José Ángel Leyva

Entre los vértigos del lenguaje

 

 

 

Por Floriano Martins

 

Conozco al poeta José Ángel Leyva (México, 1958) desde hace muchas décadas, cuando aún era director de la revista Alforja. Desde entonces hemos colaborado en muchos de los proyectos de cada uno y él fue el editor de un libro mío en México. También tuvimos la oportunidad de compartir eventos en algunos países y yo fui a México gracias a su coordinación de algunos eventos y también pude tenerlo conmigo en Brasil cuando era curador de una Bienal Internacional del Libro. Con Leyva siempre he tenido el diálogo más abierto sobre la creación poética, la realidad cultural de nuestros países y los diversos proyectos que seguimos realizando. La breve entrevista que ahora le hago forma parte de uno de estos proyectos y confirma el gran carácter de este inmenso poeta, que además nos regala una serie de poemas al final de la conversación. [FM]

FM | ¿Cómo podemos hablar, a partir de tu propia poesía, del pensamiento poético y de qué tarea humanística se convoca, de qué manera actúa, con una determinación estética y también con su orientación comunicativa?

JAL | El descubrimiento significativo del lenguaje desde una perspectiva no convencional del uso del idioma, pero profundamente humana, coloca al sujeto en otra dimensión de la sensibilidad y de la comprensión de su tiempo, de aquello que es en principio incomunicable por pertenecer al dominio de lo indecible.

Dotar a la palabra de un sentido y un carácter estético permite al poeta y al lector acceder a un espacio común, a un terreno de compasión, de tiempo compartido. La poesía es el ángel que nos transmite el mensaje: la experiencia humana comienza por la conciencia de la finitud, de la caducidad. Hay en ese camino una encrucijada: Conocer y entender la belleza, ejercer la libertad y el albedrío para ser dignos de ese don, o someternos a la inercia y el impulso de la banalidad que mata literalmente el tiempo propio y ajeno. El ser o no ser es la cuestión.

La poesía para mi es y ha sido un recurso de salvación, de supervivencia, un hallazgo del que no me siento merecedor, pues me ha abierto todas las puertas que dan hacia ningún lado, como lo digo en mi Catulo en el destierro. Es la gran experiencia del lenguaje que se vive día a día, de búsqueda incesante en los anales del misterio, en los orígenes de la conciencia y del cuerpo, del cuerpo del lenguaje. Allí, en esos límites donde no hay más restricción que la muerte. Donde el olvido es memoria.

Con respecto a la comunicación de la poesía, o a la poesía de la comunicación. Entiendo que la poesía comunica en la medida que el discurso está dotado de un deseo auténtico de ser en el otro, de ser el otro, de ser otro, para decirlo a la manera de Rimbaud.

¿Qué cambia la poesía en el mundo? No creo que pueda incidir en las grandes decisiones políticas y en los intereses del mercado, en las votaciones legislativas, pero sí puede, desde el sentir y la iluminación existencial, cambiar la realidad, si no planetaria, si de algunas personas que a su vez pueden incidir en otras, para interrogarse, dudar y poner en tela de juicio la lógica del tener frente al ser. El arte nunca ha estado al margen de la historia, tampoco la poesía ni los poetas.

FM | Simpatías, parentescos, analogías, ¿cómo se relaciona tu poesía con otros poetas, en cualquier tiempo o lugar, que tal vez te permita ubicarte en una familia poética?

JAL | Mi primera noción de la poesía no son los poetas sino sus poemas. Pero en mi etapa de estudiante de secundaria y bachillerato calaron hondo los descubrimientos de César Vallejo, Vicente Huidobro, Neruda, Miguel Hernández, Antonio Machado.  Estos dos últimos en la música que les puso Joan Manuel Serrat, luego los leería a fondo en sus libros. Pero es inevitable referirme a los poetas nacionales que admiro y que conocí por mi padre, como Sor Juana Inés de la Cruz, Amado Nervo y Ramón López Velarde, luego por mi cuenta José Juan Tablada, Manuel Maples Arce, José Gorostiza, Xavier Villaurrutia, José Carlos Becerra, Octavio Paz, Eduardo Lizalde, Rosario Castellanos, Jaime Sabines, Francisco Hernández. Dylan Thomas fue, más que un descubrimiento, un elixir. Antonio Cisneros, Antonio Gamoneda, Juan Manuel Roca y Juan Gelman son parte ya de mi diálogo de adulto, de mi plano afectivo y efectivo.

No me veo adscrito a escuelas, capillas o corrientes. Tal vez sea mi pecado dejar que mi escritura vaya por donde la venga en gana, aunque asuma su derrota en el plano de los reconocimientos por no atender a un plan de acción o un proyecto de éxitos. Yo respeto mucho a la poesía, me cuesta trabajo llamarme poeta, pero acepto que es mi decisión y mi responsabilidad.

FM | ¿Cómo se relacionan los poetas de tu país con otros poetas hispanoamericanos? ¿Existe algún tipo de comportamiento histórico, cuyas causas puedas explicar, que dificulten esta relación, no sólo en el ámbito de un diálogo estético, sino también en caminos abiertos o cerrados respecto de editoriales, revistas, la prensa etc.? ¿Operarían en este ambiente aspectos ideológicos o la eventual incidencia tendría una connotación individual, impulsada por alguna disputa o sentimiento de envidia? ¿Qué ha cambiado en este ámbito en los últimos tiempos?

JAL | Culturalmente, México es un país predominantemente mestizo, aunque hoy se reconoce como multiétnico, multilingüe, multicultural, lo que representa un tesoro. Ya vemos poetas y escritores de lenguas originarias que se alejaron del folclorismo y el exotismo y son simplemente poetas notables que escriben en su lengua madre. Aun así, la tradición de la lengua española es dominante.

La naturaleza cosmopolita de la elite intelectual mexicana ha gustado de abrevar mucho en otras lenguas y culturas de origen europeo, como la francesa, la inglesa, la italiana.  No podemos pasar por alto las influencias que han traído y han dejado en México los exilios políticos, donde como en ningún otro país de América Latina han tenido lugar.

Culturalmente, el siglo XX mexicano ha estado marcado por el caudillismo de Alfonso Reyes en la primera mitad y por Octavio Paz en la segunda. Después de ellos, por fortuna, no ha habido otro liderazgo y dominio de tales proporciones. Aún así, la tentación de grupos por tomar el bastón de mando es evidente, pero poco efectivo.

La envidia es consustancial al éxito ajeno y puede ser inocua, manifestarse como maledicencia e injuria, que en realidad se traduce como admiración o en acciones efectivas de depredación y silencio.

Lo que más ha cambiado es la presencia de extraordinarias mujeres poetas y el empleo de un lenguaje sin censura de género, sin enmascaramientos. Hay además una democratización editorial, para bien y para mal, porque crece más el número de aspirantes a escritores que de lectores y muchos libros por desechar.

FM | ¿Crees que es imprescindible que los poetas asuman la responsabilidad de difundir obras de otros autores, no sólo en tu país, sino también en Hispanoamérica, creando mecanismos editoriales, como editoriales y revistas?

JAL | Sería sano porque respondería al principio de que el amor a la poesía nace en la lectura de la poesía ajena, de la cual se alimenta la propia. El reconocimiento debería darse más a los poemas que a las personas.

FM | ¿Qué valoración se puede hacer del entorno de la crítica literaria, incluyendo los estudios académicos, a lo largo de un siglo, en tu país? ¿Hubo avances o retrocesos y, en ambos casos, cuáles fueron las razones y consecuencias? ¿Hubo en algún momento la publicación de una Historia Nacional de la Literatura, y cuáles son los aciertos y defectos de tal libro, si es que existe algo así?

JAL | La crítica está muerta, o casi. En México, críticos como Evodio Escalante son muy contados. La meritocracia académica ahogó el ejercicio de la crítica. Esa práctica del intelecto en el que solíamos orientar nuestras lecturas, para no extraviarnos en un universo de malas prácticas literarias y, como dijo Gabriel Zaid, de los demasiados libros (sin talento), que inflaman la hoguera de las vanidades, pero a lo cual todos tenemos derecho.

 

 

 

 

Poemas de José Ángel Leyva

 

 

 

NAGUAL I | FALANGE DARWINIANA

De los cinco hay uno que gobierna
El dedo acusador no tuvo suerte
de ser segundo en el índice animal

Homínido
Obediente a sueldo
apunta y dispara sobre el otro

El cordial juega a hacerse el inocente
cuando llega primero al placer
Suele también significar obscenidad y ofensa

El superego está en el anular
Paga los platos rotos o esconde la mano en situaciones
en que es preciso mentir y aparentar aplomo

Con el meñique se llega a acuerdos y a amistades largas
Entre los más pequeños el contubernio es la constante
pero no deciden qué hacer ni son imprescindibles

Cuando el pulgar se alza frontal ante los cuatro
toca sus puntas y vuelve a recordar la hazaña
Él deshizo la ruta del mono y lo llevó al entendimiento
No hay vuelta atrás La vida es una cuenta regresiva
El futuro es esta luz perdida en las cenizas

La mano agarra empuña toca
cuenta pulsa juega acaricia escribe gesticula
con los cinco sentidos y las cinco falanges del saber

El pulgar domina en la tribuna el circo
Empoderado apunta aprobatorio el cielo
o deja caer sin gravedad la uña hacia la tierra
Sentencioso mordaz individual alegre
el dedo gordo revienta la asamblea
multánime se eleva o condesciende a ser
arma o instrumento
huella dactilar pasaje visto bueno

 

 

NAGUAL 2 | ENTE

El paso de la noche al alba, de la tarde al sueño: mediodía de un pueblo abandonado. Hurgas
en el vientre de un cadáver. Carroñeas infancias. Su terror te sabe a fósforo y a calcio, a juego
inmortal entre las fauces. La muerte niña no se cansa de inventar más trabalenguas, que
lenguan la traba con un esparadrapo.

No hay mortajas de verdad en estas ruinas. Hablan las piedras de casas señoriales. Discuten
los huesos con enseres y con clavos. Láminas de hierro y de cartón muerden el polvo o como
alfombras mágicas se elevan. Se oxidan y se pudren los viajes muy temprano, antes siquiera
de empezar la historia.

 

 

NAGUAL 3 | ALAS

¿Has puesto la carnada al ángel? La trampa y el anzuelo están desocupados. Eres la burla del
demonio; no deja de alterar la ubicación del tiempo. Fíjate bien por dónde andas. Tal vez no
has removido los escombros y hay un rumor de alas inaudible. Fíjate bien donde se aprieten
más las sombras, su cuchicheo es argamasa de nombres y de oídos. No temas despertar y ver
que no eres nada de aquello que escuchaste. Estás allí, atento a cada señal de la memoria,
pendiente del agua que bebe el camaleón y el buitre. Todo camino al más allá cambia de sitio.

 

 

NAGUAL 4 | MASCOTA

De la costilla del hombre se desprende un grito
silencioso
La vida le pasa sin soñar dos veces
Extraña sensación de la conciencia
sentir y ver un trozo de sí precipitarse
con sudor de muerte

La sombra utiliza la punta de los dedos
para alzar el dolor con repugnancia
Olfatea el contorno de la mancha
indeleble en el cemento
La idea de estar sin ser yace en la masa
parasitando el corazón y el nervio
con sustos triviales y llamadas vanas

El hombre se palpa el costado donde duele
el nacimiento de otra imagen distinta a la que mira
boba     en el vidrio de un escaparate

Ocurre a veces sin síntomas ni signos
en medio del tumulto
Nos sobresalta no ser ni estar en ese corazón
sino en la cosa animada que mueve la cola
y lame al paseante los zapatos

 

 

NAGUAL 5 | FUEGO

Cuando la voz salta en la esquina del desahucio
en la ciudad granizan augurios de Sodoma
Caen rayos letales al azar sobre los pobres

“Nubes transgénicas a causa de las guerras”
Piensa inactivo el activista en su oficina
de grandes vidrieras que enmarcan la ciudad
bajo la tromba

Al pie del edificio lo observa un personaje
de barba crecida y cráneo rasurado
Mira tal vez las formas siniestras de la lluvia
azotando con furia los cristales
o es un ciego interrogando al cielo

El resplandor
La oscuridad del barrio
Gorjean palomas y sacuden sus alas los pichones
Vuelve la luz

Una mujer –estuvo siempre allí en la escena—
regresa el cuerpo a su refugio de cartón y diarios
Se hunde en el espanto y en la amnesia
No hay personaje en la ventana ni en la calle
Sólo el incendio del rayo y los murciélagos
agitando sus alas en el fuego

 

 

NAGUAL 6 | AJONJOLÍ

Dientes de león mudan de aire
No muerden porque van en la ficción
Invisible para una multitud
con gafas de premura
Se extravía el polen en ráfagas de viento
por avenidas de torres comerciales
Nada parece quedarse en la mirada
Pasan de largo los mejores años

¿Puede  un nagual ser la simiente de la boca?
Lo inverosímil tiene lugar en el cemento
El chico repartidor de pizzas se detiene
ante una joven mujer con alas transparentes
La descubre y olvida su bitácora de entregas
Ella flota debajo de una marquesina
extrañada de dejarse llevar por un muchacho
con sabor de ajonjolí en los labios

La buscaba ayer entre los dientes
Con el índice mañana debajo de la lengua
persuadido de llevar en las muelas su semilla
Ella era el pan
la primavera
El porvenir es otra cosa

 

 

NAGUAL 7 | ESPEJO

Suele ocurrir frente al espejo
Con la espuma dentífrica en la boca
El aliento sobre el vidrio no aparece
Intrigado el reflejo de la luna se agazapa
¿Quién es el que te mira
con una lágrima estelar
frente a los ojos?

Tu rostro no es el de antes
No es el tuyo
Es la geometría del agua en su caída
en pleno vuelo hacia la sal
donde te ves multiplicado

Eres un vidrio sin azogue
La ventanita al pozo del silencio
Y una vez más las lágrimas por fuera
se estrellan en la ausencia

Entonces
cuando dejas de ser
eres el mismo
Te secas y te esfumas
Nada sabes de ti ni de los otros

Lavarse los dientes es correcto
Nunca sabes si volverás a despertar

 

 

NAGUAL 8 | OBJETO NO IDENTIFICADO

El niño contempla el firmamento
Su cara ovalada sonríe al huevo luminoso

Le han dicho que un dragón se despeñó
con su legión de espíritus rebeldes
por esa misma grieta donde el objeto volador
se hunde con él entre las sombras

¿Quién lo recuerda?
Si el ovni abandonara mi pupila
no quedaría yo para contarlo.

 

 

NAGUAL 9 | GOLONDRINA

Dominada por voces e imágenes horrendas
asoma de nuevo los ojos a la calle
La tormenta dejó una calma de neblina
Charcos y arroyos espejean un sol matinal
La mujer reconoce el tic de su mejilla
en el temblor insólito del agua

No hay nadie en la ciudad
Escaparon a tiempo las almas del terror
Es ella sola en su refugio de periódico y cartón
Da unos saltos por la acera
El cuerpo pierde gravedad y lastre
Juega en los alambres eléctricos
Le gusta sentir la vibración de la corriente
debajo de las patas
Es tiempo de emigrar a otro verano

 

José Ángel Leyva (México, 1958). Poeta, narrador, periodista, editor y promotor cultural. Dirige la editorial y la revista literaria La Otra, es Je ... LEER MÁS DEL AUTOR