Luminarias del génesis
CONTUNDENCIA Y BARBARIE
Este veleidoso arte que,
dando voz a la humanidad,
escribe sobre los estigmas
de los dañados.
Siempre presa del tiempo,
aclimata los ambiciosos lapsos
acólitos de la vetusta compañera.
Se abstraen, aunque
la moral está más viva que nunca
sorprendiendo, casi con lástima,
a la pleitesía entre Eros y Thanatos.
Trazando en los cismas
el insomne pasado,
contundencia y barbarie,
profana religión
regodeada en la indiferencia.
Es el viento cobrizo desprendido
por los desgastados estandartes,
paroxismo de la idolatrada abstracción
desde la verdad capciosa
recibida en los hogares,
a la más hierática cumbre:
donde el eterno señuelo
se llevó los espejos.
ÁGUILAS NEGRAS
Águilas negras se elevan
alumbrando miles de vacuas basílicas.
Una voz cíclica las hace partícipes.
Es el credo
convirtiendo a la historia
en un fiel pasaje.
Es la desidia social
paseando por las calles,
sembrando a cada peón de esta hueste
como una legión de estigmas que,
avivados por su exilio, nutren al adalid,
aquel momentáneo obrero de la persuasión.
Así, practica la trashumancia con ellos
al formular efímeros cadalsos,
mostrando el poderío
de repentinas sentencias
para exhibir en el lugar elegido
sus mordaces banderas,
elegantes y barrocas enseñas
del ávido olvido.
Se alzan las voces aledañas
cuando el fantasma sin rostro,
ladino discurso, ley de la estepa,
se ensaña con sus gargantas,
y la roca desnuda que abrasa en sus pechos
por instantes de furor,
no rebasa los límites de biografías
ni ese velo entre los semejantes.
El teñir de campanas ciegas
en las fauces de la ecuménica razón,
siempre será su esporádica zarza.
En los años, las mentes y mensajes,
perpetuada la estirpe
de aquel fantasma sin rostro:
tan solo quedarán las águilas negras.
AMÉN A LA VORÁGINE
La caverna que habla
con las postrimerías
será la sima inquietante,
la densidad de estos días
recibiendo el epítome,
clandestino fogonazo,
de la fervorosa virtud.
Celebradas en presente,
las injustas deidades
se han lucrado
bajo las imperiosas fragilidades
y se niegan a prosternarse,
reniegan de la oquedad cavernaria
acérrimas y condenadas,
ante la deseada pólvora humana.
Este sol, que muere y orilla
en su invasiva orla,
es el amén a la vorágine.
LUMINARIAS DEL GÉNESIS
Entre los mausoleos
sonríe la egolatría verde
que se extiende a los antojos.
Son Luminarias del génesis
en este mar de fatalidades
donde la Ley del Talión
se torna vida.
Al mostrarse con holgura la lucidez,
sus ahora desvalidos brazos
rinden la raigambre,
y ante la cumbre de verdes enrojecidos
este coro de ánimas
desmayándose
es un Crisol tan vivo
allende las menciones
de vuestras elegías
pues la penumbra que, despierta,
deja marchar al viajero del alba
os ruega profetizar
si los arriates serán apologías
o, si la sinuosa e inefable
letra de la prosapia
es una ternura lamentable.
LAS NUEVAS CUNAS DEL INFANTE
Otorgados los sucesos,
sentado, escucha pasajes predestinados
portando el ensoñado raciocinio,
celestial, la débil cura
para un sosiego inverosímil.
Juegan con el alma fértil
y el infante sin generaciones,
que vela la inercia del tiempo,
palidece con las verdades telúricas,
respondiendo al escéptico
con hierática condescendencia
ha bordado el dolor
en sus sentimientos,
un mensaje traducido en duelo que,
arrimado al féretro,
rebela la melancolía asonante,
y las nuevas cunas del infante,
sus sueños mencionando
la fútil conjura aledaña
o al dios que sentencia su devenir,
su cruz en la tierra,
palideciendo en miradas y divinidades
cuestiona la pérdida al creador,
pues no habrá cielo,
ni redención albergando
espasmos de madera y abrazos finitos,
clamores que decorarán
con su estirpe
los días de ausencia.
TÚ CREAS MI RENACIMIENTO
Cuando nos reunimos
en ese pequeño rincón del mundo,
al que llamo hogar,
cambio la meseta por el Olimpo.
Recibo la complicidad del saludo
demostrando ser
un consumado perdedor,
porque cuando entusiasmo a tu voluntad
los desenlaces que brinda el placer,
me llevan.
Por ello, déjame decirte,
que tu torso habla mi idioma.
Ese bendito portador
de vociferantes atributos,
me augura un presente de experiencias.
Siendo conscientes
del inesperado afrodisíaco
ligado a los límites del tiempo,
todo en nosotros es frenético.
Entonces comienza,
el esperado destierro
de eufemismos y pudores.
Un despliegue de convulsiones,
sombra de la que no me libero.
Pero déjame cambiar el rumbo,
pues quiero y temo ser privado del aliento.
Me niego a caer en la inercia,
ante la gozosa exigencia de honrar,
la sentida devoción por ti.
Dame la oportunidad
de enseñarte mis registros,
permitiendo que mi nombre
irradie tu momento.
Toda petición,
fruto de un omnubilado juicio,
se une al irrefrenable ímpetu
de negar, junto a ti,
la separación de nuestros cuerpos.
Tú creas mi renacimiento.
(para Bibi Mori Bardales)
POR ESO TE DIGO, AMOR…
En el ojalá de la totalidad
una imagen
de realidades propensas,
terreno henchido
atravesando una temerosa fantasía.
Por eso te digo, amor,
que el sempiterno idilio
es una cadena vibrante
albergando la caída,
amando los lagos de la humanidad
en el valor de tus términos,
ecos del adicto
y, desvelándose en tu ropa,
se regodea
la pertinencia de los días
o si remendando la mendicidad,
la partitura frágil
del amor en varias lenguas,
la exposición a ese ardiente
y glamuroso esparcir el perfume
en las fantasiosas bocas.
Por eso te digo, amor…