que en trasplantar la flor, cuidar sus hojas,

buscar ese lugar en que reciba

del sol y de las nubes su oblación:

no te ofendas.

 

Si, apasionada, abrazo tu cuerpo y las heridas

que por mí te infligiste sin decirlo

y con misma pasión

acaricio a mi gato antes del sueño:

no te ofendas.

 

Si ves que mi cariño reparto por igual

entre seres que creo necesitan

tanto amor como tú, es porque lo merecen.

Si creo en los demás es porque somos

hijos de un mismo Dios, mi amor no quiere

dejar a nadie fuera de sus gracias.

 

No te ofendas si acaso no comprendes

que amar tan libremente es algo lícito,

que ser en los demás deja una huella

que mejora la relación del mundo

y sus criaturas.

 

Es igual de importante socorrer al mendigo,

ayudar a un anciano cuando cruza la calle,

irme de voluntaria a las misiones

que dicta el corazón, que estar contigo.

 

Soy así, no te ofendas.

Si me quieres amar, tendrás que compartirme

no con todos, mas solo con aquellos por quienes

amar es perdonar, crecer, perfeccionarse.

 

Si pongo el mismo empeño en ser empática

que al amarte en silencio, estando solos,

es porque soy así, no le des vueltas.

Si no lo entiendes, huye, pues nunca cesaré

de ser alivio, fuego que caliente

al tembloroso, luz para el que a tientas

con inocencia busque una salida.

 

Diría que lo siento, pero no.

No te ofendas.

 

Si decides amarme

—sabiendo de antemano esta pesquisa—

tenemos todo el mundo para hacerlo.

José Antonio Olmedo López-Amor (Heberto de Sysmo es su seudónimo), Valencia (España). Escritor, crítico literario, poeta y editor. Estudia Filología Hispánica en la U ... LEER MÁS DEL AUTOR